Luis Guillermo Vasco   Luis Guillermo Vasco
 
SEMEJANTES A LOS DIOSES. CERÁMICA Y CESTERÍA EMBERA-CHAMÍ
 

LA CESTERÍA > La cestería como mercancía

A lo largo de esta obra se ha visto cómo en el campo de la cestería reina aún la autosuficiencia de los grupos familiares, tratándose de valores de uso. Pero se encuentran excepciones, más numerosas en el Chamí que en el Garrapatas.
En el primero de estos lugares, la escasez de materias primas ha producido una localización de la producción de la cestería, canastos y pepenas en este caso, en los sitios en donde todavía es posible hallar los “bejucos”, veredas de La Montaña principalmente. O en la zona de Purembará, vecina de la anterior y cuyos habitantes están emparentados con los que moran en ella; de este modo, las relaciones de parentesco son vehículo por medio del cual es posible obtener el material para tejer.
En otros sitios, cabeceras de Atarraya o de Umacas, por ejemplo, sólo existen algunas materias primas y no otras, resultando en la producción de ciertos tipos de canastos, como los e y los korá, y la falta de otros.
Las anteriores circunstancias han creado una circulación de canastos, ya mencionada atrás, pero de carácter bastante limitado y que, por consiguiente, no posibilita que quien los produce pueda derivar una parte importante de su subsistencia de esta actividad, con mayor razón si se tienen en cuenta los precios bajísimos que se pagan entre los indígenas. De ahí que los regalos sean la forma principal de esa circulación.
Pero en otros casos, aunque se expresa como una compraventa, se trata de formas de trueque en las cuales los pollos son el equivalente del canasto cambiado. Forma que no es exclusiva del Chamí, sino que es importante también en el Garrapatas.
Aunque no es preciso detenerse en un amplio análisis de la cría de gallinas entre los embera, sí llama la atención el hecho de que nunca consumen los huevos y muy poco la carne de tales animales. Mientras que es muy frecuente que se “paguen” cosas o servicios con pollos, o que estos se regalen.
Podría decirse que funcionan como una especie de moneda, de equivalente muy amplio, en el cual las diferencias de tamaño debidas a la edad de los pollos y otras características como la raza, el color, etc., suplen el carácter no fraccionable de este vehículo de circulación de otros productos. Es muy frecuente recibir como respuesta que un canasto e grande se vendió por un pollito, igual ocurrió con un inpurrchaké para carnada o con un jabara (y así se da también para los cántaros), proceso que sólo se aclara si se tiene en cuenta que se trató de pollos de distinta edad, color y raza y por lo tanto de diferente “valor”.
En la zona del río San Juan y sus afluentes existen familias que no usan ya ningún canasto, otras usan solo algunos fabricados por ellas mismas y otros comprados, otras más utilizan unos pocos, todos ellos adquiridos de un productor ajeno al grupo familiar.
En la del río Garrapatas, los grupos en los cuales no se fabrica ningún tipo de canasto son contados y casi siempre se trata de gente que se ha hecho “evangélica”, vive en cercanías de La Capilla y dice no saber hacer canastos, por razones de prestigio, comprando los pocos que tienen en uso y agotando su vida útil manteniéndolos en función aunque estén muy deteriorados.
En la periferia del Chamí, sitios de Mistrató, Villa Claret y Pueblo Rico, hay artesanas que producen casi exclusivamente para un mercado, constituido fundamentalmente por blancos de los pueblos, pero ocasionalmente por unos cuantos indígenas vecinos. Pero es sentida la irregularidad de este mercado. Sucede con cierta frecuencia que el vendedor que sale al pueblo con su mercancía tenga que regresar a su casa sin venderla o que se vea obligado a darla por cualquier cosa, bien sea pequeñas cantidades de dinero, bien por productos del mercado en una proporción irrisoria, creándose así una fuerte inseguridad para un futuro intento. De todos modos, este factor incide para que ninguno de estos productores para el mercado se especialice en la cestería con el abandono de las tradicionales actividades de subsistencia.
En la vereda Itaurí, cerca a Santa Cecilia, en el Chamí, pese a todo lo anterior, una familia indígena ha montado un almacén de cestería a la orilla de la carretera, y saca también sus productos a la población de Pueblo Rico o a la de Apía, pero sin derivar de él su subsistencia.
En Guarato, abajo de Santa Cecilia, casi ya en Chocó, indígenas de Jitó y otras veredas han estado fabricando cestería para un blanco de Bogotá que viene por ella regularmente y compra la totalidad de la producción. Sus precios se consideran justos por los indígenas y mantienen la oferta pero sin posibilidad de desarrollo de la misma ni de vivir de ella.
En el Garrapatas, los 6 o 7 colonos que viven al interior de la zona indígena (hoy Reserva Indígena creada por el Incora) compran ocasionalmente algún canasto, sin que ello implique una demanda de importancia. Solo una familia de uno de los lugares de población blanca absolutamente predominante, se dedica con regularidad a producir e y canasticas para su venta a los campesinos de la vecindad, pero tampoco esto constituye parte fundamental de los recursos necesarios para su subsistencia. La misma duración de los canastos, más de un año en el peor de los casos y sometidos a trabajos pesados en condiciones de intemperie, conspira para que así sea.
No se encontró en la cestería el fenómeno, observado para los cántaros, de su carácter estrictamente individual, ni siquiera cuando se trata de encargos para la compra. Los canastos fabricados por una tejedora o tejedor son siempre más o menos similares y no dependen en ningún caso de para quien sean, excepto, claro está, el tipo de canasto y su tamaño. Dándose, incluso, que un comprador que va a encargar un canasto, acabe por llevarse uno que está hecho de antemano.
En la cestería, el carácter particular de los canastos ocurre más bien en el sello individual que algunos productores saben imprimir a sus obras, siendo estas fáciles de reconocer en cualquier parte, pero sin que sea un factor que tengan en cuenta los compradores.
Desde este punto de vista, la cestería presenta “naturalmente” una mayor predisposición para convertirse en mercancía, no teniendo las trabas de tipo conceptual, ideológico, que se analizaron para la alfarería. En este caso, la estrechez del mercado, unida a los bajos precios y a los problemas del tiempo de trabajo necesario para producirla, son los obstáculos para que tal conversión se efectúe.
Por otra parte, las observaciones hechas sobre lo acontecido en el Chamí llevan a considerar que un aumento substancial de la demanda de canastos por parte de un mercado externo a la sociedad indígena, terminaría por agotar las fuentes de materia prima, especialmente en el caso de los bejucos, cuyo ciclo natural de vida es muy difícil, si no imposible, de utilizar para reponer aquellos que se consumen, ya que se trata de productos de recolección.
Son, pues, otros los factores que no permiten la generalización del carácter de mercancías de los productos de la cestería, la mayor parte de índole material y socioeconómica, a diferencia de aquellos superestructurales de los cántaros.


 
 
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