LA CESTERÍA > División del trabajo
En la tarea de fabricar los canastos hay una clara diferenciación por sexos, aunque algunos tipos pueden ser hechos indistintamente por hombres y mujeres. Así, los jabara son tarea exclusivamente femenina, así como lo son también las petá y las borosuka y, en general, todos los que se tejen con técnica de asargado. Cuando se preguntó a los hombres si ellos sabían hacerlos, sus respuestas siempre fueron vivamente negativas: “eso es trabajo de mujeres, los hombres no podemos trabajar con eso”. En esto, los jabara se asemejan a los cántaros, pese a que por excepción hay varones que participan en la hechura de los últimos. Muchas mujeres saben hacerlos, pero muy pocas entre ellas pueden “dibujarlos”, situación más acentuada en el Garrapatas.
Cuando una mujer trabaja un jabara es posible que su marido colabore en la traída de la materia prima o que se le consulte sobre su tamaño, especialmente si es un canasto que va a servir como medida para maíz.
En dos casos, ambos en el Chamí, hombres saben hacer borosukas pintadas, caso atípico y que no ha perdurado, pues ninguno de los dos las fabrica en la actualidad, arguyendo carencia de tiempo y escasez de materia prima. Ambos casos ocurrieron en un periodo en el cual las misioneras estimularon la producción, comprando ellas los productos para llevarlos al mercado. Los precios exageradamente bajos que pagaban por los canastos llevaron a los indios al convencimiento de que no era un empleo económicamente favorable de su tiempo.
También las canasticas son trabajo femenino. En cambio, los e y los inpurr son hechos por uno y otro sexo, predominando de todos modos la actividad de la mujer, especialmente en los últimos.
Los neenderdé son tarea de los hombres. En tiempos recientes unas pocas mujeres han estado aprendiendo su fabricación, sin mucho éxito.
En general, la cestería es más una actividad de mujeres que de hombres y en los productos distintos de los canastos ningún hombre tiene participación.
Distinta es la situación en cuanto a la obtención de los bejucos que crecen entre el monte, pues en esta fase del trabajo el papel principal corresponde a los varones. Ya se dijo que es una actividad dura que requiere la tala de árboles con hacha, y esto corresponde al sexo masculino. Pelarlos, y más cuando están cubiertos de fuertes púas, implica una colaboración de la pareja; igual ocurre con su transformación en tiras.
Ambos sexos comparten los conocimientos relativos a esta rama de la producción material embera-chamí, pero es perceptible que son más amplios, preciosos y detallados en las mujeres. Cuando se conversa con los hombres sobre el tema, apelan frecuentemente a sus compañeras para precisar un aspecto o un término en embera o un detalle demasiado concreto.
|
Propiedad y grupo familiar
La anotada diferencia entre la manera como los sexos participan en las actividades de fabricación de cestería no puede mirarse en forma particular e individualizada, al contrario, está supeditada a un hecho de gran importancia y que la determina: se trata de una diferenciación en el seno del grupo familiar que constituye la unidad de producción. En realidad, esta unidad es la productora de los artículos de cestería y los hace para su propio consumo; en ciertos casos, los destina a la venta o cambio.
Así, cuando en la realización de los inventarios detallados vivienda por vivienda se trató de encontrar una relación entre el hecho de quién hace los canastos y quién es su dueño, y de aclarar, en el caso en que el dueño no fuera también el fabricante, cuál fue el procedimiento para obtenerlo, tal correlación mostró ser completamente irrelevante y carente de significado para los indígenas, principalmente en lo que hace referencia a los e y a los canastos que se utilizan directamente en los procesos de trabajo.
Para los indígenas carece de sentido que se trate de derivar la propiedad de un canasto de la circunstancia de quién lo hizo. El canasto es de la casa, para la casa, y puede usarlo cualquiera de los miembros del grupo que habita en ella y que lo necesite. Una indígena del Chamí explicaba que muchos canastos los han hecho sus nueras mientras están viviendo con ella, “después se van y los dejan aquí, son de la casa”.
Cuando se trata de canastos para guardar cosas: petá, borosuka, algunos i>echaké y canasticas y aun algunos inpurr, es posible individualizar al fabricante y al propietario y diferenciarlos, pero el proceso por medio del cual el canasto va de unas manos a otras hace parte de la complicada red de relaciones familiares, sin que haya sido posible establecer una norma, son “regalitos”.
Los regalos constituyen una importante forma de circulación de los canastos entre relacionados. Petá, borosuka y jabara se mueven bajo esta modalidad, a veces en cadenas con muchos eslabones y una duración larga en el tiempo. Por ello es posible encontrar canastos con una historia que es posible reconstruir, siguiendo su circulación de mano en mano y los procedimientos para ello. Incluso, esta historia puede “cristalizar” en los canastos, dándoles una nueva cualidad, una valoración adicional. Hay canastos ya inservibles que se guardan por lo que representan en historia.
Entre las distintas unidades familiares, ahora que muchas ya no son autosuficientes en canastos o, al menos, no en algunos, se establecen relaciones que se expresan como “compra y venta”, pero que en muchos casos son sólo formas de trueque de canastos por pollos y otros productos.
Aunque ocurre, como era dable esperar, que a veces intervenga el dinero o, caso opuesto, que se presten o den los canastos sin una compensación inmediata.
Por excepción se hacen para vender a los blancos. Una sola familia obtiene ingresos más o menos permanentes de ello, en el Garrapatas. En la periferia del Chamí es un fenómeno en crecimiento y hay compradores blancos que los adquieren en cantidad para negociarlos.
|
|