Luis Guillermo Vasco   Luis Guillermo Vasco
 
SEMEJANTES A LOS DIOSES. CERÁMICA Y CESTERÍA EMBERA-CHAMÍ
 

INTRODUCCIÓN GENERAL

Desde las primeras visitas a los embera-chamí del Departamento de Risaralda, punto de partida de un trabajo con ellos que dura ya más de 17 años, la variedad y belleza de su cestería y la persistencia de una alfarería con trazas de ser muy antigua, constituyeron aspectos poderosamente llamativos. Sin embargo, otros temas se robaron la atención y el tiempo para su estudio, aplazando siempre la oportunidad de dedicar esfuerzos a un conocimiento más amplio de aquellas dos ramas de lo que la antropología llama la cultura material de un pueblo.
Cada trabajo allí realizado, sobre economía, sobre el territorio, sobre la acción misionera, sobre la figura del jaibaná y sobre muchas otras cosas, se efectuaba siempre en un marco en el cual ceramios y cestería se metían literalmente por los ojos, revoloteando todo el tiempo alrededor, como mariposas.
Hasta que, finalmente, su estudio intensivo fue posible. La Universidad Nacional de Colombia, al conceder al investigador el año sin carga académica específica (año sabático), y la Segunda Expedición Botánica y Colciencias, al financiar el proyecto, lo lograron.
Durante un año se dio atención prioritaria a “ollitas y canasticos” de los embera-chamí. Y se comparó lo que ocurre alrededor de ellos entre los indígenas del Risaralda y los del Valle del Cauca, ambos núcleos ubicados en la vertiente exterior de la cordillera Occidental, mirando hacia el Chocó; al cual es posible acceder si se sigue el curso de los ríos que sirven de eje territorial al poblamiento: San Juan y Garrapatas, respectivamente.
Se compartió la vida de los chamí durante 8 meses, causando su hilaridad y su sorpresa al prestar atención a dos aspectos que son, para los blancos que se relacionan con ellos, insignificantes y marca de indianidad. Pero también descubriendo con asombro su importancia en la vida y pensamiento de los indígenas, comprobando que incluso son causa de conflictos diversos, de naturaleza tanto inter como intraétnica, especialmente en la zona del Chamí.
Precisamente por ello, y aunque el proyecto de trabajo se orientaba a cubrir completamente las dos regiones estudiadas, no fue posible llegar a las veredas de la Montaña, Resguardo Indígena de la Margen Derecha del río San Juan, por la prohibición del Cabildo Indígena; limitándose la información respectiva a la recogida en anteriores oportunidades.
Instigado por las misioneras de la Madre Laura, el Cabildo se ha empeñado, junto con ellas, en la tarea de “hacer progresar a la comunidad”, combatiendo aquellas características de vida que se consideran atrasadas y no “racionales”, no civilizadas. Y entre ellas está la fabricación de la cerámica y la cestería.
La realización del estudio en ese momento venía, entonces, a contrariar tal empresa, pues constituía para los miembros de la comunidad un motivo de reconocimiento, y por lo tanto de afirmación, de su labor en la artesanía y de su utilización de los productos de la misma.
Después de un mes, monjas y Cabildo se percataron de esto y ordenaron la suspensión del trabajo y la salida del investigador y su auxiliar de la zona controlada por ellos. Así se cumplió; continuándose el trabajo en el resto del área proyectada, exterior al Resguardo y con autoridad del Cabildo de la Margen Izquierda.
Para una visión global de los sitios en donde se realizó el estudio, así como de su estructuración interior en veredas, véanse los mapas Nos. 1 y 2.
Mapa 1 Zona Garrapatas
Mapa 2 Zona Chamí
La violencia, la intervención de las misiones en la vida diaria de la gente y la colonización blanca fueron los principales factores que originaron, a partir de los años cuarenta, la emigración de una cantidad de indígenas del Chamí, quienes abandonaron o malvendieron sus tierras para ir en la búsqueda de un refugio en donde poder vivir de acuerdo con sus costumbres y tradiciones.
El cañón del río Garrapatas, una réplica casi exacta del cañón del San Juan, aunque un poco más bajo sobre el nivel del mar, fue el sitio escogido por la mayor parte de estos migrantes.
La experiencia de su lugar de origen los llevó a no buscar ni misioneros ni escuelas, y a no permitir, hasta donde les era posible, la entrada de colonos a los sitios de asentamiento de sus comunidades. Así, aunque no completamente, lograron conservar aquello que querían conservar, y continuar su vida como antes, pero sin romper los lazos que los unían al Chamí, al menos no completamente.
Estas circunstancias dieron la base a partir de la cual fue posible plantear una comparación entre los dos grupos, tratando de encontrar las diferencias de sus respectivas situaciones, además de las causas de las mismas. Igualmente, encontrar el tipo de modificaciones ocurridas en las dos ramas de la producción seleccionadas para el estudio: la alfarería y la cestería.
La relación existente entre ellas apareció como importante de analizar especialmente al tener en cuenta futuros estudios arqueológicos, inexistentes hasta hoy en ambos sitios.
Pero, por sobre todo, interesaba explorar las posibilidades de una “recuperación” de la producción en ambos campos, por un lado con miras a aliviar en parte la creciente dependencia de los indígenas con respecto al mercado nacional, por la otra, parcialmente en sentido contrario, para ver si era viable utilizar la vinculación ya existente a dicho mercado en la tarea de mejorar la situación económica de algunos núcleos, mediante una producción de cántaros y/o cestería para la venta. Ambas alternativas, de ser posibles, debían contar con el respaldo de las autoridades indígenas para no tener efectos contrarios a los deseados.
Durante el trabajo de campo, base fundamental de la investigación, se recorrieron casi todas las viviendas del río Garrapatas y sus afluentes, cerca de 160; en el San Juan y zona del Chamí, pese a la dificultad ya anotada, se visitaron tambos en un número cercano a los 150.
En la primera de las zonas nombradas se realizó trabajo en las veredas de Guadualejo, Manzanillo, Murciélago, El Pedral, río Azul, Buenos Aires, Guajira, río Machete, río Blanco, El Bosque, Pafui, La Capilla, Batatal, Puente Cable, Altomira, Jebanía, río Claro, río Mono, quebrada Mico, Laguna Pájaro, Reyedó y Coral.
En el Chamí, las siguientes fueron las veredas estudiadas: Santa Marta, La Robada, El Tambo, Sinifaná, Atarraya, Albania, Citabará, Cantarilla, Buenos Aires, Palestina, Itaurí, Palmeras, Altollano, Rincón Santo, Parrupa, El Colegio, Josefina, Graciela, Chatas, Hormiguero, Cantarrana, Purembará, El Roble, Umacas, Palmas, Memendé, Recreo, Cedrales, Ankima, Brisas, Inamur y, además, los pueblos de Mistrató, San Antonio del Chamí, Pueblo Rico, Villa Claret y Santa Cecilia. (Ver los mapas Nos. 1 y 2).
Se hicieron inventarios detallados en los cuales se tuvieron en cuenta, a más del número de canastos y recipientes de barro, los sitios del tambo en donde se usan y/o guardan, su función, forma y técnica de fabricación; se precisó quién los fabricó, quién es el dueño y los procedimientos para pasar de uno a otro cuando no coinciden, además, su nombre en catío, materia prima, presencia, tipo y significación de las figuras y pintas, duración, precio (si lo hay), tamaño y otros. También si en la casa existían alfareros y cesteros y quiénes eran, así como la especialidad de cada uno.
En este último aspecto cabe anotar que los alfareros son relativamente pocos. En el Garrapatas son 12, 11 de ellos mujeres, una de las cuales murió durante el proceso de investigación. Habitan en Buenos Aires, río Azul, río Blanco, Altomira, Jebanía, río Claro (tres de ellos, que forman un mismo núcleo familiar e incluyen al único alfarero), La Capilla, El Pedral, Murciélago, esta última es una mujer que vive con un blanco, hijo de los dueños de una hacienda sobre el río Zaino Rayado. Tres de las mujeres estaban inactivas.
En el Chamí se ubicaron 17; solo dos de ellos hombres. Una de las alfareras inactiva por enfermedad y otra por carencia de iuru para trabajar. Sus sitios de residencia son: Santa Marta, La Robada, El Tambo (3 mujeres), Citabará (1 hombre, 1 mujer), Hormiguero, Josefina (1 hombre, 1 mujer), Graciela, Cantarrana, Bequé, Pueblo Rico (2 mujeres), Inamur y Barro Negro. En esta zona, aunque el número es mayor en términos absolutos, la proporción es mucho menor dada la cantidad de grupos familiares y de veredas. Diez del Chamí y 10 del Garrapatas fueron entrevistados extensamente y para 7 y 6 respectivamente fue posible efectuar observaciones completas o parciales de sus procesos de trabajo.
En muchos casos fue posible encontrar los depósitos de greda y obtener muestras de ella. Desafortunadamente, solo 9 fueron lo suficientemente grandes como para permitir su análisis de laboratorio. Se recogió una abundante información sobre ellos, su descubrimiento y utilización, así como respecto a las creencias conexas.
En el campo de la cestería se encontró que en casi todas las viviendas hay por lo menos una persona que conoce la elaboración de algún tipo de canasto, aunque esto no significa que realmente trabajen en tal actividad. Puede ocurrir que no tengan tiempo, que no dispongan de materia prima o, simplemente, que hayan abandonado este tipo de trabajo por razones personales, culturales o económicas.
La mayoría de estas personas fueron entrevistadas y en bastantes casos se presenciaron los correspondientes procesos de producción.
Cabe destacar, dentro de las formas de trabajo en el campo, la discusión con grupos de indígenas, muchos de ellos incluyendo a alguno de los fabricantes. En lo que hace referencia a la significación conceptual, especialmente la de la alfarería, esta fue la principal forma de profundizar en ella y de formular y validar las hipótesis respectivas. Estas discusiones, orientadas por las preguntas y opiniones del investigador, fueron de una gran riqueza y sin ellas varios aspectos de este estudio no habrían sido alcanzados. Aunadas a la convivencia con los indígenas y a la observación de sus actividades artesanales, permitieron captar cómo estas son vividas y pensadas por los indígenas.
Se debe precisar que no todos los objetivos del trabajo se lograron plenamente. Esto salta a la vista sobre todo en cuanto a la significación conceptual de la cestería y, en menor medida, a la caracterización de sus marcas o pintas.
Aunque no era un propósito declarado del proyecto, ni correspondía a la orientación general del mismo, conseguir la identificación botánica de las materias primas de la cestería, se tropezó con dos dificultades: la naturaleza misma de los “bejucos” impide recolectar las muestras necesarias para ello, no existe, tampoco, en nuestro medio, una bibliografía especializada sobre los mismos y que posibilite su reconocimiento in situ; al parecer se trata de un campo casi inédito.
Esta obra se ha dividido en dos partes, una correspondiente a la alfarería, la otra a la cestería, aunque, como se verá, no es posible mantener tajantemente esta diferenciación. Esto es particularmente notable en el campo del mito y el pensamiento embera-chamí.
La redacción ha tomado ambas artesanías en una forma integral, en lugar de hacerlo discriminando para cada una de las dos zonas estudiadas. Ello porque los aspectos más directamente técnicos son muy similares en ambas. Aún así, y cada vez que es necesario, se hacen resaltar las diferencias constatadas en la comparación.
Al final, las conclusiones pretenden retomar una visión de conjunto en la cual las no coincidencias adquieran una significación, no para cada detalle o rama de producción particular, sino para la situación de conjunto de los dos grupos embera-chamí, tratando de delinear procesos en lo que a cambios se refiere.
Sofía Botero Páez y Elsa Astrid Ulloa Cubillos participaron en este trabajo en calidad de auxiliares de investigación. A ellas se debe gran parte de la información y de las ideas contenidas aquí.


 
 
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