Luis Guillermo Vasco   Luis Guillermo Vasco
 
GUAMBIANOS: HIJOS DEL AROIRIS Y DEL AGUA
 

SEMBRAR Y VIVIR EN NUESTRA TIERRA > FORMAS DE CULTIVO Y SUS ACTIVIDADES > Cultivo y Tsaporap de pura (maíz) y ye (papa)

Cultivo de pura (maíz)

Si el maíz se siembra a finales del lamokuaro o en los inicios del lamosre en lugar de hacerlo en la época señalada por la tradición, las lluvias del último le permiten crecer, pero no carga. Intentos de sembrarlo sin "atender al tiempo", que propiciaron entidades oficiales como la Corporación Regional del Valle del Cauca, CVC, y con la introducción de variedades y semillas mejoradas, terminaron en fracasos, pese a que las predicciones de los técnicos aseguraban la posibilidad de obtener tres cosechas anuales.

Para ello, se sembró en noviembre y diciembre, épocas buenas para que la semilla retoñe, pues hay humedad, pero en febrero y marzo los ventarrones quebraron el maíz por completo y se perdió, pues las cañas eran muy débiles en ese momento.

En mayo se hizo otro intento con siembra a chorrillo. En agosto ya estaba listo para espigar y brotaron las espigas, pero llegó el viento fuerte y les arrebató la "ceniza" y no hubo base para que cargara, por lo que se perdió de nuevo.

Con estas experiencias, la gente volvió a los dos momentos fijados por el calendario tradicional para sembrar según la altura.

En las tierras recuperadas, tierras de maíz y trigo, se han presentado problemas con las diversas costumbres que los cultivadores traen de sus lugares de procedencia.

Ya se ha dicho que en el kurak yu debe sembrarse a finales del gran verano o a comienzos del invierno. En las tierras del kausro, en cambio, hay que adelantarse a sembrar en junio o julio, en lugares bien protegidos del viento y que tengan adecuada humedad o contengan ojos de agua, echando los granos a chorrillo para luego entresacar las matas intermedias, pequeñas y débiles, que no van a resistir los vientos ni a cargar, pero que sí quitan fuerza a las otras.


Foto 29: Maíz en el kausro


Por el contrario, si en el kurak yu se siembra en junio o julio, la mata crece débil durante el verano y se pudre con la caída de las lluvias, o crece cargando muchas "guaguas" pero sin granos.

Por eso, cuando se recuperó Santiago, quienes vinieron de Puente Real y Guambía sembraron en septiembre y octubre y sacaron buenas cosechas. Quienes llegaron de Pueblito, Campana y otras veredas de la parte alta, sembraron en julio y perdieron el maíz y el fríjol, aunque la alverja y la papa se dieron bien. No cayeron en cuenta que esta era otra tierra. Además, cometieron el error de sembrar puñados de semillas en el mismo hoyo.

Pero no sólo hay que tener en cuenta el tiempo de sembrar, también influye el momento preciso para hacerlo. Los mayores dicen que si el maíz se planta en el tercero o cuarto día de luna, se levanta muy alto y algunas cañas no cargan; es "tallo de macho". Para arreglar eso, se quita la primera espiga tan pronto como aparece y, entonces, brotan dos espigas nuevas; esto se llama "capar el maíz". Así carga bien porque esa es la madre del maíz; su alimento es ese polvito de las espigas y él la hace cargar. Pero los técnicos de afuera se oponen a que se quite.

También es importante la forma de aporcar, porque al maíz no le gusta que le echen toda la tierra de una vez como a la papa, sino que se la vayan tirando poco a poco; en caso contrario, se marchita, se amarilla y se daña.

El proceso de deshoje es de amplio efecto sobre la cosecha final. Hay que hacerlo cuando está entrando el choclo; se daña si se hace cuando apenas comienza a cargar. Es preciso quitar unas tres hojas de las que ya están amarillando en la parte de abajo; así se afirma la caña y se evita que el agua se acumule en el tallo, ocasionando gota. No se hay que quitar muchas hojas, pues si se arrancan cinco o seis, se llega casi hasta el sitio en donde están las mazorcas, quitándoles fuerza; entonces, aunque la caspa sea larga y esté cargada, resulta un grano muy delgado que no engruesa.

Pero, sobre todo, es en el proceso mismo de siembra en donde se aseguran las condiciones para que el maíz sea bueno y abundante y tenga las cualidades que se requieren.

Aquí también hay un enfrentamiento entre la visión de los técnicos de las instituciones y lo que dice la tradición propia. Un mayor lo expresa así:
Los técnicos dicen que ahora la semilla se debe sacar de la mata que carga dos mazorcas. Los técnicos de la creencia sacaban del maíz que estaba cargado hasta la pura corona y del mejor color. Al sacar la semilla, no se desgrana hasta la pura corona sino que se dejan estos granos; la mata carga así dos o tres mazorcas.
Si la semilla se desgrana a golpes, el maíz nuevo sale reventado; si se hace con otra tusa no carga por esas líneas o la tusa sale vacía. Después de desgranada, la semilla se debe guardar en conchas de armadillo para que cargue toda la tusa y no únicamente la corona. La de maíz trojero se debe conservar toda la noche anterior a la siembra en una cabeza de venado. Si las semillas se guardan en una jigra cerrada y amarrada, la mata crece torcida, no da hojas y no carga.

Que la producción sea de granos grandes depende, entonces, de la manera de guardar la semilla antes de la siembra. Pero esta no es la única cualidad que se busca en el maíz.

Para que su sabor sea dulce, la semilla se remoja con higuillo y aguardiente antes de sembrarla. El sabio tradicional generalmente la sopla con aguardiente y plantas-remedio para propiciar una buena cosecha en todos sus aspectos.

Para conseguir un choclo de sabor agradable, se agregan a la semilla yacuma blanca, coríbano, mezclillo, raíz de pijao y agua de cidrón; a esta mezcla se le añade aguardiente para evitar la entrada del gusano trozador y se deja la semilla en remojo durante toda la noche anterior a la siembra.

En el momento de sembrar, se colocan varias plantas para que acompañen a los cinco o seis granos de maíz, con el fin de obtener diversos resultados. De las orillas de las quebradas se recogen las tusas de una mata llamada pisran ishik, cargadita o yantel, bien cubiertas de granos hasta la corona. Se siembran con el maíz para que éste sea abundante, cada tusa cargue bien y, luego de cosecharlo, sea fácil de desgranar. Este último resultado se consigue también con el uso de otra planta, denominada kitsopura, parecida al maíz y que crece en las lomas. Una cargadora adicional es la korro urek.

Añadir las hojas de cierto árbol, duras y de color verde bien oscuro, consigue dar a las cañas la fuerza suficiente para que no sean derribadas por el viento.

Si, además, las mejores mazorcas de la cosecha anterior, aquellas más largas y gruesas, cargadas por completo y en forma compacta con granos gruesos y del mejor color, no se desgranaron sino que se dejaron en la cocina expuestas a la protección del humo del fogón, la cosecha será excelente.

Ellas son tur ne niki pura, el espíritu de la abundancia del maíz y no se deben desgranar ni comer; se trata de un espíritu masculino y femenino a la vez. El macho es más largo y delgado y echa como una espiga en la punta; es duro para desgranar. La hembra, al contrario, es más gruesa y desgrana con facilidad.

A veces se encuentra en la rocería una mazorca con hijos, ellusr, con varias caspas al mismo tiempo, ninguna de las cuales carga por completo; es la madre del maíz y no se cuelga en la cocina, al contrario, se desgrana y se mezcla con la otra semilla; así se garantiza la abundancia. Puede consumirse como alimento, pero no por parte de una sola persona, hay que comerla entre dos.


Foto 30: Mazorca de ellusr, madre de la semilla


Si el maíz se destina al consumo, recogerlo en luna menguante lo protege del gorgojo durante su almacenamiento e impide que se retoñe muy ligero.

Antes se recogía la cosecha en canastos de bejuco blanco del páramo, cuyo fondo se cubría con wañutsi, hierba rendidora; así se podía almacenar sin desgranarlo hasta por dos años. Los antiguos producían mucho maíz y no lo vendían, lo guardaban en el tumbao,3 encima del fogón. El humo lo protegía y duraba mucho. Al llegar una nueva cosecha, aún quedaba de la anterior; así que apilaban encima y había siempre maíz de varios años. Hoy, en cambio, los de Santiago lo recogen en choclo desde abril para sacarlo a vender a Silvia; cuando llega la época de la cosecha, ya no quedan sino cañas en los sembrados.

Cultivo de ye (papa)

La papa sigue al maíz en importancia. Se obtienen dos cosechas anuales y se cultiva en los tres niveles altitudinales del resguardo, incluido el páramo. A diferencia del maíz, que se dedica en gran parte al autoconsumo, la papa es, después de la cebolla, el segundo producto con que se participa en el mercado.

Se busca mantener una producción de papa casi continua durante todo el año, aprovechando los diversos microespacios y mediante un sistema de siembras escalonadas en el tiempo; para ello se debe disponer de un buen número de parcelas ubicadas en distintos sitios, o lograr hacer los arreglos necesarios para sembrar en compañía con los dueños de otros lotes.

Lo anterior se basa en las diferencias en la duración del ciclo de producción de este tubérculo según la altura en que se siembre y las diversas variedades que se utilicen; variación considerable pues fluctúa entre los cuatro y los nueve meses.

En las veredas de Pueblito y Anisrrapu, la papa se siembra a comienzos del srepol y está lista para cosechar a finales de la misma temporada lluviosa. La semilla se toma de estos lugares y se planta en el páramo en enero, durante el puypol; en estas condiciones le hace falta el calor que acelera el proceso germinativo pero, en cambio, no ha brotado aún cuando se presentan las heladas que la quemarían; pasadas éstas, brota y crece con el inicio de las lluvias. Cuando se siembra en este momento, resulta libre de gusano blanco y tarda entre ocho y nueve meses para estar jecha.


Foto 31: Sembrado de papa en Cumbre Achi


El Bugueño, pese a no ser páramo, es un terreno sujeto a las heladas a causa de la casi total ausencia de viento. Las semillas que se traen de abajo se siembran aquí en enero-febrero, se aporcan las matas en abril-mayo y se cosecha en junio-julio, para sembrar luego maíz. Esta semilla se lleva para sembrarla abajo al inicio del srepol.

La rotación de la semilla de una zona a otra es una forma propia de "mejorarla", pues la vigoriza y protege de las plagas. Este sistema es un "organismo que tenían los antiguos".

La rotación de la papa y del maíz en el mismo terreno es importante para la conservar y recupera los suelos, pues permite aprovechar de modo más adecuado y completo sus nutrientes.

Las mejores cosechas de papa se dan en las tierras nuevas, que no se han cultivado antes. Como la actual escasez de éstas imposibilita que se cumpla con tal requerimiento, hay dos maneras de solucionar la situación: el descanso de las parcelas del páramo y de las tierras altas durante varios años y, en las zonas bajas y medias, que están sometidas a la presión de una mayor ocupación, la rotación de la papa con el maíz.

Para enfrentar la paropol, época de hambruna, en abril y mayo, se siembra papa en la tierra de maíz y trigo, cosa que requiere de suficiente humedad o de la presencia de un pikap, ojo de agua, que permita el riego. De ser así, se acompaña con alverja y haba.

En estos mismos sitios se siembra en junio y julio para poder disponer de cantidades suficientes de papa para la celebración de la fiesta de las ofrendas en noviembre. Si se siembra en marzo en el páramo, es posible recogerla para la misma fecha, pues se jecha en ambos niveles simultáneamente.

En tiempo de escasez, en jueves santo, los mayores sembraban papa para cosecharla a comienzos de septiembre, cuando sólo se tiene semilla retoñada; o sembraban en sábado santo para que “creciera con la sangre de Cristo”, según creían.

Además de las siembras escalonadas que ya mencionamos, el uso de variedades diversas también contribuye a un abastecimiento de papa casi permanente. En el kurak yu, las variedades modernas demoran cuatro meses en cosechar; la variedad más tradicional, la merrap ye, guántiva, tarda de seis a ocho meses; ésta se siembra a finales del nukuaro para cosecharla en el lamokuaro, y se planta de nuevo para recogerla en junio. Su nombre propio es chumpiturwataye, porque se parece a las plumas de la cabeza del bimbo o pavo.

La tsuro ye, papa careta, tiene dos variedades: la flormorada, cuyo ciclo es más largo, y la chiquita, que se cosecha más pronto. Antes había una papa sabanera que era como polvosa, y se empleaba también una variedad aguanosa; ya no se usa ninguna de las dos.

En el páramo, las variedades de hoy tienen un período vegetativo de seis a siete meses y dan una única cosecha anual, pero engruesan mucho más que en las partes bajas.

El momento y la forma de sembrar son muy importantes. Si se siembra papa en luna nueva, no habrá buenas cosechas; hay que evitar ese tiempo y esperar el tercero, cuarto o quinto día de luna.

Cuando se realiza la cosecha y se selecciona la semilla, se encuentran unas papas que son como mellizas y forman una especie de tronco del que salen varias ramas con papas; los abuelos de Mishampi dicen que se llama ellusri o shinka y es la semilla de la suerte; para asegurar una buena cosecha se sacan cuatro de ellas y se siembran en el centro de la rocería.

Hay otras, de dos ojos, que no se pueden asar o cocinar para comerlas una misma persona, sino que hay que repartirlas entre cuatro porque son la madre de la semilla. Si una mujer las come, dará a luz a mellizos.

Antes de sembrar la papa hay que hacer tsurap, una curación. El sabio propio viene y con la uña abre cuatro agujeritos en la semilla y le echa yacuma y coríbano; así siempre resulta buena papa, gruesa y bastante.

Al sembrarla, se tapa sólo un poquito y se pone tierra por los lados; al otro día se echa el abono. A las dos semanas se destapa para ver si la semilla está nacida y se tapa de nuevo, dejándola más profunda; así puede cargar una gran cantidad de papas. Es la costumbre en la vereda de Piendamú Arriba.

El compartir, que es muy importante en la vida y en el pensamiento propios, también permite lograr buenas cosechas. En el momento de la siembra se invita a los familiares y se les reparte aguardiente en la huerta. Pero no solamente beben los trabajadores sino que se debe ofrecer a Pishimisak y al tsilo, la planta viva.

Cuando la papa está jechando, hay que defenderla de los animales que vienen a comérsela. Las ardillas y las guaguas, estas últimas muy escasas hoy, hacen mucho daño en los sembrados. Si el sabio propio sopla la carne de curí por los caminos por donde ellas andan o si uno riega boñiga del mismo animal, se espantan, ya que el curí es un animal muy arisco.

La papa sale muy liviana cuando se cosecha en luna creciente, por eso, si se va a utilizar para la venta, se arranca en luna llena o en menguante (que son lo mismo) para que salga bien pesada.

Hoy, a causa de los abonos, la gente ha olvidado casi todo lo referente a las siembras. Antiguamente, si a un mayor se le decía que sembrara papa todo el tiempo, contestaba: ¿cómo se puede producir si no hay luna?.

En 1955, el Ministerio de Agricultura trajo los abonos y fungicidas para la papa; aquí no se conocían. Nadie quería sembrar con eso hasta que el director de la escuela de Anisrrapu aceptó hacer la prueba en el lote escolar.

Se sembró entre abril y mayo y había que regar todos los días porque había comenzado el verano. Al mes y medio se desherbó y se fumigaba cada quince días con la orientación de los empleados del Ministerio. En junio salieron los niños a vacaciones y, para que los de segundo primaria volvieran a recibir la papa que les tocaba, se creó el tercer grado.

La cosecha fue de sesenta bultos con sólo tres arrobas de semilla y todos se dedicaron a usar los abonos y venenos y se comenzó a cultivar papa aún en las tierras de abajo, pues antes solamente se sembraba en las partes altas. “Desde entonces, la historia de la comunidad se partió en dos”,4 pues nos volvimos más dependientes.

Tsaporap de pura y de ye

Cuando es el momento de recoger el maíz, se efectúa una actividad denominada tsaporap, palabra que no tiene traducción exacta en castellano; por eso hablamos de tsaporar el maíz. Se trata de reafirmar el carácter social-comunitario de nuestra producción y de crear condiciones para que ella se mantenga.

Se celebra cuando ya hay los primeros wañar, choclos. Con un machete se recogen todos, cortando las matas completas y depositándolas en un montón en el centro de la rocería; al pie se coloca wañutsi, una planta rendidora. Luego se trae el choclo a la casa y se junta con millo para hacer una gran arepa que se reparte en pedazos entre toda la familia. No queda sabrosa sino como algo amarga; a la gente no le gusta el sabor, pero hay que comerla. Después, ya se puede utilizar el resto de la cosecha como se quiera.

El tsaporap de la papa se hace recogiendo una arroba sacada de todas partes del cultivo, después de que el páramo, mojándola poco a poco, la ha jechado bien para que esté amarilla, gruesa y de buen sabor (si no jecha ligero, se hace con papa pintona, apenas comenzada a amarillar).

Se trae a la casa, se sancocha en agua que ya se tiene hervida y se prepara en puré, revuelta con queso y leche (antes se hacía en grandes canoas de madera y no en ollas de aluminio como ahora); se hacen bolas grandes, para que las papas crezcan del mismo tamaño, y a una hora fija se reparten a toda la familia amplia, dando a cada uno la misma cantidad. No se puede dejar ninguna bola a medio comer. Si sobran bolas enteras, se guardan. Parte del agua en que se han cocinado las papas se bota en un sitio por donde no haya pasado nadie, para que la cosecha no se pudra.

El tsaporap se hace porque en los cultivos hay un kal que produce enfermedades. Kosrompoto es la madre del kal, que es como un pelo que se mueve y tiene los mismos colores de aquel. En guambiano lo llamamos kosrok pusrik.

Tanto en el tsaporap del maíz como en el de la papa se origina un gran intercambio de alimentos por toda nuestra sociedad.

En los períodos de siembra, cuando se realizan grandes alik, mingas, los bailes y la chicha son también grandes remedios para que se produzcan buenas cosechas.


 
 
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