Luis Guillermo Vasco   Luis Guillermo Vasco
 
GUAMBIANOS: HIJOS DEL AROIRIS Y DEL AGUA
 

INTRODUCCIÓN

“El investigador tiene que ir de la superficie hacia la raíz,
como la mata de papa que allí está cargada para cosechar.
Después tiene que subir y, cuando escribe,
va subiendo hasta llegar a la superficie.
Pero el investigador no se puede quedar ahí,
pues viene el retoño; tiene que subir y crecer con el tallo
hasta dar toda la mata, todo el árbol;
y después tiene que bajar, profundizar otra vez.
Y así seguir hasta terminar todo completo”.

Taita Abelino Dagua, exgobernador


En julio de 1980, en su Primera Asamblea, los guambianos1 se reunieron para declarar, en forma pionera dentro del movimiento indígena en Colombia: “somos un pueblo”, y emprender así una larga lucha por “recuperarlo todo”, por “tener todo completo”. Cuando las tierras de la Hacienda Las Mercedes, su primer objetivo, estuvieron de nuevo en sus manos, se propusieron manejarlas a la manera propia y no a la de los blancos, basada en la propiedad individual de unos pocos para su enriquecimiento, sólo para descubrir que, después de cinco siglos de dominación y negación, habían olvidado el camino abierto por los anteriores y no tenían claro cuál era el modo propio guambiano de acceder a la tierra y trabajarla.

Con el fin de contribuir a encontrarlo de nuevo, el cabildo creó en 1982 un Comité de Historia que integraron miembros de la comunidad, con la tarea de “recuperar la historia guambiana”. Este Comité trabajó durante tres años para sacar a la luz la palabra propia y conseguir que los mayores2 volvieran a hablar después de un silencio que duraba ya una generación, ante la mordaza que les fue impuesta por el adoctrinamiento religioso y por la escuela.

En 1986, el cabildo quiso vincular al trabajo a alguien de fuera de Guambía, pero que tuviera una relación estrecha con sus luchas. Así surgió la idea del trabajo de investigación: “Recuperación de la historia y tradición oral en Guambía”, que realizaron miembros del Comité de Historia del Cabildo Guambiano, profesores y estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia y la Fundación Colombia Nuestra, con el patrocinio de Colciencias, entre 1987 y 1991.

Para discutir y analizar una parte de las numerosas grabaciones que los integrantes del Comité habían hecho con los mayores y para buscar que la palabra de éstos llegara otra vez a toda su sociedad, se conformó un equipo con tres guambianos que designó el Consejo del Cabildo3, dos miembros del grupo de solidarios con las luchas guambianas4, en calidad de auxiliares de investigación, y yo.

Durante un año continuo trabajamos con el sistema de investigar mediante reuniones de discusión organizadas alrededor de diversos temas específicos, metodología que recoge una de las formas de manejo del conocimiento propias de los namuy misak5 y de otros indígenas y que permite socializar, confrontar y hacer avanzar el saber de cada uno de los participantes, además de obviar el problema de la “devolución del conocimiento” que se plantean y no han logrado resolver algunas corrientes de trabajo popular6.

El diario vivir con los guambianos y estas discusiones nos permitieron recoger un cuerpo de conceptos claves, propios del pensamiento guambiano, que sustentan todo el andamiaje de su cosmovisión y de su idea de la vida y sus caminos. Guiados por ellos y a través de la palabra, hablada en nuevas reuniones de discusión, ampliamos la participación en el proceso a otros sectores de la sociedad guambiana: autoridades, sabios tradicionales, mayores, dirigentes, maestros, hombres, mujeres y niños, y conocimos sus pensamientos y experiencias para confrontarlos con nuevos saberes y descubrir y explicitar otras ideas, que luego volvimos a llevar a la discusión con ellos.

Algún tiempo más tarde, se unieron a esta tarea estudiantes de los cursos Taller de Técnicas Etnográficas y Laboratorio de Investigación, de la carrera de antropología de la Universidad Nacional de Colombia, quienes confrontaron buena parte de los resultados que se tenían hasta ese momento y agregaron otros, en un trabajo de acompañamiento7 que acrecentó bastante el avance y la explicitación del saber sobre la vida y la cosmovisión guambianas.

Este ir y venir de la palabra fue ampliando el espacio de trabajo y delineando la visión de los wam misak8 sobre su historia y sus problemas, y acerca de cómo enfrentar el presente con la guía de aquellos que van caminando adelante, de los ancestros.

Uno de los temas de más peso que surgió de este intercambio hace referencia al agua y a su papel en la vida de los guambianos, de relevante importancia porque éstos se consideran a sí mismos hijos del agua y porque con ella se relaciona Pishimisak, el dueño de todo. Los frecuentes y amplios recorridos9 que hicimos por el Resguardo nos mostraron la validez de la base material de esta visión, pues su territorio está surcado a cada trecho por innumerables corrientes de agua, como puede verse en los mapas hídricos de Guambía y en el mapa anexo al final de este trabajo. Pero también pudimos constatar la crítica escasez de tierras que ha obligado a talar los bosques y a ocupar las tierras altas, en especial el páramo, con actividades permanentes de subsistencia, como pastoreo, agricultura y extracción de leña, las cuales conducen a su gradual destrucción y a la pérdida acelerada del agua.

Por eso, una buena parte de nuestra atención y nuestro trabajo se orientó a recuperar y esclarecer esa concepción acerca del agua y del modo como ésta, en sus ciclos, transformaciones y recorridos, rige la vida guambiana, en especial la agricultura, así como las ideas en relación con su origen y el de su cultura, y con la historia. El agua es vida, el agua da vida. Como ella, la naturaleza toda es viva. Y como todo lo que es vivo, habla. Así, pues, el agua, sus seres y sus recorridos constituyen el hilo conductor que estructura y enlaza toda la cosmovisión guambiana.

Sobre esa base, y por solicitud del Gobernador del Cabildo de 1988, los miembros del equipo fuimos elaborando en forma conjunta algunos textos10 que se pensaron primordialmente como materiales para uso en las escuelas y, en segundo término, para conocimiento de los dirigentes y de los guambianos en general; aunque el primero de ellos se encaminó a refutar los distintos planteamientos que querían negar el derecho de los guambianos a su territorio, con el argumento de que eran “traídos del Perú por los españoles”. Algunos de estos escritos se utilizaron en los cursos de profesionalización de maestros guambianos y paeces como materiales de base, a partir de los cuales se desarrollaron en las veredas nuevas discusiones y confrontaciones, lo cual permitió avanzar en claridad y precisión y profundizar en los contenidos.

Con ellos, y otros que vendrán, buscamos crear herramientas que contribuyan a que la sociedad guambiana se reproduzca y crezca sobre principios arraigados en su tradición y su pensamiento propios y a tratar de detener el acelerado proceso de deterioro del páramo y pérdida del agua, problema que se agrega en forma creciente a los ya graves conflictos que afrontan los guambianos.

Porque la mayor parte de estos textos son obra de un equipo internacionalitario11, porque se escribieron conjuntamente entre sus miembros y se confrontaron muchas veces con otros guambianos y porque se dirigen a éstos en especial, pues en ellos están su base, su origen y su finalidad, se redactaron en primera persona del plural y privilegiando el punto de vista guambiano. Así mismo, porque así corresponde a la metodología con que se elaboraron. Pese a ello, su estilo no es uniforme; en él es posible distinguir las muchas voces que intervinieron en su construcción, las cuales lograron, en algunos casos, hablar en común; también puede lograrse la identificación de las diversas vertientes de pensamiento que confluyeron en el análisis y que, en ocasiones, se integraron en una única visión.

Cuando se inició el proceso de recuperación de la historia guambiana, numerosos científicos sociales, en especial los del Cauca, sostenían la idea de que la concepción del mundo y los relatos históricos tradicionales de este pueblo habían desaparecido en lo fundamental hacía ya tiempo o subsistían tan sólo algunos fragmentos de unos pocos; nuestro trabajo y estos textos revelan que esa idea era falsa, aunque sí es verdad que se encontraban sepultados bajo una gruesa capa de silencio y de ocultamiento. Muchos mayores accedieron a hablar para que su saber no se perdiera en forma definitiva y, al contrario, pudiera ser otra vez base firme para el crecimiento de su sociedad.

La creencia en que la tradición ya no existía, corría pareja con aquella que expresaba que los guambianos no habían resistido a su dominación ni a los procesos de integración a los que se los sometió y seguía sometiendo. Al proclamar ambas cosas, aquellos científicos sociales se hacían portadores del más ferviente deseo de los dominadores, a la vez el más oculto: que los guambianos estuvieran ya domesticados por completo.

Precisamente, si la tradición y la cosmogonía no desaparecieron fue porque hubo resistencia; al mismo tiempo, perduraron como formas de ella. No se extinguieron porque están impresas en el territorio y de él se beben cada día con sólo existir en él y recorrerlo.

Cuando explicitamos este saber, en público y abiertamente, reivindicándolo, encontramos que la mayor parte del mismo seguía vivo en las cabezas y en el actuar cotidiano de casi todos los namuy misak12.

Al avanzar en nuestra tarea y mientras dudábamos si consignar o no sus resultados sobre el papel, uno de los guambianos de nuestro grupo tuvo un sueño:
Se le apareció Tatakollimisak13, Pishimisak, que tenía una vara en la mano derecha. Lo miraba y se reía, mientras afirmaba con la cabeza. Y le dijo que él trabajaba con esta vara. Y la enterraba en el suelo. Le mostró muchos sitios del páramo, en especial los cerros. Y le dijo que no eran sólo esos sitios, sino el Kalusruktun. Él volteó a ver y sí, allí estaba; le dijo que allí era la casa de Kollimisak. Le decía que lo que estaban escribiendo y haciendo estaba muy bien.

Le dijo que siguiera escribiendo, pero no dijo si en un cuaderno. Sacó como una pala de madera de la laguna y se la entregó. Pensó cómo escribir. Ensayó encima de esa madera y en ella se escribía muy bien. En ese sueño se soñó que le entregó esa tabla (Tomado de mi Diario de Campo, 12-5-88).
Un tiempo antes, al ir de recorrido por El Peñón, el mismo guambiano encontró una planta desconocida en un árbol podrido. Aunque de momento no dijo nada, tiempo después nos contó que:
Sintió señas en los dedos de ambas manos. Arrancó la planta y la trajo envuelta en unas hojitas.

Esa noche le dio un sueño con una mujer páez que vino vestida de guambiana y lo enamoraba, pero no se dejaba tocar el rebozo. Él la seguía, queriendo tocarla, y ella esquivaba. Otro día, se encontraron en unos planes grandes; él subió a una peña alta y ella lo siguió. Allá, ella le dijo: éstas son sus necesidades, usted verá si quiere caminar por aquí o no. Él tenía un libro ya preparado, con bordes ribeteados brillantes como de oro, semejantes a los bordes del rebozo de ella, y se lo entregó. Ella lo recibió. Al otro día, ella vino y le devolvió el libro y le dijo que estaba bien (Tomado de mi Diario de Campo, 29-2-88).
Pienso que esos escritos son las primeras páginas del gran libro de oro de los guambianos, aunque resta aún un largo camino por recorrer hasta el día en que quede terminado, pues ellos consideran que, con nuestro trabajo conjunto de todos estos años, apenas si hemos comenzado a rasguñar la cáscara que cubre todo el complejo de su sabiduría y su existencia.

Esa voz está hecha de múltiples voces que se reúnen como en un gran río. Para conformarla hablaron muchos mayores y otras gentes guambianas, entre ellos: Juan Tunubalá, Felipe Paja Calambás, Segundo Tunubalá, Joaquín Yalanda Campo, Joaquín Morales, Vicente Tunubalá Morales, Vicente Yalanda, Antonio Aranda, Vicente Calambás, Mariano Cuchillo, Josefina Muelas Calambás, Juan Calambás, Jesús Antonio Tunubalá, Benedicto Tunubalá, Antonia Tunubalá T. y Cruz Tunubalá de Cacique, Samuel Velasco, Custodio Yalanda y Vicente Tombé de La Campana, Sebastiana Tombé, Mercedes Tumiñá y Lino Calambás de Santiago, Benilda Morales y Rafael Troches Morales de Morales, José Antonio Troches y Leonor Pechené de Cuanda, Julián Cantero, Francisco Tumiñá y Joaquín Yalanda de Las Delicias, Joaquina Almendra de Bujíos, Agustín Ussa de Tapias, Manuel Chirimuscay y Manuel Velasco de Guambía, Francisco Tombé Morales, Manuel Jesús Tunubalá, Dominga Morales Velasco, Senciona Yalanda Troches y Custodio ¨Payita" Calambás de Pueblito, Lorenzo Muelas Hurtado de Mondomo, José Abigael Pillimué de Yaquivá, Abelino Calambás de Alto de Troches, Manuela Camaya de San Pedro, Juan Bautista Ussa Ulluné de Peña del Corazón, Francisco Paja de Jambaló, Gerardo Morales Cantero e Isidro Almendra de La Campana, Domingo Calambás y Lorenzo Almendra de Ñimbe, Jesús Antonio Hurtado y Manuel Jesús Muelas del Núcleo, Francisco Casos de Villanueva, Dionisia Ussa y María Ulluné de Mishampi, Jacinta Muelas Hurtado de La Clara, Agustín Pechené de Fundación, Juan Tunubalá Muelas de San Vicente (Huila), Henry Eduardo Tunubalá y Jacinta Tunubalá de Puente Real, Emiliano Calambás y María Teresa Calambás de Tranal, Julio Tunubalá y Antonio Tombé de La Chorrera. Algunos de ellos ya “se despidieron y se fueron al Kansro”, pero antes quisieron dejar su palabra para aquellos que vienen de atrás, las nuevas generaciones de guambianos.

Para el capítulo “Sembrar y vivir en nuestra tierra”, dieron su voz los maestros guambianos, en especial: Bárbara Muelas Hurtado, José Manuel Tunubalá, Abel Tombé, Antonio Aranda, José Antonio Cantero, Narcisa Tombé Velasco, Joaquín Morales, Miguel Antonio Tombé Tumiñá, Maruja Noralba Yalanda, Miguel Antonio Cuchillo T.

Luis Guillermo Vasco Uribe



Pintura: Laguna del aroiris. Autor: taita guambiano Juan Bautista Ussa.
Técnica: vinilo sobre cartulina. Tamaño: 100 x 70 cms.



 
 
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