Luis Guillermo Vasco   Luis Guillermo Vasco
 
LEWIS HENRY MORGAN: CONFESIONES DE AMOR Y ODIO
 

XV: NOTAS SOBRE FAMILIA Y PARENTESCO

Quizás sea la fundación de la ciencia de los estudios de parentesco el aspecto de la obra de Morgan que más generalmente y con menos polémicas se le ha reconocido. Especialmente en lo que se refiere, por un lado, a los estudios de terreno para recoger información sobre esta área del conocimiento y, por otro, al descubrimiento de los dos grandes tipos de sistemas de consanguinidad y afinidad —como él los llama—: el clasificatorio y el descriptivo, distinción casi universalmente aceptada hasta hoy. Su obra Sistemas de consanguinidad y afinidad de la familia humana (1870) tiene el papel más destacado en el cumplimiento de esta tarea.

El método que Morgan emplea para la investigación, el sistema conceptual conque guía su trabajo y que al mismo tiempo desarrolla para dar cuenta de sus resultados, la forma en que expone las conclusiones, todo ello reviste un carácter y una importancia tales que su alcance va más allá del campo mismo del sistema de consanguinidad y afinidad, hasta el punto que, como ya se vió al inicio de este texto, Levi-Strauss y otros autores consideran que, con su estudio, Morgan crea la antropología social. Eso no es obstáculo para que otros limiten su incidencia y valor a su área temática más inmediata.

Fox (1972: 18-19) dice que Morgan pone su atención inicial en la manera de designar los parientes. Al notar las diferencias entre la terminología iroquesa y la nuestra, se interesa también por las de todo el mundo y considera que tales fenómenos se refieren a relaciones biológicas.

Para Godelier (1974: 259-260), Morgan distingue la existencia de “dos tipos de nomenclatura de las relaciones de consanguinidad”: la clasificatoria y la descriptiva; muestra que el matrimonio es un intercambio de mujeres entre grupos sociales más que una relación entre individuos de sexo opuesto; y, al refutar a McLennan, demuestra que la exogamia y la endogamia no son excluyentes, incluso que a veces son complementarias. En cambio, no se ha podido verificar la tesis de la
correlación binaria entre matrimonio y terminología de parentesco, [cosa que no podría darse en la medida en que] las relaciones de parentesco en las sociedades primitivas no traducen solamente las reglas de matrimonio, sino que funcionan asimismo como relaciones de producción, como relaciones políticas, como esquemas ideológicos, y esta plurifuncionalidad es el fundamento de su papel dominante (Godelier 1974: 263).
Morgan descubre la diferencia entre primos paralelos y primos cruzados, base de muchos de los modernos estudios sobre el parentesco y el matrimonio, y establece relaciones y diferencias entre los varios elementos que hacen parte de los sistemas de consanguinidad, pero, a mi juicio, en ningún caso plantea que exista el tipo de correlación binaria que Godelier y otros autores mencionan.

Lowie (1981: 84), en cambio, no está de acuerdo con aceptar la validez del planteamiento referente al aporte de Morgan en la distinción entre los dos grandes sistemas de consanguinidad, pues, dice:
“Descriptivo” se refiere a una técnica para definir el parentesco, mientras que “clasificatorio” concierne a la manera de agrupar los parientes [...] Los dos conceptos básicos del esquema no son, pues, complementarios sino que pertenecen a distintas esferas lógicas.
Rafael Julián, en su polémico artículo sobre las relaciones entre el pensamiento de Morgan y el de Engels y la imposibilidad de verificar las conclusiones de aquel —tema sobre el cual volveré al final de este capítulo—, corrobora la afirmación de Godelier (1986: 15) acerca del aporte de los dos grandes sistemas de parentesco, y agrega: [Hoy] “se reconoce que las relaciones de parentesco están conectadas no solo con la estructura de la familia sino también con las reglas de la residencia, con las condiciones tecnológicas y con las relaciones de producción”.

Pero esto es exactamente lo mismo que dice Morgan cuando plantea que se trata de sociedades que tienen como fundamento la organización social, es decir, que la gens es la base de su estructura social, de su sistema de vida. Sus análisis sobre los iroqueses lo demuestran con claridad; por ejemplo: la Liga misma es una gran familia consanguínea. Respecto de la multicausalidad que opera sobre la dinámica de cambio del parentesco y la familia, véase más abajo en este mismo capítulo.

De acuerdo con Paul Mercier (1969: 47), Morgan habría afirmado la existencia del estado de promiscuidad que la antropología de hoy no acepta —pero que desde mi punto de vista no tiene sustentación en las ideas del pionero norteamericano— y postulado una coincidencia entre terminología y relaciones de parentesco, que no se niega por completo en la actualidad.

Lisón Tolosana (1980: 36) cree que son tres los principios que guían las investigaciones de Morgan y que este habría introducido en forma innovadora en el campo de la investigación antropólogica, a saber:
La terminología clasificatoria [...] es una condensación verbal de funciones, derechos y obligaciones sociales que están en la base de la organización social y política [...] Los sistemas de parentesco, que reflejan sistemas sociales dados, permanecen aún después de que estos han desaparecido [...] en cuyo caso, la nomenclatura refleja las anteriores condiciones de la sociedad.
Sobre ellos, considera que los dos primeros han mostrado ser correctos, mientras se ha comprobado que el tercero es falso, y como éste último es la base de la metodología de Morgan, esta queda cuestionada (Lisón Tolosana ibid.).

Con los anteriores y otros criterios de diferentes autores en mente, pasaré revista ahora a algunos aspectos que considero de mayor importancia en la concepción de Morgan sobre el tema. Un estudio más profundo acerca de los mismos excede los objetivos del presente escrito.

ELEMENTOS DEL PARENTESCO

Morgan trata el sistema de parentesco como un sistema, es decir, como un todo conformado por un conjunto de elementos articulados y jerarquizados. En su metodología, toma cada uno de ellos para hacerlo objeto de estudio independiente, para luego restablecer la unidad del conjunto mediante el estudio de sus interrelaciones.

En el Capítulo III mostré cómo la exposición de Morgan distingue varios niveles de abstracción en el cuerpo de categorías que utiliza para dar cuenta de los resultados de sus investigaciones y para pensar el hecho o institución social del parentesco. Una de ellas, la del mayor nivel de abstracción, es la de sistema de consanguinidad y afinidad en general que, si bien no es útil para la comprensión misma del fenómeno, si reporta una serie de ventajas a la hora de presentar el tema, especialmente porque permite transmitir una serie de elementos que son comunes a todos los sistemas que trata y hace posible describirlos en una forma adecuada. Por supuesto, como se verá, más adelante le es necesario abandonar este nivel más abstracto y adentrarse en el proceso de captar la realidad histórica del desenvolvimiento del concepto en sus diversas formas concretas de existencia. Los siguientes son los elementos que constituyen todo sistema de parentesco, aquello que les es común, aunque en cada uno de ellos revisten formar particulares que los caracterizan y distinguen entre sí.

Lazos de sangre

Los lazos de sangre, es decir, las relaciones puramente consanguíneas, son la base de los sistemas de consanguinidad; al comienzo, al inicio de los procesos de humanización, se trata de relaciones meramente naturales, biológicas, que se establecen a través de las relaciones conducentes a la reproducción biológica y que, por lo tanto, tienen en su origen un carácter animal, prehumano; o sea que ya existen en los grupos prehomínidos de los cuales se deriva la humanidad. Como resultado del proceso de humanización, y al mismo tiempo como uno de sus componentes esenciales, adquieren un carácter social, dejan de ser exclusivamente naturales en la medida en que quedan determinados por los sistemas de consanguinidad y afinidad y por las reglas de matrimonio, a la vez que se convierten en los mecanismos que permiten la reproducción simple de esos mismos sistemas y esas formas matrimoniales.

Un sistema de consanguinidad y afinidad contiene el conjunto de lazos de sangre que su sociedad reconoce como partes de un sistema total y estructurado —quedan, pues, algunos lazos de sangre que tal sociedad no reconoce y que no hacen parte de su sistema de parentesco—, pero también y principalmente comprende las formas de pensar tales lazos y de “utilizarlos” para fundar un plan de gobierno o un sistema doméstico. Además, estas relaciones de parentesco son recíprocas, es decir, al mismo tiempo van del ego a sus parientes y vienen de los parientes al ego. Cada una de ellas constituye un par de opuestos, ninguno de los cuales puede existir por sí mismo; así, por ejemplo, padre-hijo, tío-sobrino, primo-primo y demás.

Terminología

La terminología es otro elemento integrante de los sistemas de parentesco. Contra lo que algunos expresan, Morgan no la identifica con los sistemas mismos, aunque, por supuesto, considera que están vinculados; toda terminología es la expresión material y visible de un sistema de parentesco y, por consiguiente, constituye la base de la metodología que permite acercarse a él para conocerlo, es su punto de partida.

Por eso, Morgan comienza su estudio al recoger las terminologías de las tribus indias norteamericanas, mediante su trabajo de campo personal o con el empleo de la conocida cédula de entrevista que envía a todo el mundo por intermedio de la Smithsonian Institution. Pero es preciso que se trate de terminologías en uso en la vida de la gente y no de vocabularios muertos, pues estos pierden la vida que deben expresar. La investigación debe comprender la recolección de los términos de parentesco, pero estos debe estar complementados por la observación directa de las relaciones entre las personas implicadas y por las explicaciones acerca de las mismas:
Hay que observar que es imposible recuperar el sistema de consanguinidad y afinidad de cualquier pueblo, en sus detalles, a partir del léxico o aun de su literatura o su lengua, si aquel ha cesado de ser una forma viva [...] Solamente es posible obtenerlo, en forma completa, si se acude directamente a la gente (Morgan 1970b: 17).
Ello porque un sistema de consanguinidad y afinidad o parentesco no es un grupo de parientes. El parentesco no es gente sino relaciones entre personas, es un cuerpo de relaciones abstractas. Las relaciones entre las gentes reales son aquellas de la gens o la familia, aunque algunas veces pueden coincidir. No puede decirse que el sistema de parentesco determine un grupo de parientes; este representa al grupo empírico de personas, el sistema de parentesco recoge las relaciones ocultas que se dan entre ellos. Pero hay una unidad diferente del grupo de parientes y de la familia y que es más importante como base de organización de la sociedad, el grupo doméstico. El parentesco de una sociedad no dice nada de su familia ni de su grupo doméstico. Solamente una sucesión, una serie de tipos de parentesco sirve para conocer su historia.

Morgan no cree tener en sus manos el conocimiento de los sistemas de parentesco, solo con hacer acopio de una gigantesca cantidad de información; al contrario, esto constituye únicamente el comienzo de un arduo y largo trabajo. Ninguna terminología tomada en sí misma, aislada, dice mucho de la esencia del sistema que la subyace y produce. Para ir más allá de esta apariencia hay que utilizar la comparación. Morgan crea el instrumento para desarrollarla: sus tablas de consanguinidad y afinidad. En ellas, las terminologías están dispuestas con un ordenamiento que permite establecer las equivalencias y distinciones, más allá de aquellas obvias diferencias que se derivan de la variedad lingüística.

La comparación posibilita encontrar cuáles son las relaciones, pues reduce las terminologías diversas a la relación común. Pero, una vez que Morgan encuentra y sistematiza el esquema general de los dos grandes sistemas del parentesco, puede obtener el conocimiento de cualquier otro sistema con sólo ubicar su terminología en las tablas. Así es como puede establecer, por ejemplo, que el séneca-iroqués y el ojibwa son el mismo sistema, pese a que emplean distinta terminología.

Uno de los principios que fundamentan la metodología de las tablas es la consideración, que Morgan demuestra, de que hay más correspondencias entre el sistema descriptivo y los lazos de sangre que entre el clasificatorio y tales lazos; por eso, el primero se toma como base o guía para ordenarlas y se considera como un sistema natural.

Pero esta circunstancia, al mismo tiempo y quizás sin Morgan proponérselo, introduce una connotación etnocéntrica, así como necesariamente las distorsiones consiguientes, pues se ve uno de los sistemas coloreado por los principios del otro, como ya he mostrado antes.

En los cuestionarios se inquiere por la terminología clasificatoria tomando como base de referencia una descripción de la persona cuya relación con el ego se quiere determinar: “¿Cómo llamo al hijo del hijo del hermano de mi padre?”. Se supone que la respuesta será: “Mi hijo”. Pero, ¿cómo una pregunta elaborada sobre la base de la lógica descriptiva puede producir una respuesta en la óptica lógica de la clasificación, si los principios de ambas son antagónicos?

Esto puede explicar por qué, como narra Morgan, se presentan determinadas dificultades en los procesos de aplicación de los cuestionarios en las sociedades indígenas de América Central y del Sur —hablantes del castellano y no del inglés—, que no se dan en la misma forma en Norteamérica. El sistema de parentesco inglés está más ceñido a descripciones puras que el español, por lo que se dificulta más la doble conversión, primero del inglés al castellano y, luego, de este a la lengua indígena correspondiente.

Empero, Morgan justifica este tomar el sistema descriptivo como guía para recoger y presentar la información de los sistemas clasificatorios, con el argumento de que las características del sistema descriptivo existen desde siempre en todos los otros sistemas de consanguinidad. Asegura que siempre ha existido la descripción de parientes, pero que ese no era el principio que predominaba antiguamente. En los sistemas clasificatorios, la descripción es solamente un medio para ubicar a la gente. En los descriptivos, es el rasgo esencial, su contenido. Distinción que disipa la objeción de Lowie, presentada por mí un poco más arriba.

Al interior de las categorías clasificatorias, la gente distingue los distintos tipos de padres, de hijos, de hermanos, etc. Es decir, que se establecen y reconocen claras diferenciaciones entre parientes que pertenecen a una misma categoría clasificatoria. Cada persona individual está ubicada y diferenciada con respecto a las demás, pero el sistema clasificatorio en sí no es individual sino colectivo, por eso agrupa; además lo hace sin distinguir entre afinidad y consanguinidad.

Lo propio sucede con las formas descriptivas —con excepción del sistema erse, que es puro—: todas tienen categorías clasificatorias de algún tipo, como la de tío, por ejemplo, pero éstas son secundarias y derivadas y se usan con un contenido descriptivo, son determinadas por él y sirven para ubicar con respecto al ego.

Conceptos de ordenamiento y jerarquización

El tercer elemento integrante de un sistema de consanguinidad es el conjunto de ideas y criterios que ordenan y jerarquizan los parientes en torno a un ego. Para Morgan, éstas ideas son de las primeras que crea el ser humano durante el período de formación de su cerebro y uno de los primeros ejercicios de la mente que conduce a que broten los gérmenes iniciales de pensamiento. Esquematizando un poco, podría decirse que la humanidad se hizo con la creación de los sistemas de parentesco y, por su puesto, con el nacimiento de la idea respectiva.

Estas tres partes, los lazos de sangre, la terminología y los principios para ordenar los parientes, tienden a ser congruentes entre sí, pero cada una tiene su lógica y sus formas de cambio propias. No se corresponden directamente y ninguna de ellas puede ser considerada como un simple reflejo de las demás.

EL IR DE LO COMPLEJO HACIA LO SIMPLE

Cuando Morgan pasa del estudio del sistema iroqués, el primero con el cual trabajó, al del ojibwa, al del algonquino y poco a poco extiende su indagación a toda América, al Asia, al mundo entero y, por consiguiente, al sistema descriptivo, la comparación le sirve para ampliar el campo empírico de su investigación —yendo de lo particular a lo general y a lo universal—, pero, a la vez, para producir y profundizar el conocimiento de cada una de las formas particulares.

En el desarrollo de su exposición, Morgan va de lo simple, el sistema descriptivo, a lo complejo, el sistema clasificatorio, orden que es inverso al de la serie lógica:
Determinar el orden apropiado para ordenar los materiales que aquí se presentan fue problema de alguna dificultad. Seguí el orden natural del tema tan exactamente como me fue posible. Todas las formas de consanguinidad que aparecen en las tablas se resumen en dos, la descriptiva y la clasificatoria. La primera de ellas es la más simple en su estructura, y por esta razón debe considerarse en primer lugar (Morgan 1970b: 7).
Un sistema natural es aquel en el cual la consanguinidad coincide en mayor grado con los lazos de sangre. El más cercano a esta situación es el descriptivo y podría recibir un ordenamiento perfectamente numérico; por esta razón es el más simple. Podría decirse, retomando los términos de moda, que es el menos simbólico, el que ha dejado menos espacio para el ejercicio creativo de la mente humana.

En la serie lógica que Morgan establece, el parentesco clasificatorio precede al descriptivo, mientras que la antropología piensa la serie histórica global de una manera diferente por completo. Según ella, se avanza de lo simple, es decir, lo salvaje y lo bárbaro, a lo complejo, que es la civilización. Tal como lo presenta Morgan, el desenvolvimiento del parentesco avanza en sentido contrario, de lo complejo a lo simple. Solamente en la exposición se sigue el orden inverso, de lo simple a lo complejo, del descriptivo al clasificatorio. A todas luces, se trata de una concepción que toma la idea de partir del presente hacia el pasado como piedra angular de su metodología, y que es contraria del todo a la de la antropología.

Esta manera de plantear la relación entre los dos sistemas es claramente no evolucionista. Tampoco la mira cronológicamente, a la manera de ciertos historicismos. Según Morgan, no es posible saber cuál de los dos sistemas es más antiguo ni puede establecerse que uno de ellos provenga del otro se inclina a considerar que surgieron en forma independiente. Incluso, el paso del sistema clasificatorio al descriptivo, con la civilización, no es el resultado de una evolución, de un desarrollo del segundo a partir del primero, sino de una substitución, que se produce por las necesidades de desarrollo y predominio de un elemento de la vida social, ajeno, externo al parentesco: la propiedad privada y la herencia de los bienes apropiados.

La indagación logra establecer que las formas descriptivas, posteriores en el tiempo, son menos avanzadas y desarrolladas que las primeras. Según esto, lo más avanzado, lo que cumple mejor y de la manera más práctica con los objetivos y principos del sistema, se desarrolla hacia formas menos perfectas, sin que esto implique que se trata de un retroceso, de una decadencia. Así, el sistema romano del período clásico es la forma más desarrollada del parentesco descriptivo, mucho más que los sistemas más recientes, como el español, el inglés y otros.

CAUSAS Y FORMAS DEL CAMBIO

Un sistema de parentesco no lleva en sí mismo las causas de su transformación; estas deben ser externas. La experiencia social produce cambios de forma, pero dentro de los mismos principios básicos del sistema. Es posible que en un sistema clasificatorio se presenten algunos términos descriptivos y términos clasificatorios en uno descriptivo, pero esto no afecta la caracterización del respectivo sistema pues, en ambos casos, tales términos operan de acuerdo con la lógica propia del sistema correspondiente: los términos descriptivos se establecen y usan con base en principios clasificatorios, los clasificatorios con base en principios descriptivos. Esta idea es sorprendentemente contraria a cualquier planteamiento de tipo evolucionista.

Morgan no concibe ni encuentra ninguna evidencia de que se haya dado el desarrollo histórico de uno de los sistemas de parentesco hasta convertirse en el otro; al contrario, lo fundamental es su ahistoricidad relativa, su persistencia, su auto-perpetuación a lo largo de indefinibles períodos de tiempo a través de los canales de la sangre, que son naturales. La terminología es otro mecanismo de conservación de los sistemas, ya que estos se aprenden por medio de ella cuando se aprende a hablar. El tercer factor de conservación está constituido por el hecho de que cada individuo conforma el centro de una inmensa constelación de relaciones de consanguinidad recíprocas; para que pueda darse cualquier cambio en ellas debería abarcar también a toda la sociedad, y esto es algo muy difícil de conseguir.

Otro tanto ocurre con el papel reafirmador que desempeña el hecho de que los indígenas siempre se dirigen a sus consanguíneos por el correspondiente término de parentesco y no por el nombre propio; cuando se trata de alguien no emparentado, se le llama “mi amigo”. Esta terminología se suele usar en la “forma pronominal”, es decir, anteponiéndole el posesivo “mi”: mi padre, mi hermano, mi sobrina, mi tía, y así con los demás. La forma abstracta del término únicamente se usa en el plural, aunque no todas las veces; en algunos casos no existe.

Todo lo anterior contribuye a que una forma de parentesco no se adopte, deje o cambie, ni por azar ni por simple voluntad de la gente, y a que se produzcan cambios al interior de cada sistema, pero sin desbordarlo ni derribarlo. Por ejemplo, la ley del cambio del sistema descriptivo es la de un desarrollo que tiende a producir una complejización terminológica cada vez mayor, pero siempre dentro del mismo sistema.

RELACIONES GENÉTICAS

La base principal mediante la cual Morgan (1970b: 504-505) explica la amplia extensión, prácticamente universal, de ciertas instituciones relacionadas con los sistemas de consanguinidad y afinidad, como la familia consanguínea o la punalúa y la gens, es la tesis de que las relaciones genéticas entre sociedades son la causa de las semejanzas que se presentan entre sus sistemas de parentesco:
Si se supone entonces que las terminologías turania y ganowaniana se crearon independientemente en Asia y en América, ¿por qué necesidad imperativa tendrían que haber pasado cada una por las mismas experiencias, o que haber desarrollado la misma serie de costumbres y de instituciones y, como resultado final, haber producido idéntico sistema de relaciones? El mero enunciado de estas proposiciones ya parece refutarlas, tanta es su excesiva improbabilidad [...] Si ambas familias comenzaron, cada una en su continente, en un estadio de promiscuidad, sería poco menos que un milagro que ambas hubieran desarrollado el mismo sistema final de relaciones. Por la teoría de las probabilidades es imposible suponer que ambas pasaran por las mismas experiencias, desarrollaran la misma serie de costumbres y de instituciones y finalmente produjeran, cada una por sí sola, sistemas de consanguinidad que cuando se les compara resultan ser idénticos en sus características básicas y coincidentes en los más mínimos detalles.
Esto significa que fenómenos como la difusión, mediante la cual algunos elementos pasan de una sociedad a otra a través del movimiento que algunos denominan préstamo cultural, y la convergencia, que implica que fenómenos similares aparezcan en forma independiente en distintas sociedades, no son considerados por Morgan como la base principal para explicar las semejanzas entre los sistemas de consanguinidad y afinidad en diversas partes del mundo, aunque ya vimos que sí les da importancia en el origen de otras coincidencias. Nuevamente, en este aspecto, el parentesco difiere de otros aspectos de la vida social.

REALIDAD DE LAS CATEGORÍAS

El descriptivo no es el único sistema natural en el sentido que definí antes; también el clasificatorio tiene que ajustarse a una forma natural, pues esta es una característica general de todo sistema de consanguinidad y afinidad; luego, este sistema no puede provenir del matrimonio entre parejas simples, pues no se ajusta a las relaciones que resultan de ellas, sino que tiene que hacerlo de otra forma de relación matrimonial. Como ésta no existe, Morgan la “inventa”: el matrimonio por grupos, al igual que Marx se “inventa” el comunismo primitivo, que no existía en su época. Si es real o no, no interesa fundamentalmente, pues se trata de un recurso metodológico; lo que importa es que permita explicar los principios básicos de ese sistema de consanguinidad, como efectivamente lo consigue.

Sobre este problema de la existencia del matrimonio por grupos y de la amplitud de su difusión y presencia en las sociedades más antiguas, no hay un acuerdo entre los distintos autores. Así, por ejemplo, mientras Olmeda (1970: 202) dice:
Cuando Morgan escribió su libro, nuestros conocimientos acerca del matrimonio por grupos eran muy limitados [...] Se comprende, por tanto, que Morgan la concibiese [a la familia punalúa] como el estadio de desarrollo inmediatamente anterior al matrimonio sindiásmico y le atribuyese una difusión general en los tiempos primitivos. De entonces acá, hemos llegado a conocer otra serie de formas de matrimonio por grupos, y ahora sabemos que Morgan fue demasiado lejos en ese punto.
Harris (1978: 161), al contrario, asegura que es totalmente falsa la existencia del matrimonio por grupos en algún momento de la historia humana. Engels (1966) la acepta parcialmente y no en la forma extrema como supuestamente la habría planteado Morgan.

Morgan también habría inferido la familia consanguínea —que es diferente de la promiscuidad—, con el mismo espíritu científico de quienes inventaron el átomo para explicar el comportamiento de las substancias químicas, para explicar ciertos fenómenos empíricos:
Mientras la conjetura de Morgan en cuanto a la existencia previa de la familia consanguínea tiene base empírica, no ocurre lo mismo con el lugar que asignó en su esquema al estadio conjeturado, [los indicios no obligan] a asignar ninguna época especial a esta práctica (Lowie 1972: 49).
PLANES DE GOBIERNO

El que estas formas de matrimonio existieran en la realidad o simplemente fueran posibles desde el punto de vista de la lógica de las series orgánicas, remite a otro tipo de problema. La horda es incompatible con la promiscuidad; ella prima como forma inicial de organización humana y determina la existencia de la familia consanguínea. La familia es una institución primaria —lo que no quiere decir primera— como la gens, pero es más antigua que ella; ya hay familia en la sociedad con base en sexo, pero la gens no existe todavía. Sin embargo, tampoco en ella la familia es la célula básica de la sociedad, pues este “papel” lo desempeñan las clases basadas en el sexo:
En lo más bajo del salvajismo, la comunidad de esposos y esposas, dentro de límites prescriptos, era el principio central del régimen social. Los derechos y privilegios maritales (jura conjugialia) establecidos en el grupo, se desenvolvieron en un excelente plan, que se convirtió en principio orgánico sobre el que la sociedad estaba constituida (Morgan s.f.: 47).
La organización basada en el sexo, con clases y categorías, es mucho más antigua que aquella que se funda en el parentesco, en la gens. Tal es la de los kamilaroi de Australia —pero ésta tiene ya una existencia de muchos siglos, ha pasado por miles de años de desarrollo, y es necesario aceptar esto para poder comprenderla. Morgan introduce los conceptos de “clases masculinas y femeninas” para llamar las divisiones por sexo en el sistema clasificatorio (Reed 1980: 89).

El principio de sexo y el de parentesco son opuestos y no pueden ordenar simultáneamente la sociedad; desde el punto de vista de su contenido esencial, solo uno u otro puede predominar. En Australia prima el de sexo, aunque la forma externa que reviste sea la de la gens. Se trata, propiamente hablando, del primer plan de gobierno en la historia humana.

Este proceso de conformación de la primera forma de organización de la sociedad tiene un carácter natural, lo que no quiere decir biológico, pues opera con independencia de la voluntad del hombre, exactamente como Marx (1971b: 112) considera natural a la comunidad primitiva: “La comunidad tribal, comuna natural, no es el resultado sino la condición previa de la apropiación (temporal) y de la utilización colectivas del suelo” (subrayado mío).

En Australia, pese a la gens, la población sigue agrupándose por sexos y las categorías matrimoniales no logran evitar los “males” del matrimonio entre consanguíneos. Con la aparición de la gens, el individuo accede a una clase complementaria de mujeres y puede asegurar la reproducción, demasiado limitada antes por la operación de dos exogamias a la vez: la de clase y la de gens. Se elimina el matrimonio entre primos, o mejor, se amplía el intercambio matrimonial más allá de él, lo que debilita la organización en clases de sexo. La existencia de mitades demuestra la organización original en dos grupos femeninos exógamos que se segmentaron o subdividieron.

Al superponerse a la organización por sexos, la gens debe amoldarse al matrimonio entre primos cruzados. La exogamia de mitades se transforma poco a poco en exogamia de gentes y, como estas tienen las mismas clases, comienzan a romperse esas categorías y a casarse con categorías suplementarias que antes les estaban prohibidas. Aparecen casos de personas que se casan en categorías diferentes a las prescritas; son fenómenos tendenciales que implican la transición.

Segmentación e integración

Morgan considera que la organización política de la civilización es aquella que se basa en el territorio y al mismo tiempo afirma que se opone a la societas —según Lowie (1981: 67), Henri Maine fue el primero en adoptar esta antítesis entre agrupación por sangre y unidad territorial—, y con mayor razón a la organización de clases por sexo. Pese a lo anterior, el territorio juega ya un papel en este segundo tipo de sociedades en la medida en que hay una distribución espacial de las categorías, como sucede entre los kamilaroi: en su forma de habitar, cada segmento tiende a una unidad territorial.

Los procesos de segmentación, tan importantes en las explicaciones de Morgan sobre la dinámica social, deben entenderse como una relación real entre organización territorial y organización social, pues ninguna de las dos se presenta pura ni la incompatibilidad entre ellas opera más que al nivel de las categorías abstractas. Sus propios análisis contradicen su afirmación de que la organización social está basada puramente en el parentesco. La segmentación, aunque implica el desprendimiento de un grupo de parientes, de una parte de la gens, y tiende a reconstruir un grupo social semejante al de origen, implica una dispersión territorial, es más, una de sus causas es la presión de la población respecto a los recursos de un territorio dado. El grupo que se desprende lo hace no sólo de los otros parientes sino de un asentamiento dado. Esta “lejanía” espacial y social implica algunos cambios —mayores o menores— en las condiciones de vida y, por ende, en las necesidades, y produce una diferenciación en un plazo más amplio.

Así, los procesos de segmentación social son duales: en ellos hay ruptura de lazos de consanguinidad, pero también una separación territorial. De ahí que la reproducción y desarrollo de las nuevas unidades no dé como resultado unidades idénticas a aquellas de origen. Morgan muestra cómo se crean, incluso, diferenciaciones lingüísticas, con la aparición de formas dialectales y aun de lenguas diferentes.

Las gentes originarias se segmentan y dan origen a otras. Luego, éstas se reúnen de nuevo, pero no para reconstituir la unidad originaria, sino para producir un nivel mayor de organización social: las mitades, las fratrías, con funciones, privilegios y derechos nuevos. Es decir, no se trata de que se regrese a la situación original del pasado, se trata de un avance de la sociedad en su camino de progreso.

Por tanto, la segmentación no constituye una categoría aislada, sino una de un par de categorías en relación dinámica: segmentación—integración. No hay sociedades segmentarias puras, la segmentación es solamente un momento del proceso histórico general, el otro es la integración. Por supuesto, la duración de tales procesos puede ser muy prolongada y, si se miran durante un período relativamente breve, es posible que se capte solamente uno de los momentos del proceso, bien la segmentación, bien la integración. La tribu no es únicamente una organización segmentaria, históricamente es el resultado de un proceso de segmentación—integración. Además, no se trata de un proceso cíclico sino progresivo o, si se quiere, en ciclos que avanzan en espiral. La nueva unidad siempre se produce en un nivel mayor.

RELACIÓN FAMILIA-PARENTESCO

Cuando se dice que la gens es la base de la sociedad, se está diciendo que la sociedad se basa en el parentesco. La familia —grupo unido por lazos de sangre— es necesaria para la creación y perpetuación de la gens, pero ello no implica dependencia o determinación entre ellas. En la familia hay un predominio de la consanguinidad natural; la gens plantea principios claramente sociales. La familia cambia, mientras la gens permanece. Por lo tanto, en la serie de instituciones no aparece la gens, pero sí las formas de familia. La antropología y la sociología hacen una magnificación inadecuada de la familia al presentarla como si fuera la célula básica de la sociedad.

Incluso, el grupo de consanguíneos de las familias consanguínea y punalúa es diferente de la familia, pues las categorías de parentesco no corresponden a relaciones entre individuos sino entre grupos. La categoría de familia propiamente dicha sería aplicable únicamente a la monógama. Así lo vió Morgan, quien, finalmente, se decidió a utilizar este concepto en forma general, pero sentando la diferencia entre familia primitiva y familia moderna.

Familia y sistemas de consanguinidad, sin embargo, están relacionados. Las formas de familia crean los sistemas de consanguinidad correspondientes, pero no basta conque aquellas se transformen para que estos se modifiquen también; al contrario, para que esto suceda, debe darse una profunda reestructuración del conjunto de la sociedad.

O sea, que la relación de causa a efecto entre familia y parentesco es solo abstracta, teórica; en la realidad, los cambios en la forma de familia únicamente suministran la base para que cambie el parentesco, pero la causa que produzca realmente ese cambio debe venir de afuera, ser externa:
Existe relación directa entre los sistemas de consanguinidad y los regímenes de familia. La familia representa un principio activo. No se estaciona nunca, sino que avanza de un nivel más bajo a uno más alto a medida que la sociedad adelanta, y acaba de pasar de una forma a otra de grado más elevado. En cambio, los sistemas de consanguinidad son pasivos; registran los progresos que la familia realiza a largos intervalos de tiempo y solo cambian radicalmente cuando la familia ha sufrido igual cambio radical (Morgan 1970a: 370-371).
Marx habría acogido plenamente la formulación de Morgan, si nos atenemos a lo que dice Engels (1966: 191), agregándole que “lo mismo sucede en general con los sistemas políticos, jurídicos, religiosos y filosóficos”.

En la definición de gens que Morgan retoma en Casas y vida doméstica de los aborígenes americanos, aparecen los elementos claves que la conforman. De acuerdo con ella, la caracterización es clara y desmiente a quienes han descalificado sus teorías con el argumento de que los nuevos conocimientos han demostrado que la gens no está basada en relaciones de consanguinidad, puesto que se ha descubierto que el antepasado común es ficticio. Morgan (1965: 2) tiene esto en cuenta sin que sea obstáculo para su concepción, pues no considera como esencial el que los ancestros de las gentes tengan que ser reales.
Una gens, entonces, es un cuerpo de consanguíneos descendientes del mismo antepasado común, distinguidos por un nombre gentilicio y unidos siempre por afinidad de sangre. Incluye solamente la mitad de tales descendientes. Cuando la descendencia es por línea femenina, como fue universal en el período arcaico, la gens está compuesta por un supuesto ancestro femenino y sus hijos, junto con los hijos de las descendientes mujeres, a través de mujeres, indefinidamente (subrayado mío).
Cada forma particular de familia tiene también un desarrollo interno. El levirato y el sororato muestran que la institución del matrimonio entre parejas simples está muy poco desarrollada en la familia sindiásmica. La prostitución y el adulterio indican que la cohabitación exclusiva está poco consolidada al comienzo de la monogamia y que esta todavía debe conocer nuevos desarrollos.

El desenvolvimiento de la propiedad, la existencia o desaparición de la gens, la guerra y otros sucesos, influyen en el desarrollo de la familia. Igual ocurre con la incidencia de la agricultura y el pastoreo, la arquitectura, el urbanismo. Es decir, que su desarrollo es multicausal, pese a que ciertas afirmaciones de Morgan, que se encuentran dispersas en sus obras, parecen señalar exclusivamente a las causas biológicas como las que producen el desarrollo de la familia y el parentesco y, en general, la presencia, consolidación y perpetuación de los distintos hechos en este campo. Por ejemplo: “Como el matrimonio entre los miembros de la gens estaba prohibido, esto sustraía a los miembros de la gens de los males de los matrimonios consanguíneos, y, de este modo, tendía a incrementar el vigor del linaje” (Morgan 1965: 5).

Pero, si se tiene en cuenta el conjunto de su concepción, es obvio que este vigor físico redunda en una mayor capacidad humana para enfrentarse a un medio hostil, para transformarlo mediante las artes de subsistencia, es decir, por medio del trabajo. El aumento del vigor físico es, pues, un avance de las fuerzas productivas humanas, aunque Morgan no emplee directamente este concepto.

FRATRÍA, PADRE Y GENITOR

Algunos conceptos que Morgan emplea pueden ser objeto de interpretación diferente de aquella que él les da; otros son objeto de discusión actual por parte de varios autores.

Morgan descubre la fratría, entendida —como la define en sus obras— como una unión de gentes. Pero esta parece ser la forma moderna de esa institución; al mismo tiempo, la descripción de la familia punalúa parece revelar una forma arcaica de la misma. La fratría sería, entonces y realmente, una hermandad de mayor o menor extensión, puesto que “se basaba en el matrimonio de varios hermanos con las esposas de cada uno de ellos, en grupo; y el de varias hermanas con los esposos de cada una de ellas, en grupo” (Morgan s.f.: 27, subrayados míos).

Esto me parece claro para los iroqueses, entre los cuales el grupo básico de organización no puede ser la familia sino la hermandad (es decir, la fratría en su contenido arcaico y en el sentido literal de la palabra).

Por eso no existe entre ellos una unidad permanente que provenga de la estructura de gobierno, pues ésta todavía no es permanente. Los sachems solo se reúnen durante los Consejos y la tarea de estos no abarca los asuntos cotidianos de cada nación. El resto del tiempo los sachems de cada una constituyen pequeños gobiernos nacionales, no se sabe si permanentes o también organizados por medio de reuniones ocasionales. La estructura de las gentes o tribus, fundadas en esa hermandad, es el elemento que da la estabilidad, la unidad, la permanencia.

Fox (1972: 242) considera que un error capital de Morgan radica en que, cuando en su análisis de los sistemas clasificatorios encontró:
Que al hermano del padre, y quizá al hijo de la hermana del padre, se le designa con el mismo término, él lo tradujo por “padre”, creyendo que era sinónimo de progenitor, e intentó con tortuosos razonamientos explicarse por qué el ego, al parecer, no era capaz de saber quién lo había procreado (subrayado mío).
Aduce que en esas sociedades hay un término específico para designar al progenitor, distinto de aquel que significa padre. En Roma, pater designa al padre y genitor al progenitor (Fox ibid.).

Por dos razones, este ejemplo no tiene la validez que quiere asignarle su autor para refutar la concepción básica de Morgan sobre el parentesco clasificatorio: la primera, porque lo que Morgan plantea es que al padre y al hermano del padre se los incluye dentro de una misma categoría, lo mismo que a la madre y a la hermana de la madre, pero nunca al hijo de la hermana del padre, como dice Fox; segunda, porque el sistema de parentesco de los romanos no es clasificatorio sino descriptivo, en el cual siempre se hacen esas distinciones.

Lowie (1972: 49-50) insiste también en el mismo argumento, y atribuye el que considera el principal error de Morgan a que este presume que:
Un término nativo que se traduce <> es, para la mente nativa, sinónimo de <>. No puede imaginar que un hawaiano haya podido llamar <> al tío materno, a menos que en una época el tío hubiere cohabitado con su hermana, y así haya sido un posible procreador de sus hijos.
Es decir, continúa Lowie (1972: 50), que Morgan no comprende lo que realmente ocurre, porque se basa en las correspondencias de traducción de los términos indios con los nuestros. [No se trata de que] “el hermano de la madre sea llamado padre, sino que tanto el hermano de la madre como el padre son designados con un término común, que no corresponde estrictamente a ninguno de nuestro idioma”.

Morgan explica con mucha propiedad que las terminologías para padres, madres, esposas o esposos se aplican a aquellos que pueden serlo potencialmente, aunque no lo sean en la realidad. Se trata únicamente de términos generacionales. El error de Lowie, como el de Fox, estriba en que piensan que hay una correspondencia exacta entre realidad y parentesco, punto de vista que atribuyen a Morgan.

Así lo entiende Service (1960: 747), quien encuentra que de todos modos hay una relación entre vida social y parentesco: “Los términos de parentesco son aspectos de la vida social y en cierta importante medida sus pautas pueden ser determinadas por las características de la sociedad misma”.

¿HIPÓTESIS INVERIFICABLES?

Rafael Julián (1986: 13) menciona cuáles son, en su parecer, las razones que hacen inverificables las hipótesis de Morgan: 1) no se puede verificar en el terreno etnográfico la hipótesis del matriarcado, 2) no existe correlación binaria entre terminología y matrimonio, 3) los fenómenos del parentesco no están sujetos a evolución acumulativa. En cuanto a la primera, dice, no hay ninguna prueba de “una fase en que gobernaron las mujeres y en la que predominó una cultura general de tipo maternal”.

Ya he explicado (véase el Capítulo XII) que en ninguna parte de su obra Morgan considera que existiera un matriarcado definido de esta manera. Lo que plantea es la prelación de la gens matrilineal sobre la patrilineal y la existencia de una herencia por línea femenina dentro de la gens, así como un papel central de las mujeres en el interior del grupo doméstico que habita la gran casa colectiva. Menos cierto todavía es que tal idea, como lo afirma Julián (ibid.), “está en la base de toda la reconstrucción histórica de Morgan-Engels”.

Por otra parte, toda su argumentación se basa en una concepción del mito que es completamente polémica. En la actualidad, afirma:
El mito no es un calco, una réplica de la realidad histórica. El mito aquí es considerado como la historia de un fragmento de la experiencia colectiva que existe necesariamente fuera del tiempo y del espacio [...] Hoy los mitos o más bien el discurso mítico es concebido como el discurso de la inversión. Todos los mitos que hablan de las mujeres y de su poder perdido, hablan en realidad no de un poder que se tuvo y que se perdió hace mucho tiempo sino de un poder que no se tiene hoy y no se ha tenido nunca (Julián 1986: 14).
Discurso cuya fuerza ideológica sería justificativa del dominio masculino real y de la inferioridad de la condición femenina y dejaría sin pie las interpretaciones que Bachofen hace del mito y en las cuales se apoya Engels. Pero esta concepción del mito como inversión no es la única, ni está demostrada, ni puede generalizarse. Muchos otros autores actuales no lo miran de esta manera, aunque tampoco lo piensan como una imagen directa y exacta de la realidad histórica, pues, por otro lado, la visión que el mito ofrece de ella no es estática, sino que es materia de permanente reinterpretación de acuerdo con las necesidades del presente.

En lo referente a la evolución o no evolución acumulativa del parentesco, Julián (1986: 15) refuta a Morgan: [Los sistemas de parentesco y matrimonio] “son vistos hoy como modos alternativos de hacer las cosas, por lo tanto, como realidades que no están sujetas a una evolución acumulativa de la misma manera que no lo está, por ejemplo, la tecnología”.

Esta vez el problema aparece claramente como ideológico, como un enfrentamiento entre concepciones del mundo antagónicas, con los criterios del particularismo y el relativismo cultural norteamericanos confrontados con la visión histórica de Morgan.

UN BALANCE

En concepto de Augé, el parentesco es uno de aquellos campos en los cuales el aporte de Morgan tiene una particular importancia, pues introduce y/o esclarece temas que aún tienen vigencia en esta área de investigación, en especial en lo relacionado con el sistema clasificatorio: la definición de las características del mismo, la idea de que es posible hacer un estudio comparativo de los diversos sistemas de denominación de los consanguíneos y los afines, la puesta en evidencia de los sistemas Crow y Omaha, y otros:
Un progreso decisivo alcanzado en la antropología fue la identificación de seis tipos principales —y solo seis— de sistemas de denominación de parentesco en el conjunto de las sociedades humanas, que en sí constituye una aportación de espíritu estructural o, si se quiere, universalista, al análisis de las sociedades (Augé 1987: 43).
La fundación de los estudios sobre familia y parentesco por Morgan, junto con el esclarecimiento de las características de la sociedad Azteca (véase el capítulo XIII de este trabajo), constituyen, al mismo tiempo, el proceso de creación de la prehistoria en su forma moderna. Para Engels (1966: 180), se trata de una:
Historia de la familia, donde, por lo menos en líneas generales, quedaron asentados permanentemente, en cuanto lo permiten los datos actuales, los estadios clásicos de la evolución. Para todo el mundo está claro que con ello se inició una nueva época en el estudio de la prehistoria.
Así, después de introducir, pues esto fue lo que hice, un conjunto de temas que Morgan desarrolla en relación con los que llama sistemas de consanguinidad y afinidad, y de confrontar algunos criterios de otros autores sobre tales temas, pienso que es válida, en su parte substancial, la manera como Leslie A. White (1948: 144) resume el aporte de Morgan en este campo:
Cada sociedad humana de los comienzos se divide en grupos o clases sociales que, con referencia a cada individuo en la sociedad, se designan con términos de parentesco como “tío”, “hermana”, “suegra”, etc. La conducta de cada uno respecto a los demás, varía de acuerdo con la categoría de parentesco que existe con cada uno. Como las categorías son designadas con términos de parentesco, se presenta una estrecha relación funcional entre nomenclatura de parentesco y organización y conductas sociales. Sobre estas concepciones y postulados basa mucho de su trabajos la moderna escuela de antropología social. Ellos fueron descubiertos, elucidados y establecidos por Morgan hace muchas décadas.


 
 
www.luguiva.net - 2010 ® contacto@luguiva.net
Bogotá - Colombia