Luis Guillermo Vasco   Luis Guillermo Vasco
 
LEWIS HENRY MORGAN: CONFESIONES DE AMOR Y ODIO
 

V: TEORÍA DE LA TRANSICIÓN Y EL CAMBIO

En relación con la forma como Morgan concibe los procesos de cambio, resulta de gran importancia el empleo que hace del concepto de transición, el cual le permite pensar la diferenciación entre las etapas de avance social y, al mismo tiempo, conectarlas, explicar de qué manera se pasa de una a otra en la historia.

Pero es preciso establecer el nivel de abstracción que corresponde a esta idea: ¿se trata de una transición entre estadios o lo es entre condiciones de la sociedad? Es decir, ¿se trata de un concepto claramente histórico, referido a un fenómeno que se da en el avance de sociedades o instituciones concretas, o lo es teórico abstracto y hace parte del modelo de pensamiento, de la teoría de la historia? O, planteado de otro modo, ¿hay o no formas generales de transición? A continuación intentaré dar respuesta a estos interrogantes, pues su no solución conduce a malinterpretar a Morgan, como le ocurre a Terray (1971: 24): “Si por forma de transición se entiende un conjunto donde coexistirían mal que bien elementos pertenecientes unos a formas viejas y otros a formas nuevas, entonces para Morgan no existe una formas de transición” (1971: 24).

Esto resulta totalmente falso si se mira la transición como una forma intermedia con su propia coherencia, como un hecho histórico y no como un instrumento teórico. Esto es bien claro en los planteamientos de Morgan (s.f.: 309), como lo mostrará un solo ejemplo, aunque sería posible agregar muchos otros:
Se encontrará que dos tipos de organizaciones de gobierno existieron durante un tiempo uno junto a otro, como entre los atenienses, uno en vías de desaparecer, el otro en camino de imponerse. El primero era una sociedad (societas), basada en las gentes, el segundo un estado (civitas), basado en el teritorio y en la propiedad y que iba reemplazando progresivamente al primero.
TRANSICIÓN ENTRE LOS KAMILAROI

En el capítulo de La sociedad primitiva (1970a: 47-57, 1972: 61-71; s.f.: 47-60) que trata del análisis de la organización de los kamilaroi australianos, en clases basadas en el sexo, el concepto de transición es fundamental para entender la dinámica que se presenta en esta sociedad, pero, al mismo tiempo, para lograr comprender el alcance y contenido del propio concepto y poder adelantar en la tarea de dilucidar su carácter y su ubicación epistemológica.

En dicho texto, Morgan (s.f.: 48) concibe la transición como una forma de estructuración de la sociedad en la cual aparecen combinados, coexistentes, elementos que corresponden a formas de organización diferentes:
Se nos presenta entonces una notable combinación de hechos; a saber, una organización sexual y una gentilicia coexistentes; a aquella corresponde la posición central, y a esta una embrionaria, pero que progresa hacia su integración con base en sus intrusiones sobre la primera (subrayado mío).
No se trata de una coexistencia de elementos al modo de una simple sumatoria o agregado informe de ellos, no es un amontonamiento ni una mezcla, es una combinación estructurada en la cual existen determinadas relaciones entre los elementos que se combinan y que están jerarquizados. Alguno o algunos elementos, en este caso los de la organización con base en el sexo, ocupan una posición “central”, es decir, son el eje a cuyo alrededor se conforma la sociedad y se aglutinan los otros componentes, y ejercen una función de determinación sobre los demás.

Tal como veremos un poco más adelante, los elementos “centrales” representan el contenido de ese tipo de sociedad y por lo tanto la definen, la caracterizan. Los otros aparecen en estado originario, en forma embrionaria y por lo tanto débiles, lo que los hace subordinados a los primeros; desempeñan el papel de la forma de la sociedad, pero están en proceso de crecimiento, se desarrollan y fortalecen y, de todos modos, ejercen su acción sobre los centrales, modificándolos. Se encuentran en forma dispersa, no estructurada o, como dice Morgan, en forma no integrada, pero marchando hacia su integración:
La organización gentilicia sobrevino naturalmente sobreponiéndose a las clases como organización más elevada, simplemente envolviéndolas pero sin alterarlas. Que fue posterior desde el punto de vista temporal lo comprueban las relaciones de los dos sistemas, el estado inicial de las gentes, la condición de deterioro de las clases a causa de las usurpaciones de la gens y el hecho de que la clase es todavía la unidad de organización (s.f.: 54, subrayados míos).
La organización kamilaroi y su transformación

Según lo anterior, la gens existe entre los kamilaroi como forma o, si se quiere, solo se da entre ellos la envoltura externa de la gens, pero aún no su contenido. Miremos cómo se presenta la situación. Son seis gentes divididas en mitades; una de las mitades está integrada por las gentes iguana, canguro y zorra mochilera, la otra la conforman las gentes emú, bandicoot y víbora negra. Los miembros de las tres gentes de la primera mitad no pueden casarse entre sí porque son consideradas como hermanas, ya que surgieron de la subdivisión de una gens originaria, pero sí pueden hacerlo con los miembros de cualquiera de las gentes de la otra mitad. Cada gens es estrictamente exogámica y los hijos pertenecen a la gens de la madre.
Estas hacen parte de las características esenciales de la gens, dondequiera se encuentre esta institución en su forma arcaica. En sus rasgos externos, pues, es perfecta e íntegra entre los kamilaroi (Morgan s.f.: 50, subrayado mío).
Y existen ocho clases basadas en el sexo, cuatro de hombres y cuatro de mujeres. Los hombres de cada clase masculina solo pueden casarse con mujeres de una de las clases femeninas y viceversa. Las clases de varones son: ippai, kumbo, murri y kubbi, y las de mujeres: ippata, buta, mata y kapota. Los miembros de cada una están distribuidos entre las diferentes gentes y son considerados como hermanos, descendientes teóricos de un antepasado femenino común. Las miembros de las clases correlacionadas de hombres y mujeres también se consideran hermanos: ippai con ippata, kumbo con buta, murri con mata y kubbi con kapota y, por lo tanto, no pueden casarse entre sí. Los derechos de matrimonio se establecen según la norma original: ippai con kapota, kumbo con mata, murri con buta y kubbi con ippata. Por eso, cada gens contiene cuatro de las ocho clases. Es posible que originalmente solo hubiesen existido dos clases de cada sexo y que luego se subdividieran (Morgan 1970a: 52-53).

El desarrollo de la sociedad lleva a que los componentes secundarios, subordinados y no estructurados hasta ese momento, se estructuren a su vez, se integren y, al hacerlo, dejen de ser meramente formales y determinados para hacerse contenidos esenciales y determinantes; es decir, para pasar a ocupar la posición central y con ello llevar a la sociedad a una nueva etapa, a un nuevo período o, como en este caso, a una nueva forma de organización.

Un momento o período de transición es, pues, en la visión de Morgan, un momento esencialmente dinámico en la historia de una sociedad, pues en su interior compiten por el predominio formas sociales diferentes. Del resultado de esta lucha dependerá la suerte de la sociedad en su conjunto, su retroceso, su estancamiento o, por el contrario, su progreso, aunque la línea general de desarrollo es la del avance. Existe, pues, una tendencia a que los elementos embrionarios y nuevos se impongan sobre aquellos anteriores, más antiguos y que constituyen la médula del estadio social existente hasta ese momento. Morgan (s.f.: 51) expresa aquí de qué manera el elemento subordinado obliga al fundamental a modificarse, debilitándolo y empujándolo hacia su decadencia:
Este plan excluyente ha sido modificado en un detalle, como aquí se expondrá, a saber: dar a cada clase de varones el derecho de matrimonio con una clase adicional de mujeres. Este hecho constituye una evidencia de la invasión de la gens en la clase, y tiende a la caída de ésta (subrayado mío).
El cambio se hace necesario porque, con la superposición de la gens sobre las clases, las posibilidades matrimoniales de cada clase de hombres han disminuido mucho y conspiran contra las necesidades derivadas de la reproducción biológica de los kamilaroi. Restablecer el equilibrio implica aumentar el número de mujeres que sean esposas potenciales; esto se consigue al poner a disposición de cada clase de hombres una clase extra de mujeres matrimoniables, pero, como es obvio, esto debilita el principio de la organización en clases —las cuales no pueden continuar funcionando sin tropiezos ante la invasión de la gens— al mismo tiempo que contrarresta algunas de las principales ventaja de la gens. Como consecuencia de las modificaciones originadas por la incidencia de la gens, los hombres iguana-murri pueden casarse con mujeres canguro-mata, los hombres iguana-kubbi con mujeres canguro-kapota, los emú-kumbo con las víbora negra-buta y, finalmente, los emú-ippai con las víbora negra-ippata.

Cambios de forma, cambios de contenido

En sus comienzos, tales modificaciones representan solo cambios de forma y no de contenido, es decir, que no modifican todavía la estructura ni la función y, por lo tanto, no constituyen todavía un nuevo estadio de progreso social:
Puesto que el matrimonio estaba restringido a determinadas clases, en el tiempo en que había solamente dos gentes, la mitad de las mujeres de una eran, teóricamente, las esposas de la mitad de los varones de la otra. Después de la subdivisión en seis, la ventaja de casarse fuera de la gens, que era el principal beneficio de la institución, quedó contrarrestada, si no neutralizada, por la presencia de las clases al mismo tiempo que las restricciones expuestas. Esto dió por resultado el continuo intercambio matrimonial dentro de la misma rama, excepto en el grado inmediato de hermano y hermana. Si la gens hubiera podido erradicar las clases, este mal habría podido remediarse en gran medida (Morgan s.f.: 55, subrayado mío).
Las clases, entonces, no resultan adecuadas para realizar los principios y conseguir los objetivos de la gens, al contrario, los obstaculizan. No permiten que la gens pueda avanzar utilizando las clases, al tiempo que se mantiene como la envoltura formal de las mismas; por este motivo, la coexistencia de ambas formas de organización solamente puede ser temporal y necesariamente tiene que resolverse su contradicción; las “clases encierran el germen de la gens pero se quedan cortas en su realización” (Morgan s.f.: 51).

Estas clases se originan para evitar los “males” del matrimonio entre hermanos y hermanas propio del matrimonialidad por grupos del período anterior; aparece el matrimonio punalúa, semejante a la promiscuidad con el agregado de un método. Las clases de sexo, además, demuestran que este tipo de matrimonio existió.

Ippai—ippatas podrían formar la base de una gens a causa de su exogamia, pero no la conforman porque caen bajo dos nombres y sus hijos no pertenecen a sus respectivos grupos; lo mismo ocurre con cada uno de los otros pares de clases correlacionadas. La tabla siguiente (Morgan 1970a: 52) muestra el régimen de pertenencia de los hijos a las clases:


Tendencia histórica de la transición

Del análisis de la manera como ambas formas están interrelacionadas y de los efectos que su combinación produce en cada una, puede desprenderse la tendencia del proceso de transición en su conjunto, siempre y cuando se tenga en mente la secuencia general, lógica, que existe entre ellas:
Falta por mencionar una innovación respecto de la constitución originaria de las clases y en favor de la gens, la cual revela un movimiento, aún latente, en el sentido del verdadero ideal de la gens. Esto se observa en dos hechos particulares: primero, en que se consiente el matrimonio en el interior de cada trío de gentes, unas con otras, en un grado limitado; segundo, en que se permite el matrimonio entre clases entre las cuales no se permitía antes [...] contrariamente a las restricciones originales. Cada clase de varones, en cada trío de gentes, parece poder disponer ahora de una clase adicional de mujeres en las dos restantes gentes del mismo trío, mujeres que, anteriormente, les estaban prohibidas; [posibilidad matrimonial adicional que es un resultado de los citados cambios] (Morgan s.f.: 56, subrayado mío).
Por este camino, Morgan establece el resultado que se alcanza por la dinámica de la transición —aquel que produce un avance medido en la confrontación con la serie lógica de desenvolvimiento— o, si se me permite decirlo, cuál es el aspecto progresista en esa coexistencia; en este caso, las gentes, su ideal y sus principios:
Esta innovación habría sido juzgada fácilmente como un movimiento retrógrado si no fuera porque tiende a echar abajo las clases. La orientación del progreso entre los kamilaroi, tanto como pueda captarse alguna, iba de clases a gentes, seguida de una tendencia a hacer de la gens, en lugar de la clase, la unidad de la organización social. En este movimiento, el mencionado sistema de cohabitación era el elemento que resistía. El adelanto social era imposible si no se reducía su extensión, lo que era igualmente imposible mientras las clases, con los privilegios que conferían, mantuviesen su plena vitalidad. La jura conjugialia que pertenecía a estas clases, era un peso muerto para los kamilaroi, quienes, sin emanciparse de él, hubieran permanecido por otros miles de años substancialmente en la misma condición en que fueron hallados (Morgan s.f.: 57, subrayado mío).
Sin embargo, esta “orientación de progreso” no puede ser percibida directamente entre los kamilaroi. Si únicamente se analiza su estructura social, concebida como una unidad en sí misma, parecería darse un movimiento de involución, de retroceso, puesto que el objetivo de la gens está en excluir un número cada vez mayor de consanguíneos de la posibilidad matrimonial, reduciendo los intercambios entre personas de la misma sangre y evitando los “males” que se derivan de esta circunstancia, y, en cambio, lo que ocurre entre los kamilaroi es el agregado de nuevas posibilidades matrimoniales entre categorías antes prohibidas.

Pero si se refiere su régimen a la serie orgánica, se concluye que hay un carácter progresivo en los cambios que están ocurriendo, pues conducen directamente hacia el predominio de la gens y la constitución de una sociedad gentilicia, forma superior y bastante más avanzada de vida social. Se llega a esta conclusión con la perspectiva que da la mirada lanzada desde el hoy, puesto que en esa época sería imposible entrever entre los kamilaroi el carácter novedoso y de avanzada de la gens, tomada en sí misma y tal como aparece entre ellos. Incluso, un análisis funcionalista nos diría que se trata de un elemento “disfuncional” que estorba la estabilidad del sistema social. La perspectiva histórica, pues, es la única que nos permite juzgar acertadamente su carácter.

Para Morgan (s.f.: 59), este cambio no es necesariamente inevitable, al menos no durante un corto período de tiempo:
Es posible que los australianos no hubiesen realizado el derrocamiento de las clases en millares de años si no hubiesen sido descubiertos; mientras que tribus continentales más favorecidas hacía largo tiempo que habían perfeccionado la gens, avanzando a través de sus fases sucesivas y dejándola, por último, de lado, al penetrar en la civilización.
Encontramos aquí un planteamiento semejante al que se hace frente a los iroqueses, pues también en relación con ellos Morgan duda de que hubiesen podido desarraigar el “espíritu de cazador” —que los retuvo en una misma condición durante períodos prolongados de tiempo— sin mediar la colonización y la dominación sufridas a manos de los europeos y los norteamericanos. Más atrás me referí ya al problema de establecer si, en la concepción de Morgan, las condiciones internas de la sociedad son la causa fundamental del cambio o si este papel corresponde a los factores externos.

MOMENTO HISTÓRICO-CONCRETO Y NO GENERAL

De lo planteado hasta aquí podemos concluir que para Morgan la transición es un momento histórico o, si se quiere, una condición de la sociedad, en la cual dos principios organizativos compiten por predominar; uno, que viene del pasado, lucha por mantener su primacía, el otro, recién surgido, embrionario, trata de desarrollarse, fortalecerse y dominar y llevar así a la sociedad a un nuevo período de progreso.

Con este concepto se evidencia la idea de Morgan sobre la manera como se realizan los procesos de cambio, que no ocurren por desarrollos graduales, simplemente cuantitativos, aunque tampoco consisten en la aparición repentina de nuevos elementos que surgen de un momento a otro para establecer de una vez su imperio sobre la sociedad. Por el contrario, se trata de complejos procesos, usualmente de larga duración, para cuya comprensión son fundamentales los conceptos de contenido y forma, que ya he analizado antes.

Morgan muestra que primero cambia la forma, al sobreponerse la de los elementos nuevos sobre la anterior. Después, esto provoca modificaciones en los elementos centrales, debilitándolos. Finalmente, los nuevos elementos, que han crecido y se han fortalecido, se integran, constituyéndose en el nuevo contenido de la sociedad, asignando una nueva caracterización y coloreando los demás elementos, que quedan subordinados a ellos. Entre los kamilaroi, “la organización más reciente [la gens] se halla en proceso de desenvolvimiento dentro de su verdadera forma lógica” (Morgan s.f.: 50). Es decir, hacia la creación del primer gran plan de gobierno, el de la organización gentilicia. Cosa semejante estaba ocurriendo en el momento de la conquista con la gens india americana que, “como institución aún se encontraba en su forma arcaica, pero poseía los elementos esenciales de la griega y la romana” (Morgan s.f.: 102). Solamente hacía falta la integración de tales elementos para que alcanzara la forma moderna y más avanzada de la gens, pero esta no se había logrado todavía.

En otros textos, Morgan retoma con bastante frecuencia el concepto de transición, lo que indica la importancia que tiene en su pensamiento y en su interpretación; analizarlo en dichos textos nos permitirá continuar profundizando en su comprensión.

La gens iroquesa

Después de comparar las diversas formas históricas de la gens, desde la más avanzada de los griegos y los romanos, pasando por sus múltiples niveles de desarrollo en América, hasta llegar a sus embriones originales entre los kamilaroi, Morgan (1970a: 60) concluye: “Con el progreso de la humanidad, la gens ha pasado por etapas sucesivas de desarrollo en su transición desde su forma arcaica hasta su forma última”.

Esta transición está dada por dos grandes cambios fundamentales: sacar la descendencia de la línea femenina y pasarla a la masculina y sacar la herencia de manos de los gentiles para pasarla a los hijos. Este cambio implicó un momento de coexistencia de ambas formas, durante el cual la herencia se daba a los agnados, constituyendo otra forma de herencia de gran importancia para la compresión de la gens: “Nuestra información es suficientemente amplia con respecto a las condiciones primera y última de esta gran institución, pero deficiente con respecto al período de transición” (Morgan s.f.: 189).

Esto es precisamente lo que se presenta en el caso de los iroqueses. En teoría, los bienes del difunto se distribuyen entre sus gentiles, es decir, entre los miembros de su gens.
más en la práctica, sus parientes más cercanos dentro de la gens se apropiaban de los bienes del extinto. En el caso de un varón, sus hermanos y hermanas propios y sus tíos maternos se dividían sus bienes. Esta limitación práctica de la herencia a los más cercanos afines gentilicios revela el germen de la herencia agnaticia. En el caso de una mujer, sus bienes eran heredados por sus hijos y hermanas, con exclusión de sus hermanos (Morgan s.f.: 75).
Según ello y desde el punto de vista de las tres grandes y sucesivas formas de herencia: 1) a los gentiles del muerto, 2) a los agnados del extinto con exclusión de los demás gentiles, y 3) a los hijos del fallecido con exclusión de los demás agnados, la primera de ellas es la norma entre los iroqueses, pero en unas circunstancias reales de transición en las cuales heredan efectivamente los agnados; es decir, que se encuentran en tránsito por el camino de constitución de la forma moderna de la gens, que no existe áun, aunque su germen se halla ya presente en las modificaciones que se dan en la práctica, en los casos concretos, prefigurando la dirección de su desarrollo. En esta situación, la segunda forma de herencia es una forma de transición que se conforma con base en la inicial, pero con modificaciones en dirección a la herencia exclusiva por parte de los hijos.

Morgan (1972: 309) explica de una manera más general en que consiste este cambio y cuál es su sentido histórico:
Un cambio de esta naturaleza dejaba la herencia dentro de la gens, como hasta entonces, pero en cambio colocaba a los hijos en la gens de su padre y a la cabeza de sus parientes agnados. Es muy probable que, durante un tiempo, compartirían con los demás agnados los bienes heredados; pero una extensión del principio por el cual los agnados excluían a los demás gentiles, dió por resultado, con el tiempo, la colocación de los agnados más atrás que los hijos, y la herencia exclusiva de estos. Y más aún: el hijo estaba ahora en la línea de sucesión del cargo de su padre.
Desenvolvimiento de la familia

En el desenvolvimiento de la familia se dan, asimismo, períodos de transición, durante los cuales una forma anterior de esta institución comienza a tomar características que pertenecen a la siguiente, lo cual indica la dirección del cambio.
[La familia punalúa] en el transcurso del progreso humano siguió a la familia consanguínea a la que se sobrepuso y de la que era una modificación. La transición de una a otra se produjo mediante la exclusión gradual de los hermanos y hermanas propios de la relación matrimonial, cuyos males no podían seguir escapando a la observación humana (Morgan 1970a: 362).

En el estadio medio de la barbarie, las tribus indias comenzaron a cambiar la descendencia de la línea femenina a la masculina, a medida que la familia sindiásmica del período comenzó a tomar características de monogámica (Morgan s.f.: 67).
En otras palabras, que la familia sindiásmica es una forma de transición entre el matrimonio por grupos y la monogamia; por su carácter de tal no dió origen, como sí lo hicieron los demás tipos de familia, a un sistema de consanguinidad y afinidad específico y propio:
La sindiásmica y la patriarcal, fueron formas intermedias y no lo suficientemente influyentes sobres los asuntos humanos como para crear un nuevo sistema de consanguinidad o modificar esencialmente el que existía (Morgan s.f.: 394, subrayado mío).
Al definir la ubicación de la familia sindiásmica entre la punalúa y la monogámica, Morgan (s.f.: 511) nos dice:
“su incapacidad para cambiar materialmente el sistema turanio de consanguinidad, que sólo la monogamia pudo derrumbar, evidencia que fue una etapa de transición de la familia entre las otras dos formas”.


Para que pueda hablarse de transición es necesario que entre una forma de la sociedad y otra, entre una situación y otra, aparezcan unos estados, unos momentos intermedios como resultado de algunas modificaciones; la acumulación y desarrollo de estas, finalmente, implica la aparición de una nueva condición:
La monogamia aparece en forma definida en el período superior de la barbarie. Mucho antes de esta época, algunas de sus características se habían incorporado sin duda a la anterior familia sindiásmica; pero el rasgo esencial de la monógama, es decir, la cohabitación exclusiva, no puede señalarse en la sindiásmica (Morgan s.f.: 479).
De una situación de esta naturaleza no están exentos tampoco los griegos, entre quienes el tipo de familia que predominaba en su sociedad “tenía tantas características sindiásmicas como monógamas” (Morgan 1970a: 404).

Del gentilismo al estado en Grecia y Roma

El paso de la sociedad gentilicia a la sociedad política entre los griegos y los romanos implicó también un proceso de transición, durante el cual las gentes, fratrías y tribus fueron despojadas gradualmente de sus poderes, los cuales pasaron a los nuevos cuerpos de gobierno.
[El proceso tiene origen en la incapacidad de las instituciones gentilicias] para hacer frente a las ahora complejas exigencias de la sociedad. Este movimiento fue gradual y se extendió durante un largo período de tiempo, encarnando en una serie sucesiva de ensayos que buscaban un remedio para los males existentes. La entrada del nuevo régimen fue tan gradual como la desaparición del viejo, coexistiendo ambos por un tiempo [...] El viejo sistema de gobierno se derrumbaba y el progreso exigía uno nuevo (Morgan s.f.: 263-265, subrayado mío).

[También entre los romanos] se encontrará que durante cierto tiempo, como entre los atenienses, coexistieron dos regímenes de gobierno, uno junto al otro, y que mientras el más antiguo iba cediendo su lugar al nuevo, este se afianzaba cada vez más. El primero fue una sociedad (societas), basada en las gentes; y el otro un estado (civitas), basado en el territorio y en la propiedad, que, gradualmente, fue suplantando a aquel. Un gobierno que atraviesa un período de transición, es forzosamente complejo y, por consiguiente, difícil de comprender. Estos cambios no fueron violentos sino graduales (Morgan s.f.: 309, subrayados míos).
El gradualismo de que habla Morgan no excluye los momentos de cambio radical, pero estos ocurren sobre la base de la gradual aparición de los nuevos elementos y el debilitamiento, también gradual, de los antiguos. Pero la aparición de los grandes hombres y sus acciones conduce la sociedad a una nueva etapa casi que repentinamente, ya que son ellos quienes, en estas situaciones de cambio radical, de transformación casi directa, consiguen (como se verá en el próximo capítulo) la integración de los nuevos elementos en un nuevo contenido, en un nuevo estadio de desarrollo.

Podemos encontrar un período de transición en la introducción de los elementos fundamentales para la cimentación de la civilización y la sociedad política entre los griegos. Todo el período que se abre con Teseo, Dracón y Solón, es un momento de transición, un avance hacia la sociedad política, pero que no logra constituirla aún, no la integra hasta la llegada de Clístenes, quien lo consigue.
Pero, para ser un sistema puro, fallaba en tres puntos: primero, no estaba basado en territorio, segundo, no todas las dignidades del estado estaban abiertas a cualquier ciudadano y, tercero, ignoraba el principio del gobierno propio en organizaciones primarias, excepto en cuanto haya podido existir en forma imperfecta en los naucraries. Las gentes, fratrías y tribus conservaban aún plena vitalidad pero con poderes disminuidos. Era un estado de transición, que requería mayor experiencia para desenvolver la teoría de un sistema político, en cuya dirección constituía ya un gran avance. Así, lenta pero firmemente, las instituciones humanas se desenvuelven desde formas más bajas hacia otras más altas, mediante las operaciones lógicas de la mente del hombre, que va siguiendo surcos uniformes pero predeterminados (Morgan s.f.: 273, subrayado mío).
La gens en la historia

Para terminar este tema, cito a Morgan (s.f.: 466-468) en extenso, como un medio para evidenciar en la forma más acabada su idea sobre cómo se desarrolla un proceso de transición específico, en este caso el que llevó a la aparición de la gens:
La organización en gentes fue el instrumento principal que contribuyó a lograr este resultado, pero a través de un proceso prolongado y gradual. Primero, no rompió de una vez el matrimonio por grupos que estaba establecido por la costumbre; pero la prohibición del matrimonio dentro de la gens excluía a los hermanos y hermanas propios y también a los hijos de hermanas propias, puesto que todos ellos eran miembros de la misma gens. Todavía los hermanos propios podían tener sus esposas en común y las hermanas propias a sus maridos en la misma forma; por consiguiente, la gens no contrariaba directamente el matrimonio punalúa sino que disminuía su amplitud. Pero excluía permanentemente de esa relación a todos los descendientes por línea femenina de cada antepasado dentro de la gens, lo que era ya una gran innovación sobre el primitivo grupo punalúa. Cuando la gens se subdividía, la prohibición abarcaba también a sus ramificaciones durante largos períodos de tiempo, como se ha visto que era el caso entre los iroqueses. Segundo, la estructura y principios de esta organización tendían a crear un prejuicio en contra del matrimonio entre consanguíneos, a medida que la práctica de casarse fuera de la gens iba poniendo de manifiesto los beneficios de la unión de personas no emparentadas. Parece que éste creció tan rápido que entre los aborígenes americanos, cuando fueron descubiertos, había alcanzado una difusión muy general un sentimiento público enfilado contra dicha costumbre. Por ejemplo, entre los iroqueses, en ningún caso las personas contenidas en el cuadro de consanguinidad y emparentadas por lazos de sangre podían casarse entre sí. Desde que fue necesario buscar esposas en otras gentes, comenzaron a ser adquiridas mediante negociaciones y por compra. A medida que la influencia de la organización gentilicia fue generalizándose, debió conducir, paulatinamente, a la escasez de esposas, en lugar de su anterior abundancia y, por consiguiente, a la reducción gradual del tamaño de cada grupo punalúa. Esta conclusión es razonable porque existen fundamentos suficientes para dar por sentada la existencia de tales grupos en la época de la constitución del régimen turanio de consanguinidad. Ellos han desaparecido ya, pero el sistema perdura. Estos grupos deben haber declinado gradualmente, hasta desaparecer del todo con la implantación general de la familia sindiásmica. Cuarto [sic], al buscar esposas no se limitaban a hacerlo dentro de la propia tribu ni entre las tribus amigas, sino que capturaban esposas de tribus enemigas por la fuerza. Esta es una de las explicaciones de la costumbre indígena de perdonar la vida a las cautivas, mientras que los varones eran condenados a muerte. Las esposas no serían tan fácilmente compartidas con los otros hombres una vez que comenzaron a adquirirse por compra y por captura, cada vez con más esfuerzos y sacrificios. Esto pudo orientarse hacia la exclusión de, por lo menos, aquella porción del grupo teórico no vinculada directamente por necesidades de subsistencia; y esto reduciría aún más el tamaño de la familia y la extensión del régimen conyugal. Prácticamente, y desde el principio, el grupo tendería a limitarse a los hermanos propios que compartían en común sus esposas, y a las hermanas propias que, de igual manera, compartían sus maridos. Por último, las gentes crearon una estructura orgánica de la sociedad de nivel más elevado que la conocida anteriormente, con procesos de desenvolvimiento que constituían un régimen social que se mantuvo adecuado a las necesidades de la humanidad hasta el surgimiento de la civilización. El progreso social que se desarrolló bajo las gentes preparó el camino para el advenimiento de la familia sindiásmica.
EPISTEMOLOGÍA DE LA TRANSICIÓN

Aunque el concepto de transición es abstracto, elaborado a partir del análisis de muchos procesos concretos de paso de una etapa a otra, sea de una sola institución o de la sociedad en su conjunto, no hay en Morgan una teoría general de la transición que sea válida para todo tipo de fenómeno y para todo momento. El ejemplo anterior muestra mejor que los demás que se trata de un proceso que sigue un camino determinado por las circunstancias concretas en que se presenta y por las características específicas de la serie de progreso en la que ocurre. Por lo tanto, la transición es siempre un fenómeno de tipo histórico y no es posible generalizar acerca de la forma de su ocurrencia.

Incluso, hay cierta clase de hechos sociales entre los cuales, dado su carácter, no es posible que se presente una etapa de transición. Así ocurre con aquellos cuyos principios constituyentes son radicalmente diferentes, opuestos y antagónicos entre sí, lo que no permite la coexistencia de elementos pertenecientes a ambos, ni que los componentes de uno de ellos surjan y se desarrollen en el seno del otro. Es lo que sucede con los dos grandes sistemas de consanguinidad, el clasificatorio y el descriptivo, el segundo de los cuales reemplazó al primero cuando las condiciones generales de la vida social cambiaron esencialmente, sin que haya habido un momento durante el cual se presentaron combinados elementos pertenecientes a uno y otro sistema.

Sí la hay, en cambio, entre las diversas formas de cada uno de ellos, por ejemplo entre la forma malaya y la turania del clasificatorio:
La existencia actual del sistema de parentesco clasificatorio, y la evidencia interna de la transición de la forma malaya a la turania, constituyen, por sí mismas, un poderoso argumento en favor del predominio de estas costumbres e instituciones y de su origen substancialmente en el orden establecido (Morgan 1970b: 487).
Después de constatar que, en términos generales, los sistemas descriptivo y clasificatorio de consanguinidad coinciden actualmente con las dos grandes divisiones de la humanidad, civilización y barbarie, respectivamente, Morgan concluye que ambos sistemas surgieron en forma independiente, pues la radical oposición de los principios que los sustentan no hace posible que uno de ellos —cualquiera— provenga del otro. Pero en el remoto pasado, las naciones arias tenían también el sistema clasificatorio: “Hay razones de peso para creer que los remotos ancestros de las familias aria, semítica y uraliana poseyeron el sistema clasificatorio” (Morgan, 1970b: 492-493). ¿Cómo se llegó, entonces, al predominio del sistema descriptivo entre ellas?

Morgan (1970b: 493) considera que no ocurrió como resultado de una transición, sino de una substitución, de un derrocamiento producido, además, por una causa exterior a los sistemas de parentesco, la propiedad privada: “La propiedad, entonces, es el único agente concebible, lo suficientemente poderoso para llevar a cabo una tarea tan grande como la de echar abajo el sistema clasificatorio y reemplazarlo por el descriptivo”.

Cuando la transición termina y la sociedad se encuentra en un nuevo nivel de su desarrollo, los elementos anteriores, antiguos, no necesariamente desaparecen. Mientras respondan a necesidades internas de la sociedad, pueden permanecer relegados en su importancia, con funciones simplemente secundarias o desplazadas a otros campos que ya no son los originales o como formas sin mucho peso y sin poder de determinación sobre el conjunto de la estructura social. Se conforma así en Morgan (1970a: 57) el concepto de supervivencia que ya había mencionado más arriba: “A la luz de estos hechos, algunas de las excrecencias de la civilización moderna, tales como el mormonismo, resultan ser reliquias del antiguo salvajismo todavía no desarraigadas de la mente humana” (1970a: 57).

En algunos casos, las funciones de tales elementos pierden importancia y/o se modifican, como sucede en Grecia, en donde las gentes, fratrías y tribus, luego de la legislación de Clístenes,
no fueron disueltas, empero, ni aun después de este derrocamiento, sino que perduraron por siglos como genealogías y linajes y como fundamentos de la vida religiosa (Morgan s.f.: 280-281, subrayado mío).

[Otro tanto ocurre en Roma, en donde] las gentes subsistieron mucho tiempo dentro del imperio, no como organización, pues ésta también habíase extinguido con el andar del tiempo, sino como genealogía y linaje (Morgan 1970a: 292).
En otros casos se encuentran muy atenuadas y se han convertido en formas vacías de sus contenidos de antaño:
El apellido de familia, entre nosotros, es una supervivencia del nombre gentilicio, con descendencia por la línea masculina, y que se transmite de la misma manera. La familia moderna, en cuanto la expresa su apellido, es una gens no organizada, con el vínculo de parentesco roto y sus miembros tan dispersos como extendido se halla el nombre de familia (Morgan s.f.: 62).
Pero no es ésta la única explicación que nos ofrece Morgan (1970a: 57) acerca de la existencia de las supervivencias:
Se explican por una suerte de atavismo mental [ya que] poseemos el mismo cerebro, perpetuado por la reproducción, que funcionaba en el cráneo de bárbaros y salvajes de tiempos remotos; y lo hemos heredado cargado y saturado de los pensamientos, aspiraciones y pasiones que lo trabajaban en los períodos intermedios. Es el mismo cerebro que ha crecido en edad y tamaño con la experiencia de los siglos. Estos estallidos de barbarie son otras tantas revelaciones de sus antiguas tendencias.


 
 
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