Luis Guillermo Vasco   Luis Guillermo Vasco
 
LEWIS HENRY MORGAN: CONFESIONES DE AMOR Y ODIO
 

IV: DESARROLLO DESIGUAL

Nada muestra mejor lo errado de las afirmaciones sobre el carácter evolucionista unilineal de las concepciones de Morgan que su concepto de desarrollo desigual, presente tanto en referencia a los diferentes aspectos que conforman una sociedad, como a las diversas sociedades entre sí. En la Liga de los Ho-de’-no-sau-nee o Iroqueses muestra como entre estos pueblos las formas de gobierno no se corresponden con el tipo de vida que llevan, lo cual prefigura ya el concepto de desarrollo desigual que elaboraría por completo en Sistemas de consanguinidad y afinidad de la familia humana y en La sociedad primitiva.

Los diferentes elementos e instituciones que conforman una sociedad no se desarrollan todos en forma homogénea, ni desde el punto de vista del nivel alcanzado por cada uno, ni con relación a una uniformidad en el tiempo; en ciertas épocas y circunstancias y por determinadas y muy diversas causas tanto internas como externas —como la difusión—, unos adquieren un nivel más avanzado que los demás; en otros momentos históricos, serán estos últimos los que cobren un desarrollo más alto. Morgan (s.f.: 11) nos dice que:
Se pueden ubicar en el estadio medio [de la barbarie], por ejemplo, las aldeas indias de Nuevo México, México, Centroamérica y Perú y aquellas tribus del hemisferio oriental que poseyeron animales domésticos, pero en las cuales faltaba el conocimiento del hierro. Los antiguos bretones, aunque familiarizados con el empleo del hierro, lógicamente forman parte de esta clasificación. La vecindad de tribus continentales más avanzadas había hecho progresar entre ellos las artes de la vida mucho más allá del estado de desarrollo de sus instituciones domésticas (subrayado mío).
O sea que, mientras un período étnico está integrado por elementos que son congruentes entre sí en cuanto a su nivel de desarrollo, la condición de una sociedad puede estar conformada por inventos e instituciones que pertenecen a varios períodos étnicos. Sin embargo, en un período étnico el desarrollo puede asumir también formas desiguales:
Este período étnico [la barbarie inferior] no está señalado por ningún gran invento o descubrimiento si exceptuamos el arte de la alfarería, el tejido a mano y el arte del cultivo en América, que dio la alimentación farinácea. Se distinguió más que todo por el progreso en el desenvolvimiento de las instituciones (Morgan s.f.: 538, subrayados míos).
Este desarrollo desigual no es solamente un hecho que tenga ocurrencia exclusivamente al interior de las diversas sociedades, también está presente cuando se las correlaciona entre sí, aunque habiten en una misma región, desciendan de un tronco original común e, incluso, hablen una misma lengua.

La desigual dotación natural de los hemisferios o de los territorios de los distintos países, es un factor que tiene que ver con la aparición de diferencias de avance entre los pueblos ubicados en ellos; en este caso hay una incidencia de factores naturales, externos a la sociedad, en la explicación de la situación de progreso diferencial:
Los aborígenes americanos del estadio inferior de la barbarie se hallaban en posesión de la horticultura un período étnico completo antes que los habitantes del hemisferio oriental, como consecuencia de la dotación desigual de los hemisferios. El oriental tenía todos los animales domesticables, excepto uno, y la mayoría de los cereales, en tanto que el occidental solamente tenía un cereal apto para el cultivo, aunque era el mejor. Esto tendía a prolongar en el primero el período más antiguo de la barbarie y a acortarlo en el último, con la ventaja de condición a favor de los aborígenes americanos en este período. Pero cuando las tribus más adelantadas del hemisferio oriental, en los comienzos del período medio de la barbarie, hubieron domesticado animales que les proveían de carne y leche, su condición, sin el conocimiento de los cereales, era muy superior a la de los aborígenes americanos del período correspondiente, con el maíz y otros cultivos, pero carentes de animales domésticos (Morgan s.f.: 22).
Así pues, sociedades que se encontraban en el mismo período étnico tenían condiciones sociales de distinto nivel de desarrollo; estaban unas más adelantadas que las otras. Refiriéndose a las civilizaciones griega y romana, Morgan (1970a: 32) asegura que “se las hallará deficientes en grandes inventos y descubrimientos, pero sobresalientes en artes, en filosofía y en instituciones orgánicas”.

Es decir, que los elementos que las componen no presentan un grado homogéneo de avance; sobresalen unos en detrimento de los demás; pero también en relación con otras sociedades se da una desigualdad, pues mientras se destacan sobre ellas en los aspectos de su vida espiritual y política, éstas las superan en cuanto al desarrollo de la vida material.

En la visión de Morgan (s.f.: 25), la desigual dotación natural no determina fatalmente los resultados del desarrollo social ni la posición correspondiente de las sociedades en la escala de progreso de la humanidad, sus efectos diferenciadores solo tienen lugar si se dan determinadas condiciones:
Mientras esta desigualdad de recursos fue indiferente para la humanidad en el período del salvajismo y sus efectos no se hicieron notar en el estadio inferior de la barbarie, sí representó una diferencia esencial para aquella porción que había alcanzado el estadio medio.
No hay, entonces, un determinismo geográfico, pues el medio natural produce sus efectos solo en virtud del grado de relativo adelanto, de las capacidades y necesidades de la sociedad, de su poder para utilizar los diversos recursos de que dispone.

Morgan también encuentra esta desigualdad de desarrollo en su análisis de la familia. Considera que su avance no puede ser seguido ni explicado por sí mismo, sino en su interrelación con el matrimonio y el sistema de consanguinidad. Un sistema de matrimonio es la base de partida para que se configure un tipo de familia, del cual se deriva un sistema de consanguinidad.

Pero esta correspondencia se plantea en un nivel teórico, abstracto, en el campo de la lógica del sistema. En la historia, en las sociedades concretas, se produce de ordinario un desfase entre estos elementos. La condición concreta de la sociedad en un momento dado de su historia, es una combinación estructurada de formas de matrimonio, de familia y de parentesco que no se corresponden entre sí. Esto se debe a que los sistemas de consanguinidad se autoperpetúan y prolongan su existencia mucho más allá que las formas de familia y matrimonio asociadas con ellos, y también a que, además de la interrelación que existe entre estos distintos elementos, cada uno de ellos tiene su propia dinámica interna de desenvolvimiento.

Con base en su idea del desarrollo desigual, Morgan muestra y explica los procesos de avance y estancamiento en la historia de las diversas sociedades. Cada una de ellas, con base en una dotación tecnológica que se deriva de inventos y descubrimientos, adquiere un cierto grado de desarrollo en el cual se presentan ciertos problemas y surgen determinadas necesidades. Si aquellos son resueltos y estas satisfechas, la sociedad alcanza un nuevo nivel, en caso contrario pueden ocurrir un estancamiento o una degradación social.

En este caso, no importa tanto si una sociedad desarrolla por sí misma un determinado elemento o si lo toma de otra, lo que importa es la relación de este con los problemas y necesidades sociales, es decir, que tanto la invención como la difusión tienen una importancia similar para estos efectos. Pero si en un momento dado de la historia de una sociedad se produce una invención o, en virtud de la difusión por contacto, aquella conoce un elemento novedoso sin que exista interiormente su necesidad, no se producirá ningún efecto importante e, incluso, es posible que el elemento en cuestión pase desapercibido.

Esto significa que Morgan no solamente logra “ver” los estancamientos y retrocesos que existen en la realidad, sino que puede encontrar sus causas y lo que implican dentro del conjunto del desarrollo de la humanidad, contrariamente a lo que afirman algunos autores, como Goblot (1973: 94), para quien Morgan: “[casi no es] capaz de pensar teóricamente los ‘reveses’, los estancamientos y los retrocesos, sin los cuales la historia de la humanidad sería otra historia [a causa de la marcha irresistible del progreso]”.

LOS RITMOS DE LA HISTORIA

En relación con el concepto de desarrollo desigual, Morgan plantea el de ritmos de desarrollo histórico. Estos varían, no sólo de una sociedad a otra, sino en los diversos momentos o etapas de la historia de una misma sociedad. Si en un momento dado una de ellas marcha adelante de otras de su misma área territorial o del mismo continente, es posible que aquellas aumenten su velocidad de progreso y terminen dándole alcance y aun superándola; o también, si la primera no puede resolver con éxito los nuevos problemas que se le plantean para su evolución, puede quedarse estancada durante un tiempo que puede ser más o menos largo, mientras las demás la alcanzan y la dejan atrás o, al menos, se le acercan considerablemente.

De acuerdo con la visión que desarrolla Morgan (s.f.: 39), el desenvolvimiento de la humanidad en su conjunto se va dando de tal forma que:
a porción más adelantada de la raza humana fue detenida, por así decirlo, en ciertas etapas del progreso, hasta que algún gran invento o descubrimiento, tal como la domesticación de animales o el proceso de fundición del hierro mineral, le diera un nuevo y pujante impulso hacia adelante. Mientras permanecía así detenida, las tribus más rústicas, avanzando de manera continuada, se acercaban en mayor o menor grado al mismo estado; porque dondequiera que existía una conexión continental, todas las tribus deben haber participado en alguna medida de los progresos de las otras. Todos los grandes inventos y descubrimientos se propagan por sí mismos; pero las tribus inferiores deben haber apreciado su valor antes de poder apropiárselos. En las regiones continentales, ciertas tribus llevarían la delantera; pero la dirección estaría propensa a desplazarse muchas veces en el curso de un período étnico. La destrucción del vínculo étnico y de vida de tribus particulares, seguida de su decadencia, debe haber detenido por un tiempo, en muchos casos y en todos los períodos, la corriente ascendente del progreso humano (subrayado mío).
En este adelantarse y atrasarse las sociedades, en este jalarse las unas a las otras hacia adelante, la difusión es de capital importancia. Cuando expone en qué forma las tribus del estadio inferior de la barbarie obtuvieron algunos de los elementos materiales de que dispusieron en este período, Morgan (s.f.: 540) conjetura:
No es improbable que algunos de estos inventos se tomaran en préstamo de tribus que se encontraban en el estadio medio; por este procedimiento, constantemente repetido, las tribus más adelantadas hacían ascender a las más atrasadas, a medida que estas eran capaces de apreciar y apropiarse de los medios de progreso.
Esta temática del ritmo de desarrollo social está vinculada con la problemática, que desarrollaré más adelante con amplitud, del sujeto de la historia, y por lo tanto, con la manera como esta avanza. Duvignaud (1977: 62) no duda que, en Morgan:
La idea [...] de la evolución no es tan sencilla como generalmente se cree (ni como lo ha creído Engels). Sin duda porque el jurista de Rochester había descubierto sobre el terreno esta experiencia de la diferencia, que, prolongada hasta el fin, en realidad prohibe atribuir al desarrollo del tiempo un sujeto o esencia absoluta independiente de la observación o de la fenomenología vivida: la denominación de la historia, en tanto que principio motor de las formas sincrónicas de la vida colectiva real, connota una forma absoluta, una potencia externa a la existencia de los hombres y del observador.
Si no fuera así, si se sobredimensionara hasta ese punto la historia, el desarrollo sería por completo uniforme, tal como lo concibe el evolucionismo unilineal; éste no es el caso de Morgan, en cuyo pensamiento
no es la historia (“la historia”) la que explica el pasaje de una forma a otra, sino que son el enfrentamiento de la supervivencia y de lo nuevo, y la lucha por la supervivencia en los límites de un territorio cerrado, los que provocan la mutación.
El tiempo no es pues el sujeto que determina el desarrollo de las formas sincrónicas de vida. Al contrario, el movimiento de la sociedad engendra el tiempo. Véase para mayores detalles el capítulo sobre la razón del progreso humano y la duración relativa de los períodos (Morgan 1970a: 31-43; s.f.: 29-44), en donde muestra que el tiempo es progresivo y se acelera en progresión geométrica. Entonces, la dinámica histórica no es una dinámica de categorías abstractas que se contraponen en el pensamiento o que se engendran unas a otras por fuera de los hechos de la realidad:
El pasaje de una forma a otra no se reduce simplemente a una idea o a un sistema que engendra otra idea y otro sistema sino una red de relaciones constituida contra una red de relaciones anteriores o próxima. Así la familia se opone al parentesco, los restos de familia consanguínea ayudan a constituir la gens en un sistema donde esta última ya está alterada. Aquí el pasaje no se efectúa como en la lógica de Hegel, sino en el movimiento interno de los ajustes “sincrónicos” cuya sola acumulación engendra el tiempo (Duvignaud 1977: 70).
Así puede constatarse con la dinámica general de desenvolvimiento entre los aborígenes americanos, no solo si se consideran sus diversas naciones, sino si se compara el adelanto de estas con el alcanzado por otros pueblos ubicados fuera del continente americano, tanto en el hemisferio oriental como en Europa:
Ellos iniciaron su carrera en el continente americano en el salvajismo y, no obstante una dotación inferior de cualidades mentales, su gran mayoría había emergido del salvajismo y alcanzado el estadio inferior de la barbarie, mientras una parte, los indios pueblos de Norte y Sudamérica, habían ascendido al estadio medio. Habían domesticado la llama, el único cuadrúpedo nativo de este continente que podía ser útil en la domesticación, y habían producido el bronce mediante la aleación del cobre con el estaño. Sólo necesitaban una invención, la mayor, el arte de fundir el mineral de hierro, para alcanzar por sí mismos el estadio superior. Si se tiene en cuenta la ausencia de toda conexión con la porción más adelantada de la familia humana, ubicada en el hemisferio oriental, su progreso desde el salvajismo, realizado sin ninguna ayuda, por autodesarrollo, debe considerarse como notable. Mientras el asiático y el europeo aguardaban pacientemente el regalo de las herramientas de hierro, el indio americano estaba a punto de alcanzar la posesión del bronce, que se encuentra próxima a la del hierro en orden cronológico. Durante este período de estancamiento en el hemisferio oriental, los aborígenes americanos avanzaban, no hasta el estado en que se les encontró, pero lo suficientemente cerca para alcanzarlo, mientras el asiático atravesaba el último período de la barbarie y el europeo cuatro mil años de civilización (Morgan s.f.: 39-40).
Esta idea, profundamente contraria a la del evolucionismo lineal, relativiza cualquier posición de adelanto o mayor progreso que exhiba una sociedad en un momento determinado, explicándola por razones en todo distintas a una capacidad natural de la misma, que sería, en caso de que fuera posible, un factor permanente e inmutable de superioridad.

El mayor o menor grado de avance de una sociedad en un período dado sólo se debe a las circunstancias históricas y cambiará necesariamente con la modificación de las mismas. Las sociedades que hoy van adelante pueden quedar estancadas en su avance poco tiempo después, y en tanto, las que vienen atrás se acercan a ellas y algunas las sobrepasan. Más tarde, es posible que se detengan a su vez, mientras que otra toma la delantera. Otras, todavía, decaen y aun desaparecen, pero el progreso de la humanidad en su conjunto no se detiene definitivamente. En la historia, unas cuantas sociedades alcanzaron finalmente la civilización, pero ello no significa que conservarán esa posición de primacía en el futuro. El progreso histórico es por completo relativo.

DIFUSIÓN, NECESIDAD Y CAMBIO

Es necesario recalcar aquí la observación de Morgan sobre las circunstancias necesarias para que los préstamos culturales o la difusión actúen y un pueblo pueda tomar una invención o institución proveniente de otro más avanzado en ese campo: que aquel pueda “apreciar su valor”, es decir, que el préstamo sea congruente con su nivel de desenvolvimiento y responda a sus necesidades, dándole la capacidad para satisfacerlas.

Según él, los factores externos no pueden ser por sí mismos causas del cambio de una sociedad. Para que lo sean, deben existir circunstancias internas que lo posibiliten y lo hagan necesario y darse necesidades a las cuales el factor externo responda, incidiendo de algún modo para su satisfacción.

En general, tal ha sido también la concepción marxista de la causalidad de las transformaciones sociales. Mao Tse-tung (1976: 90-91) la resume así:
La causa fundamental del desarrollo de las cosas no es externa sino interna. Todas las cosas entrañan este carácter contradictorio; de ahí su movimiento, su desarrollo. El carácter contradictorio interno de una cosa es la causa fundamental de su desarrollo, en tanto que su interconexión y su interacción con otras cosas son causas secundarias [...] La dialéctica materialista considera que las causas externas constituyen la condición del cambio, y las causas internas, su base, y que aquellas actúan a través de estas (subrayados míos).
Los fenómenos del desarrollo desigual y de la no correspondencia entre los períodos étnicos y las condiciones de la sociedad, —esta última, fluctuante en el tiempo— son hechos que exigen la elaboración de un tipo específico de tratamiento conceptual y metodológico por parte de Morgan, al cual me referiré a continuación.

PERÍODO ÉTNICO Y MODO DE PRODUCCIÓN

Ya he mostrado en el capítulo anterior cómo se diferencian y correlacionan tales fenómenos cuando se tiene en cuenta su diferente nivel de abstracción o concreción. Desde ese punto de vista, el concepto de período étnico tiene similar condición teórica que el de modo de producción en Marx. El de condición de la sociedad, a su vez, se asemeja al de formación social o formación económico-social. El período étnico contiene unas características puras, abstractas, homogéneas; el de condición de la sociedad indica las formas concretas, históricas, de existencia de la sociedad en un momento dado, conformadas por elementos correspondientes a distintos períodos étnicos y, por ende, heterogéneos.

Sabemos además que todos los componentes de una formación económico-social están estructurados con base en aquellos que corresponden a un determinado modo de producción, y que ellos determinan a los demás, coloreándolos, jerarquizándolos a su alrededor. Tal es la idea de Marx (1971b: 49):
En todas las formaciones sociales, una producción dada es la que asigna a todas las otras su rango y su importancia; las relaciones esenciales juegan un papel determinante respecto a otras relaciones. Se obtiene así una iluminación general que baña todos los colores y modifica su tonalidad particular; dicho de otro modo: un éter especial determina el peso específico de cada una de las formas de existencia.
Ya vimos que una cosa semejante ocurre con la visión de Morgan respecto de la condición de la sociedad, pues en ella algunos de los elementos componentes ocupan el lugar central, constituyéndose así en el contenido de esa sociedad específica y determinando a los demás.

Sin embargo, las diferencias de condición social tienen que ver, desde un segundo punto de vista, con el método, con el procedimiento que Morgan (s.f.: 16) sigue en el proceso de conocimiento tal como lo desarrolla a través de su exposición:
Otra ventaja de fijar períodos étnicos definidos es la de encaminar la investigación especial a aquellas tribus y naciones que ofrezcan la mejor ejemplificación de cada estadio, a fin de que cada una sirva de modelo y de ilustración (subrayados míos).
Es decir, que las sociedades concretas presentan formas muy diversas, pero algunas de ellas corresponden más a las características pertenecientes a un período étnico, se “acercan” más a él, a sus rasgos peculiares, en ese sentido son más puras y, por consiguiente, permiten captar mejor y con más fidelidad los procesos:
Algunas tribus y familias han sido dejadas en el aislamiento geográfico para resolver los problemas del progreso por el esfuerzo mental original; y, por consiguiente, han conservado sus artes e instituciones puras y homogéneas, mientras que aquellas de las otras tribus y naciones se han alterado por influjos externos. Así, mientras Africa era y es un caos étnico de salvajismo y barbarie, Australia y Polinesia se encontraban en el salvajismo puro y simple, con las artes e instituciones correspondientes a esa condición [...] La familia india de América [...] con instituciones homogéneas, ilustraba, al ser descubierta, cada una de estas condiciones, y especialmente aquellas de los estadios inferior y medio de la barbarie, en forma más elaborada y más completa que cualquier otra porción de la humanidad (Morgan s.f.: 16, subrayados míos).
Cosa semejante acontece con las tribus griegas y latinas que “ofrecen el más alto ejemplo del estadio superior de la barbarie. Sus instituciones eran también puras y homogéneas” (Morgan 1970a: 21).

Esta pureza y esta homogeneidad les otorgan su importancia relativa porque, al estar su condición más cercana al período étnico que les corresponde, contienen menos elementos de otros períodos étnicos que puedan distraer la visión que se lanza sobre ellas. De ahí que australianos y polinesios, indios americanos, romanos y griegos suministren “los más altos ejemplos de las seis grandes etapas del progreso humano [y] la suma de sus experiencias unidas representa equitativamente la de la familia humana” (Morgan ibid.).

Esto no implica que necesariamente las formas puras sean las más desarrolladas, —cuando no se trata de una pureza que resulta del aislamiento geográfico—; al contrario, generalmente son elementales, en cuyo caso la forma típica no puede ser la más pura. Por ejemplo, el sistema romano de afinidad y consanguinidad, forma típica del ario, no es puro, pues contiene categorías clasificatorias, pero es el más desarrollado en su forma lógica. En ciertos casos, la pureza resulta de un bajo nivel de desarrollo, en el cual no han surgido aún elementos pertenecientes a niveles superiores, o viene de un desarrollo autónomo que no presenta los efectos de la difusión; en otros, es consecuencia de un alto desenvolvimiento social que ha eliminado al máximo las formas sobrevivientes de estadios anteriores. Es lo que acontece con aquella Inglaterra que conoció y estudió Marx (1964: xvi):
El físico observa los procesos naturales allí donde estos se presentan en la forma más ostensible y menos velada por influencias perturbadoras, o procura realizar, en lo posible, sus experimentos en condiciones que garanticen el desarrollo del proceso investigado en toda su pureza. En la presente obra nos proponemos investigar el régimen capitalista de producción y las relaciones de producción y circulación que a él corresponden. El hogar clásico de este régimen es, hasta ahora, Inglaterra. Por eso tomamos a este país como principal ejemplo de nuestras investigaciones teóricas (subrayado mío).
Más adelante, cuando emprende el estudio de la “llamada acumulación originaria de capital”, —proceso que siguió un curso que fue específico para Europa Occidental y, en consecuencia, no podía ser tomado como una filosofía de la historia de alcance universal, como algunos lo pretendieron—, Marx (1964: 609) explica su método en una forma que coincide casi textualmente con las palabras de Morgan:
Su historia presenta una modalidad diversa en cada país, y en cada uno de ellos recorre las diferentes fases en distinta gradación y en épocas históricas diversas. Pero donde reviste su forma clásica es en Inglaterra, país que aquí tomamos, por tanto, como modelo. (subrayados míos).
Esta situación del nivel de desarrollo que el capitalismo ha alcanzado en Inglaterra a mediados del siglo pasado, contrasta con la de Alemania y el resto de Europa Occidental en la misma época:
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Junto a las miserias modernas, nos agobia toda una serie de miserias heredadas, fruto de la supervivencia de tipos de producción antiquísimos y ya caducos, con todo su séquito de relaciones políticas y sociales anacrónicas. No sólo nos atormentan los vivos, sino también los muertos (Marx 1964: xiv, subrayado mío).
Hago un paréntesis para subrayar aquí la utilización particular del concepto de supervivencia por parte de Marx en el texto que acabo de citar, concepto que está presente también en algunos lugares de los escritos de Morgan, por ejemplo:
Reprimido o moderado durante la guerra y la lucha que pusieron en peligro la existencia nacional, el libertinaje revivió con la paz y la prosperidad, porque los elementos moralizantes de la sociedad no se levantaron contra él para extirparlo. Con toda probabilidad, este libertinaje era la supervivencia de un antiguo sistema conyugal que nunca fue erradicado completamente, que se conservó durante la barbarie como un vicio social y que ahora expresaba sus excesos a través del nuevo canal del hetairismo (s.f.: 487, subrayado mío).
Aquella clase de sociedades constituye, pues, la mejor ejemplificación de un período dado, pero asimismo suministra las bases a partir de cuyo estudio se puede comenzar la investigación de las demás; una vez comprendido el modelo, se puede emprender, como ya vimos, el conocimiento de las restantes unidades mediante la comparación. Esta es la razón para que los iroqueses, los kamilaroi, los aztecas, los griegos y los romanos estén presentes en La sociedad primitiva, pese a que el objetivo de esta obra no es hacer su historia.

El Capital (Marx 1964) no constituye una historia económica de Inglaterra, pero capítulos enteros —maquinismo y gran industria, legislación obrera y otros— se refieren directamente a ese país a través de una rica información factual, casi etnográfica —como aquella que se refiere a las condiciones de vida de la clase obrera, especialmente al sector que proviene de Irlanda—, que permite que las categorías conceptuales creadas por Marx no sean un producto de la especulación, sino que sean elaboradas por él a partir de la realidad, de la cual deben, al mismo tiempo, dar cuenta; de este modo, el método de Marx, como el de Morgan, no es solamente deductivo sino también, y como punto de partida, inductivo, y procede por inferencias cada vez más amplias.

Al mismo tiempo, el análisis que hace Morgan acerca de sociedades específicas, constituye la mejor base y el camino metodológico para la construcción del concepto del período étnico correspondiente, pues se trata de ir elaborando los conceptos mediante el conocimiento de la realidad y no simplemente de exponer unos conceptos preexistentes al texto:
Cuando estas varias condiciones de la sociedad se hayan estudiado y hayan sido comprendidas a cabalidad en las áreas de su mejor ejemplificación, el curso del desenvolvimiento humano desde el salvajismo, pasando por la barbarie, hasta la civilización, se hará inteligible como una totalidad organizada (Morgan s.f.: 474).
DESARROLLO SOCIAL Y CONOCIMIENTO

Por eso, cuando se aborda la lectura de La Liga de los Iroqueses como una obra clásica de la etnografía, asombra descubrir que su objetivo no es el de describir la vida iroquesa en la década de los 40 del siglo XIX, en los momentos en que sufría una gran decadencia; al contrario, Morgan nos conduce hacia atrás, a examinarla en el período de 1670-1690, cuando se encontraba en su máximo esplendor.

Qué Morgan haya optado por este método se explica porque únicamente cuando un sistema social ha alcanzado su máximo desarrollo puede comprendérselo en sus principios y características esenciales. Cuando apenas está en proceso de avance o cuando desciende ya hacia su desaparición, no es posible captar su explicación última, esencial, sólo realizar descripciones sincrónicas y secundarias. Todas las categorías, en su existencia como entes de realidad, son desenvolvimientos de gérmenes que se originaron en el salvajismo y que han avanzado de las formas más simples a las más desarrolladas. Pero, el proceso de formulación, de conocimiento de estas categorías como categorías de pensamiento, como cuerpos de conceptos, sigue el camino inverso y sólo puede alcanzarse a partir de las formas más desarrolladas.

Para Morgan es claro que las formas fundamentales —hechos, los llama él— de una sociedad o fenómeno social no son aquellas que aparecen cronológicamente en último término. Este importante criterio está ya presente en La Liga de los Iroqueses, en donde plantea cómo la forma clásica de la oligarquía, la de Grecia, apareció mucho antes que la forma iroquesa, siendo esta última más perfecta desde el punto de vista de la democracia. Reaparece en Sistemas de consanguinidad y afinidad de la familia humana, cuando expresa que el sistema de consanguinidad de los romanos es la forma más desarrollada del sistema de parentesco descriptivo, es decir, la que aplica de una manera más cabal sus principios, mientras que formas muy posteriores, como la francesa, la española, la inglesa, etc., son menos desarrolladas pese a lo tardío de su aparición. Incluso en su última gran obra, Casas y vida doméstica de los aborígenes americanos, aplica este criterio para referirse a los diversos tipos de vivienda. En todos estos casos, Morgan supera el criterio cronologista de la historiografía más tradicional.

El objetivo de su etnografía se encuentra, pues, en la forma superior o más desarrollada de una sociedad, a partir de la cual es posible aprehender su esencia y, con base en esta, entender y explicar las demás formas.

Algunas otras sociedades presentan “anormalidades” en su desarrollo, motivadas por diversas causas:
Los elementos ajenos entremezclados con la cultura nativa, en algunas regiones del hemisferio occidental, produjeron una condición anormal de la sociedad en los sitios en donde las artes de la vida civilizada fueron adaptadas a las aptitudes y necesidades de salvajes y bárbaros. Tribus que eran estrictamente nomádicas tenían también peculiaridades sociales, nacidas de su excepcional modo de vida, que aún no se comprenden bien. Las culturas indígenas de muchas tribus se han detenido y alterado a causa de influencias derivadas de pueblos superiores, hasta el grado de cambiar el curso natural de su progreso. En consecuencia, sus instituciones y su condición social se han modificado (Morgan s.f.: 472).
Su estudio, entonces, no puede ser el punto de partida para la comprensión de las demás; al contrario, se accede a su conocimiento comparándolas con las formas más puras y homogéneas.

Incluso en el estudio del desarrollo de las instituciones particulares se presenta esta diferenciación entre los conceptos generales, abstractos, y la realidad, diferenciación que rompe con la linealidad que ciertos autores atribuyen a Morgan:
Al hablar en forma tan positiva sobre las diversas formas de la familia en su orden relativo, existe el peligro de no ser bien interpretado. Mi intención no es la de dar a entender que una forma haya surgido completa en un estadio determinado de la sociedad, florecido universalmente y en forma exclusiva allí donde hubiesen tribus de la humanidad que se encontraran en el mismo estadio, para luego desvanecerse en otra que sería la forma siguiente más elevada. Pueden haber aparecido casos excepcionales de la familia punalúa en la consanguínea y viceversa; pueden haberse registrado en medio de la punalúa casos excepcionales de la sindiásmica y viceversa; y casos excepcionales de la monógama en medio de la sindiásmica y viceversa. Aun pueden haber aparecido casos excepcionales de la monógama tan abajo como en la punalúa y de la sindiásmica tan atrás como en la consanguínea. Además, algunas tribus alcanzaron una forma determinada con anterioridad a otras más adelantadas; por ejemplo, los iroqueses, en el estadio inferior de la barbarie, ya tenían la familia sindiásmica, pero los bretones, que se hallaban en el estadio medio, todavía poseían la punalúa. La alta civilización de las costas del Mediterráneo había propagado a Bretaña artes e invenciones que iban más allá del desarrollo intelectual de sus habitantes celtas y que estos solamente podían apropiarse en forma imperfecta. Ellos parecen haber sido salvajes en cuanto a su inteligencia, pero con el uso de destrezas y elementos externos correspondientes a tribus más adelantadas (Morgan s.f.: 470-471, subrayados míos).
En la primera parte de esta cita está expresada claramente la idea de un desarrollo acumulativo, que permite que las formas sociales existentes en un período prolonguen su vida en los posteriores, pero reelaboradas por estos. La idea de que el desarrollo se da en forma de acumulación progresiva, por lo que el paso a una nueva época no implica que desaparezcan todos los elementos de la anterior, se repite otras veces. Así:
La civilización moderna recuperó y asimiló todo lo que era de valor en las civilizaciones antiguas [...] Estas civilizaciones absorbieron considerablemente los inventos y descubrimientos y las instituciones del período anterior de la barbarie, como asimismo descansaron en ellos (Morgan 1970a: 32).
Con estos criterios, Morgan elaboró los conceptos de forma modelo, forma típica y forma clásica, metodológicamente claves en sus análisis de los sistemas de consanguinidad y del desenvolvimiento de los conceptos de gobierno, familia y propiedad.


 
 
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