Luis Guillermo Vasco   Luis Guillermo Vasco
 
LEWIS HENRY MORGAN: CONFESIONES DE AMOR Y ODIO
 

II: EL HOMBRE Y SU OBRA

Lewis Henry Morgan, de quien Fenton (1962: viii) dice que “fue el científico social más importante de América en el siglo XIX”, nace el 21 de noviembre de 1818 en una granja cercana a la ciudad de Aurora, en el estado de Nueva York, en el seno de una antigua familia llegada a Nueva Inglaterra en 1636. Realiza sus estudios en el Union College de Schenectady y en la Cayuga Academy, nombres que son una clara muestra de la amplia presencia iroquesa en la vida de esta región.

LAS SOCIEDADES “SECRETAS”

Todavía en su época de estudiante y una vez terminada la secundaria, se vincula a un club de carácter literario y social modelado sobre el mito griego, The Order of the Gordian Knot (La Orden del Nudo Gordiano); este emprende, más tarde, una investigación entre los iroqueses con la pretensión de reorganizarse según el modelo de las sociedades secretas indias del pasado. Morgan se encarga de ese trabajo y durante él conoce y entabla amistad con Ely S. Parker, un joven cuyo nombre séneca es Hä-sa-no-an’-da y que llegaría a ser Comisario de los Estados Unidos para Asuntos Indígenas y general del ejército norteño en la Guerra Civil. Este hecho desempeña un papel decisivo en su orientación hacia la etnología. Su interés por colaborar en la lucha contra la Ogden Land Company, que quiere anular los títulos de los iroqueses y apoderarse de sus tierras, se convierte en la principal motivación para su conocimiento de estos aborígenes y le da bases para que desarrolle un criterio que será guía importante de todo su trabajo:
Hay que ir a la gente directamente [y] no se puede describir objeto alguno si no se le estudia de cerca. Esto lleva a una observación crítica y a una más completa posesión del mismo” (Morgan, The Indians Journals, citado por Civera 1977: 96-97).
El club se reestructura tomando como base algunas normas de las organizaciones de los cayuga y se transforma en la fraternidad “Gran Orden de los Iroqueses”. Cada uno de los participantes adopta un nombre indígena; Skenandoah es el de Morgan. Esta orientación del club revela la inclinación de algunos círculos sociales norteamericanos hacia los indios, cosa que incide para que sus miembros establezcan relaciones directas con ellos. Como labor principal, durante la década de los 40 los componentes del club se dedican a colaborar con los iroqueses que aún quedan, visitando a sénecas y tonawandas que se enfrentan a la Ogden por la defensa de sus tierras (Lisón Tolosana 1980).

HACIA LOS IROQUESES: EL ETNÓGRAFO

En 1844 Morgan establece su residencia entre Siracusa y Rochester, en un sitio desde donde se observa el gran Lago Cayuga, cerca de los asentamientos indios; se dedica al ejercicio de su profesión de abogado y al mismo tiempo amplía su relación con los iroqueses. Como primer resultado de su actividad, en 1846 lee ante la New York Historical Society su ensayo The Constitutional Government of the Six Nations of Indians, impreso más tarde. Cuando la orden comienza a disolverse, hacia 1847, por el traslado de algunos de sus miembros a otras ciudades, Morgan continúa ligado estrechamente con los dirigentes de la Reservación Tonawanda, que buscan restablecer el poder de los ocho jefes federales que tradicionalmente representaron a los sénecas en la Liga de los Iroqueses, y emprende un viaje a Washington para evitar la ratificación de un tratado fraudulento que roba la tierra a los indios. En reconocimiento, los sénecas lo adoptan en el clan Halcón (Hawk) con el nombre de Ta-ya-da-wah-guh, “el que se mantiene en medio”, es decir, el que puede hacer de puente entre los blancos y los indios.

En el período comprendido entre 1849 y 1852 recibe el encargo de acrecentar las colecciones indias de la Universidad de Nueva York, y de la elaboración de tres extensos informes sobre la cultura material iroquesa. Este trabajo le permite frecuentar con mayor asiduidad a los indios y ampliar el radio de sus investigaciones a las tribus vecinas.

“LA LIGA DE LOS IROQUESES”

En 1850 comienza a invertir su dinero en una mina de hierro y fundición —la Morgan Iron Company— y en un ferrocarril, pues busca crear una base económica propia que le permita proseguir su acción entre los indios. 1851 es un año importante para Morgan: se casa con Mary Steel y publica League of the Ho-de’-no-sau-nee, or Iroquois:
El primer informe científico escrito sobre la organización de una tribu india, [con el cual] abrió el camino a las grandes monografías etnológicas y al análisis teórico de las organizaciones sociales primitivas (Godelier, 1974: 257, 260).
Aunque ciertos aspectos de este libro han sido revaluados, Fenton, al prologar la edición de 1962, afirma que aun después de 100 años el libro de Morgan sigue siendo el mejor de tipo general sobre este pueblo, pues da en él “la primera visión científica de una tribu india”. Es la primera obra en la historia de la antropología, que tiene como fundamento un riguroso, sistemático y prolongado trabajo de campo. Lisón Tolosana (1980: 21) cita las palabras de Evans-Pritchard al respecto: “es ciertamente sorprendente que excepto Morgan [...] ni un sólo antropólogo verificó estudios de campo hasta el final del siglo XIX”.

En 1855 lee ante los Pundits, un club de intelectuales formado por él, su trabajo Laws of Descent and Consanguinity of the Iroquois, que verá la luz pública tres años más tarde (Morgan 1858). En él establece la distinción entre el sistema clasificatorio y el descriptivo y expone por primera vez la idea de que la propiedad individual subvierte la organización social primitiva. Ese mismo año llega a ser consejero de una compañía de construcción de ferrocarriles, cuya actividad se orienta a la explotación de las minas de hierro del Lago Superior.

A finales de la década de los 50, después de asegurarse unas condiciones económicas que se lo permiten, abandona el ejercicio del derecho para dedicarse a la antropología y poder emplear más tiempo en el trabajo de campo; ahora pasa largas temporadas entre los indios. Se relaciona con los ojibwas, quienes le enseñan su sistema de parentesco que resulta ser semejante al iroqués. Esto es trascendental en su vida, pues en algunas fuentes escritas descubre que es también el mismo sistema de los dakotas y los creeks y elabora, en forma pionera, la hipótesis de que esta semejanza en el sistema de consanguinidad y afinidad es indicativa de un origen común. Entonces se dedica febrilmente, y hasta 1862, a visitar otras tribus indias en Kansas, Nebraska, Missouri, Bahía de Hudson, en busca de información sobre sus sistemas de parentesco. Se dice que llegó a relacionarse directamente con cerca de 139 tribus diferentes (Civera 1977).

En el verano de 1859, lee su artículo Systems of Consanguinity of the Red Race, in its Relations to Ethnology ante la American Association for the Advancement of Science, en el cual plantea las implicaciones históricas que se derivan de las diferencias entre los distintos sistemas de parentesco y la posibilidad de que el sistema clasificatorio pueda tener un alcance que trascienda las fronteras norteamericanas, hipótesis que encuentra su confirmación poco después, cuando comprueba su presencia entre los tamil de la India gracias a las informaciones suministradas por Henry W. Scudder, un misionero norteamericano (Service 1985: 19-22).

HACIA EL MUNDO ENTERO: EL ANTROPÓLOGO HISTÓRICO

Decide, entonces, ampliar el radio de su investigación al mundo entero y, a partir de 1860, con el apoyo de la Smithsonian Institution y el Departamento de Estado de los Estados Unidos, reparte por todos los continentes su cuestionario de parentesco compuesto por 234 preguntas. En los años siguientes dedica toda su energía a trabajar el material que va recibiendo y en 1865 envía sus resultados finales a la Smithsonian para su publicación, bajo el título de Systems of Consanguinity and Affinity of the Human Family.

Pero la edición se demora, en tanto que el escocés McLennan avanza en sus investigaciones en la misma dirección. La urgencia mueve a Morgan a dar a conocer sus planteamientos en un trabajo más corto, A Conjectural Solution to the Origin of the Classificatory System of Relationships (1868a), leído ante la American Academy of Arts and Sciences en 1867. En este escrito renueva su idea de que el cambio de los sistemas clasificatorios por los descriptivos, es un resultado derivado de las necesidades provenientes de la propiedad privada, pensamiento completamente novedoso para esa época.

Según Service (1985: 42-43), resulta curioso que esta idea de Morgan haya pasado desapercibida antes de que Engels publicara, en 1884, su obra El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Sólo Frank Leslie, en el periódico Ilustrated Newspaper del 27 de julio de 1878, es decir, luego de la publicación de Ancient Society, la comenta brevemente.

Al mismo tiempo, Morgan toma parte activa en la vida política de su país, como miembro del partido Whig, primero, del Republicano, luego. Incluso, Engels (1966: 259) tiene en cuenta su posición política cuando se interesa por sus opiniones: “El republicano yanqui Morgan protesta contra esa idea [de hacer] del basileus un monarca en el sentido moderno de la palabra”.

¿AMIGO DE LOS INDIOS Y ENEMIGO DE LOS NEGROS?

A comienzos de la Guerra Civil resulta electo diputado republicano a la Asamblea Estatal de Nueva York y en 1868 es elegido Senador del Estado, con una plataforma en que denuncia con vigor “el plan de transacción del Presidente Johnson favoreciendo a los dueños de esclavos del Sur” (Rosas 1944, cit. por Weinberg 1972: 8).

Esto indica con cierta obviedad que, aunque en su obra no hay muchas referencias al Africa ni a los negros de su propio país, su posición política está del lado de estos últimos, precisamente porque quiere ver desaparecer la esclavitud. Por ello, es preciso acoger con beneficio de inventario las aseveraciones de Duvignaud (1977: 51):
Ignora a los negros y, en sus libros, el lugar de Africa es tan mínimo que uno debe preguntarse si no fue un poco despreciativo con una etnia que América acababa de asimilar legalmente, por el acta de independencia, en provecho de los “caros iroqueses” y, en general, de todos los indios. Es que en realidad la existencia concreta de la esclavitud da un golpe muy rudo al mito evolucionista por el que Morgan se sacrifica como la mayor parte de los ideólogos de su tiempo [...] Que la fase “evolucionada” del desarrollo de la civilización implicara también la esclavitud, esto lo molestaría tanto como la existencia de las guerras molestaba a Auguste Comte.
Por otra parte, uno de sus mejores amigos personales es Samuel D. Porter, ardiente abolicionista y activista del “Ferrocarril Subterráneo”, una organización encargada de facilitar la fuga de los esclavos. Además, Morgan pide que se lleve hasta su final lógico la guerra civil y “que Jefferson Davis y los líderes del sur sean desposeídos de sus propiedades y expulsados del país” (Weinberg 1972: 8).

Sin embargo, esto no evita que, escudándose en la obra de Resek (1960: 63), a quien atribuye la información, Marvin Harris (1978: 120) diga que “Morgan se afilió a la causa del abolicionismo con la esperanza de que, sin la protección de la esclavitud, la raza negra desaparecería”.

“SISTEMAS DE CONSANGUINIDAD Y AFINIDAD DE LA FAMILIA HUMANA”

El año de 1868 es el de la publicación de The American Beaver and his Works (Morgan 1868b) y en 1870, mientras se encuentra de viaje por Europa y Gran Bretaña, aparece su primera obra de gran resonancia: Systems of Consanguinity and Affinity of the Human Family, altamente valorada por algunos antropólogos. Godelier (1974: 258) cree que “con este libro nacían al mismo tiempo el análisis científico del parentesco y la antropología social”; en tanto que para Duvignaud (1977: 52):
La mirada que Morgan lanza sobre los iroqueses y luego sobre todos los indios en el momento del censo que hace de las relaciones de parentesco, con seguridad propone el primer estudio de antropología y en todo caso el más lúcido y el más organizado.
Desde su aparición, esta obra ha sido objeto, con pocas excepciones, de las más grandes alabanzas provenientes de casi todas las vertientes de la antropología; estas, en lo fundamental, reconocen a Morgan como el creador de los estudios de parentesco:
Quién primero se dió cuenta de la importancia científica de los sistemas de parentesco fue Morgan, en lo que constituye tal vez el más original y el más brillante descubrimiento individual de toda la historia de la antropología. El que muchas de las interpretaciones de detalle de Morgan resulten ya inaceptables, en nada disminuye la brillantez de su obra (Murdock 1949: 9).
Rivers (1968: 4-5, citado por Service 1985: 14). expresa su admiración por la importancia de esta obra de Morgan cuando afirma rotundamente:
No conozco otro descubrimiento en el conjunto total de la ciencia que pueda ser acreditado con más certeza a un hombre que el sistema de parentesco clasificatorio a Lewis Morgan. Esto significa no sólo que fue el primero en plantear claramente la existencia de esta forma de denotar el parentesco, sino que coleccionó una vasta masa de material mediante el cual demostró las características esenciales del sistema, además de ser el primero en reconocer la gran importancia teórica del nuevo descubrimiento.
En tanto, Malinowski (1978: 37) considera que le debemos dar crédito “por el descubrimiento del sistema clasificatorio del parentesco y por su resuelta persistencia en estudiar los principios de la relación primitiva basada en el matrimonio, la sangre y la afinidad”.

Otros suman a este mérito el de haber creado la antropología social. Entre ellos se destaca Lévi-Strauss (1969a: 261), quien considera que el conocimiento de que los términos de parentesco constituyen un sistema proviene de esta obra, con la cual Morgan aportó además una tipología de tales sistemas al exponer ideas que lo hacen uno de los “grandes precursores de los estudios estructurales”. En ella demostró que
De todos los hechos sociales, los que tocan al parentesco y el matrimonio manifiestan en máximo grado esos caracteres durables, sistemáticos y continuos hasta en el cambio, que proporcionan bases firmes al análisis científico [...] En el curso de los últimos años, la antropología social se ha interesado sobre todo en los hechos del parentesco. Ha reconocido así el genio de Lewis Morgan, cuyo libro Systems of Consanguinity and Affinity of the Human Family (1871), fundó simultáneamente la antropología social y los estudios de parentesco, explicando al propio tiempo por qué la primera debe otorgar tanta importancia a los segundos (Lévi-Strauss 1969a: 271-272).
Pero no es el único que sostiene esta visión acerca de la importancia de decisiva de esta obra. Duvignaud ( 1977: 57-58) considera:
La idea de que una reglamentación formal se relaciona con la sexualidad es probablemente la matríz de toda la antropología [...] Su estudio constituye probablemente la primera investigación antropológica de campo así como un notable modelo de investigación científica, sin duda inigualada si se tiene en cuenta el estado de las técnicas de observación y de anotaciones en época de Morgan.
No resulta extraño que el norteamericano Elman Service (1985: 14) piense que se trata de “uno de los trabajos más originales y sugerentes de toda la historia de la ciencia social”. Incluso, uno de los mayores detractores de las ideas de Morgan no puede ocultar un fuerte entusiasmo ante esta obra:
La influencia de Morgan sobre la sociología comparada fue no sólo enorme sino en muchos aspectos beneficiosa [...] Fue el primero (y por desgracia también el último) en resumir científicamente los datos norteamericanos sobre la organización gentilicia [...] Lo que da a la obra de Morgan un carácter único es el haber sido él quien literalmente creó el estudio de los sistemas de parentesco, como una de las ramas de la sociología comparada (Lowie 1981: 80-81).
El mismo autor está de acuerdo con otros antropólogos en reconocer la vigencia de las caracterizaciones de Morgan sobre los sistemas omaha y cuervo. Y concluye con esta apreciación general:
Aunque resultan erróneas las interpretaciones especiales ofrecidas por Morgan de determinados rasgos terminológicos, es en gran parte correcto su principio de que están correlacionados con ciertos factores sociales, sean ellos reglas de matrimonio o formas para contar la ascendencia. Este principio ya ha conducido a importantes descubrimientos” (Lowie 1981: 86).
Pero no deja de matizar su valoración positiva sobre la importancia de Morgan, pues cree (ibid.) que “muchas de las ideas del libro no son el producto del autor, sino de su generación”. La antropóloga social inglesa Lucy Mair (1970: 31) dice que el método de explicar los usos del parentesco, “considerándolos todos desde el punto de vista de un individuo, al que denominó Ego, se ha convertido en la técnica antropológica clásica”. En concepto de Duvignaud (1977: 57), Morgan es el primer investigador que se basa en informaciones de primera mano para “definir esta organización [social de los indios de América] a partir de las relaciones de parentesco y luego en deducir de estos lazos las relaciones de poder y de propiedad”.

El francés Marc Augé (1987: 43) resume de este modo los descubrimientos que considera como los más importantes en este libro: 1) las características principales del sistema clasificatorio de parentesco, 2) la idea de un estudio comparativo de los sistemas de denominación, 3) la puesta en evidencia de los sistemas crow y omaha, y 4):
... la identificación de seis tipos principales —y solo seis— de sistemas de denominación de parentesco en el conjunto de las sociedades humanas, que en sí constituye una aportación de espíritu estructural o, si se quiere, universalista, al análisis de las sociedades.
En la misma dirección están los aportes que resalta Godelier (1974: 202,260), aunque comportan un alcance más amplio, ellos son:
Que las relaciones sociales que dominaban la organización de la mayor parte de las sociedades primitivas consistían en relaciones de parentesco, [que ellas] poseían una lógica interna que había que buscar en el estudio minucioso de las reglas de matrimonio y de las terminologías de parentesco, [que] esos sistemas de parentesco poseían una historia.

[Morgan] trató de establecer relaciones de correspondencia funcional entre formas de producción, formas de parentesco y formas de conciencia social.
Con anterioridad a la obra de Morgan tenía aceptación universal la teoría aristotélica del origen y evolución de la sociedad; se creía que esta había comenzado con la familia doméstica de padre, madre e hijos, que tenía a aquel como patriarca y amo. Su crecimiento y las relaciones entre familias habrían dado el clan, y la unión de clanes, la tribu; y a partir de allí, se habría desarrollado el reino. En todas estas etapas, la familia natural se habría conservado como la célula básica. Morgan arrasó por completo con la vigencia de estas ideas.

En 1875 entra como miembro de la National Academy of Sciences y en 1879 es hecho presidente de la American Association for the Advancement of Science, en cuyo seno había creado una sección de etnología.

“LA SOCIEDAD PRIMITIVA”

En 1877 aparece Ancien Society, su texto más conocido y también el más alabado o vilipendiado. Para unos, como Weinberg (1972: 7), representa la obra cumbre del autor:
El libro de Morgan, La sociedad primitiva, puede y debe ser ubicado dentro de la serie de los magistrales estudios sobre la naturaleza y la sociedad. Su obra puede ser parangonada con la de Copérnico, que independiza audazmente la ciencia de la teología y niega el geocentrismo; con la de Galileo, creador del método científico; con la de Kant-Laplace, formuladores de la primera hipótesis cosmogónica que prescinde de la divinidad; con la de Lyell, que racionaliza y da sus fundamentos a la geología; con la de Darwin al plantear en forma inconmovible el principio de la evolución y con la de Marx, su contemporáneo en más de un sentido, con su genial análisis histórico de la sociedad. Es dentro de esta línea, la más progresista y consecuentemente científica, que debe colocársele para entender en toda su significación y trascendencia el aporte de Morgan a las “ciencias del hombre”.
Federico Engels, como lo expresa en una carta que dirigió a Kautsky el 16 de febrero de 1884 (citado por Julián 1986: 13), considera: “Morgan descubrió la visión materialista de la historia de Marx de nuevo y por su propia cuenta, dentro de los límites dados por su objetivo, y concluye, para la sociedad actual, con postulados directamente comunistas”.

Para dar su concepto, Engels se basa en las discusiones que sostiene con Marx acerca de la obra de Morgan y, por supuesto, en los resultados de su propia lectura. Según Julián (1986: 12), Marx conoce La sociedad primitiva por medio de un estudioso ruso, M. M. Kovalevsky, quien la obtiene en un viaje a los Estados Unidos. Lawrence Krader dice que a lo mejor era únicamente prestada pues Engels no la encontró en la biblioteca de Marx. En marzo de 1884, Engels obtiene su propio ejemplar, según lo comenta a Kautsky en una carta del 24 de marzo de ese año. Krader publicó las notas de lectura de Marx en 1972 con el título The Ethnological Notebooks of Karl Marx.

Para otros, al contrario, como comenta críticamente Terray (1971: 1), esta obra hace a Morgan merecedor de severa reprobación por su contenido evolucionista: ”Con ella se hace culpable del pecado mortal del evolucionismo y, por tanto, la sentencia esta vez no tiene apelación, y concita unánimemente a las escuelas más opuestas”.

Dentro de esta posición decididamente ideológica es posible ubicar a Lowie (1972: 7), quien confiesa:
[Como La sociedad primitiva] encarnaba de manera sistemática el antiguo evolucionismo lineal que postulaba leyes de evolución, mi libro se convirtió inevitablemente en una crítica permanente a Morgan.
Pero, ¿acaso es esta la única y verdadera razón para tales ataques? Es lo que trataré de esclarecer a continuación.

POLÍTICA, EVOLUCIONISMO Y ANTROPOLOGÍA

En efecto, para algunos autores se trata una obra enmarcada definitivamente dentro de la tendencia evolucionista; constituye, incluso, un texto clave de la misma. A Morgan se debe, según uno de ellos:
La más elaborada síntesis del pensamiento antropológico evolucionista del pasado siglo. Como tal, La sociedad antigua recrea y reproduce los principales defectos de este enfoque, al tiempo que destaca brillantemente sus aspectos más ricos y sugerentes, desarrollándolos muchas veces hasta niveles jamás alcanzados por otros autores evolucionistas anteriores (Díaz-Polanco 1977: 10-11).
Melville Herskovits (1964: 511), tan mesurado en otras ocasiones, propone entre las causas por las cuales el evolucionismo llegó a ser rechazado por “un número tan preponderante de investigadores del hombre”, un criterio que muestra con claridad la raíz política de gran parte de la oposición a las ideas de Morgan. Véamoslo en dos textos suyos:
La doctrina de la evolución fue llevada al campo de la política, donde adquirió rigidez al modo de cualquier hipótesis científica que se hace popular [...] La hipótesis de las etapas se convirtió en una doctrina de esperanza para los desposeídos (Herskovits 1964: 511-512, subrayado mío).

El hecho, por ejemplo, de que un arqueólogo tan competente como Childe haya encontrado conveniente aplicar las palabras “salvaje”, “bárbaro” y “civilización” a los períodos pre-neolítico, neolítico y post-neolítico de la prehistoria, muestra la viabilidad del esquema de Morgan, aunque podamos lamentar la resurrección de palabras que llevan connotaciones tan peligrosas (Herskovits 1964: 515, subrayado mío).
También Angel Palerm (1977: 75) está atento a captar este matiz tan definidamente político del problema: “La posición de los discípulos de Boas, aunque quizás no la del mismo Boas, fue implacablemente hostil al evolucionismo. El blanco principal era Morgan”.

El mismo autor es enfático en su opinión de que, además de esta relación con el evolucionismo, también están implicadas posiciones políticas:
La impopularidad del evolucionismo tuvo mucho que ver con el afán de las clases dominantes del mundo capitalista de declarar cerrados los procesos de transformación social (Palerm 1977: 77).
La misma percepción del problema la tiene Harris (1978: 217, subrayados míos), quien se reivindica como inspirado en parte por el marxismo, pero es, al mismo tiempo, uno de los autores que más cerradamente encasilla a Morgan en el evolucionismo:
Incorporado el esquema de Morgan en la doctrina comunista, la ciencia de la antropología cruzó el umbral del siglo XX convencida de que para sobrevivir y progresar necesitaba rechazar el esquema de Morgan y destruir el método sobre el que se basaba [...] La antropología cultural [...] se desarrolló enteramente como una reacción contra él” [el marxismo].
Otro tanto sucede con Elman Service (1984: 292), quien percibe así el aporte de Morgan a las ideas de Marx y Engels:
Combinaron los hallazgos de Lewis H. Morgan sobre la sociedad primitiva con su propia teoría basada en la historia de Europa [y] crearon una teoría completa, muy específica, de cómo se originó realmente el Estado como institución represiva basada en la fuerza.
Esta hostilidad, este rechazo manifiesto hacia el evolucionismo, y por ende hacia Morgan, proviene de las transformaciones ocurridas en la sociedad en el último cuarto del siglo pasado. Díaz-Polanco (1983) describe el transcurso de ese proceso. Para él, la mitad del siglo XIX, con el acelerado desarrollo capitalista, da la idea de una vertiginosa aceleración de la vida social y de su perfeccionamiento continuo. Entre 1850-1875 hay un período de paz social, de orden, que coloca en el centro ideológico la idea de progreso. Para relevar el progreso alcanzado, se compara la sociedad moderna con las sociedades más atrasadas o anteriores: las “salvajes” o “primitivas” y las “clásicas” (Grecia y Roma). El estudio de aquellas no es un fin sino un medio para mostrar la sociedad capitalista como el punto de llegada de un largo proceso histórico que responde a leyes. Por eso, el evolucionismo destaca dos principios: a) los sistemas que estaban en estadios anteriores eran muestras de los estadios de la evolución, b) estos sistemas deberían avanzar hasta alcanzar la civilización. El progreso ya no se da en el campo del conocimiento sino en el de la producción de bienes materiales. Y el criterio para ordenar las sociedades viene a ser ahora el desarrollo de los sistemas productivos.

De ahí que no conciba el evolucionismo como factor de desarrollo del colonialismo, pero tampoco como un producto de este: cuando el colonialismo surge, ya el evolucionismo se ha conformado. Lo que éste hace es plantear la misión civilizadora hacia las sociedades atrasadas. Entre 1873-1896 se presenta la Gran Depresión, una expansión reducida del capitalismo. Y éste es el comienzo de la etapa imperialista, el paso de la fase competitiva a la monopolista. En 1895 se inicia una fase de gran recuperación apoyada en el colonialismo imperialista. Por esto se plantea la incorporación de las sociedades colonizadas a la corriente de la civilización, para salvarlas así del atraso. Esta misión civilizadora es manifestación ideológica de las necesidades objetivas del imperialismo: existen el “derecho” y el “deber” moral de las sociedades no capitalistas a la civilización.

Así, la civilización presenta como deseable el capitalismo occidental. La ideología liberal se transforma en imperialista. Se abren los países a la civilización y al comercio. El progreso burgués es identificado con el de la humanidad. Aun los socialistas aceptan la fase capitalista como inevitable:
Bien es verdad que al realizar una revolución social en el Indostán, Inglaterra actuaba bajo el impulso de los intereses más mezquinos [...] Pero no se trata de eso. De lo que se trata es de saber si la humanidad puede cumplir su misión sin una revolución a fondo en el estado social de Asia. Si no puede, entonces, y a pesar de todos sus crímenes, Inglaterra fue el instrumento inconsciente de la historia al realizar dicha revolución [...] Inglaterra tiene que cumplir en la India una doble misión: destructora por un lado y regeneradora por otro. Tiene que destruir la vieja sociedad asiática y sentar las bases materiales de la sociedad occidental en Asia (Marx y Engels 1973: 71).
Pero la situación cambia rápidamente. En una tercera etapa, a finales del XIX y las dos primeras décadas del XX, el progreso parece ya realizado. Termina la etapa “pacífica” y se hace énfasis otra vez en el orden. Así, las ideas van del orden y el progreso del positivismo, al progreso del evolucionismo y, por último, al orden que plantean las nuevas tendencias. El énfasis en el orden y en la estabilidad relega cada vez más la importancia de la historia. Se deben buscar las leyes del equilibrio y la armonía social y detectar las desviaciones que atacan el orden. Esto conduce directamente al énfasis en los estudios sincrónicos y al funcionalismo.

De ahí surge también la antropología aplicada que pretende producir los cambios con orden, las trasformaciones sin graves trastornos en las colonias. Ahora sólo interesan las sociedades primitivas contemporáneas. Para cambiar, se predica la modificación de las instituciones mientras se mantienen las funciones que satisfacen las necesidades dadas.

En los Estados Unidos se desarrollan las concepciones del relativismo cultural que plantean, al mismo tiempo, el respeto por las culturas indias y la esperanza de que sus portadores las abandonen, culminando con el perfeccionamiento de los conceptos y mecanismos de la aculturación; tales ideas se enfrentan violentamente con las teorías de Morgan.

White (1945) explica el porqué de la confusión y el error de los boasianos, quienes no pueden entender que el evolucionismo se refiere al proceso general de un fenómeno, mientras ellos pretenden aplicarlo a tribus o pueblos específicos y particulares. Cuando un evolucionista dice que un fenómeno pasa por las etapas A y B antes de llegar a C, no dice que cada pueblo pasará necesariamente por A, B y C. En cambio, si Boas observa que un pueblo pasó de A a C sin pasar por B, considera que esto niega el evolucionismo.

Con el hecho de que ciertos pueblos africanos pasaran de la piedra al hierro sin pasar por el cobre y el bronce, los boasianos pretenden invalidar la secuencia evolucionista piedra-cobre-bronce-hierro. Pero el propio Morgan (1970a: 396) reconoce que los africanos recibieron el hierro de fuentes extranjeras. La difusión, pues, no invalida las etapas de la evolución.

De acuerdo con esta visión de la situación, se comprende que los abanderados de las nuevas tendencias vean como una necesidad ineludible el ataque al pensamiento de Morgan, para quien el orden es incompatible con su idea del desenvolvimiento y que considera que el sistema basado en la propiedad privada también debe desaparecer, no sólo por su carácter negativo para la sociedad, sino también porque ninguna situación es eterna, ninguna puede durar para siempre.

Desde el comienzo, Morgan (1962: ix) plantea que sus investigaciones no están limitadas a indagar por el pasado, pero ni siquiera por el presente de las sociedades: “Las condiciones de su historia pasada y su condición actual [...] sugieren muchas cuestiones importantes acerca de su destino futuro”. Y lo que será ese futuro no presenta dudas para él. Durante su viaje a Europa, conoce y rechaza el sistema de propiedad de la tierra, comparándolo desfavorablemente con el de su país:
Las mansiones de los aristócratas [...] centros de elegancia, finura y opulencia, provienen del trabajo de los arrendatarios [ellos] que trabajan las tierras nunca las pueden poseer enteramente debido al sistema inglés de tenencia. El marchamo del Feudalismo pesa todavía sobre la tierra, casas, ciudades, aldeas y gente. Se impone una reforma del sistema de tenencia de la tierra (Morgan, citado por Lisón Tolosana 1980: 26-27).
Mientras recorre Escocia, consigna en su diario de viaje, no solo los resultados de sus reflexiones sino las conclusiones tajantes que extrae de ellas:
La propiedad de la tierra está en manos de una clase privilegiada [...] es la marca de la servidumbre de la gente a la aristocracia. [Por eso, los trabajadores] algún día se levantarán contra mercaderes y negociantes, y contra la aristocracia, y los empujarán del camino, como una sola cosa (Morgan, citado por Civera 1977: 99).
La propiedad aparece, pues, como el principal obstáculo que debe ser barrido para alcanzar ese futuro:pues “ha llegado a ser para el pueblo una potencia indomable [...] La mente humana se siente aturdida en presencia de su propia creación (Morgan 1970a: 475).

Es decir, en términos marxista, porque llega hasta alienar al hombre, a fetichizar su mente a pesar de ser obra suya, lo mismo que ocurre, según Marx, con la religión, los dioses y la mercancía.

Morgan es consecuente con su posición histórica. También la propiedad pasará, como han pasado todas las épocas anteriores, víctima de sus propias contradicciones internas, dando lugar a una nueva libertad humana. La vuelta al comunismo en la vida, pero a un nivel más alto, será el destino de la humanidad:
La democracia en el gobierno, la fraternidad en la sociedad, la igualdad de derechos y privilegios y la educación universal anticipan el próximo plano más elevado de la sociedad, al cual la experiencia, el intelecto y el saber tienden firmemente. Será una resurrección, en forma más elevada, de la libertad, igualdad y fraternidad de las antiguas gentes (Morgan 1970a: 476).
A estas posiciones tan claras y firmes se refiere Engels (1966: 181) cuando escribe que, con sus planteamientos en este libro, Morgan no está únicamente
criticando, de un modo que recuerda a Fourier, la civilización y la sociedad de la producción mercantil, forma fundamental de nuestra sociedad presente, sino hablando además de una transformación de esta sociedad en términos que hubieran podido salir de los labios de Carlos Marx.
En 1881, Morgan publica su última obra de importancia, Houses and House-life of the American Aborigines, poco valorada a pesar de ser pionera en el análisis de la forma de vida comunista de los aborígenes americanos y de las formas de vivienda en relación con la organización de la sociedad. En ella efectúa, además, un excelente resumen de las conclusiones que ha alcanzado al final de su vida con respecto a los indios de América, especialmente sobre los iroqueses.

Duvignaud (1977: 51) describe en la siguiente forma las circunstancias que por las que atraviesa la sociedad norteamericana durante el período en que tiene lugar la publicación de las principales obras de Morgan:
Escribe cuando Búffalo Bill masacra a los bisontes para alimentar a los constructores del ferrocarril Union Pacific. Entre 1868-1876, “Caballo Loco” y “Toro Sentado” obligan a las tropas blancas a evacuar Fort Kearny y Fort Reno. En 1876 los siux destruyen el ejército de Custer.
Muy poco tiempo después, en el mismo año de 1881, Morgan muere en Rochester como activo miembro de la iglesia presbiteriana. Y, desde entonces, “domina, aun en nuestros días, la historia de la antropología con toda la riqueza y la ambigüedad de su obra” (Godelier 1974: 256).


 
 
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