Luis Guillermo Vasco   Luis Guillermo Vasco
 

PRÁCTICAS DE INTERVENCIÓN DEL CUERPO EN SOCIEDADES INDÍGENAS ACTUALES DE COLOMBIA
Informe final de "Recolección de información bibliográfica como Asesoría a la exposición temporal del Museo del Oro: CUERPOS PREHISPÁNICOS"

EMBERA

Astrid Ulloa Cubillos: “Kipará. Dibujo y pintura, dos formas embera de representar el mundo”. Centro Editorial, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1992.

“Analizando y discutiendo con varios amigos interesados en los Embera, encontramos un elemento común que relaciona todas las partes del trabajo, que es la materialización de las expresiones estéticas a través del color. Entre los colores, los más usados en la representación gráfica embera (dibujo, pintura facial y corporal, tejidos, tallas, cerámica, etc.) son el rojo y el negro. Este último tiene múltiples connotaciones para la cultura embera, pues no sólo como color en sí califica un objeto, sino que le presta uno u otro significado, una u otra función. Por otra parte, el tinte para la pintura se extrae de la jagua, la cual remite a uno de los elementos de identidad cultural más fuerte entre los Embera. Cuenta Antonio Cardona que durante una reunión realizada en 1986 en el Medio Atrato, con 22 comunidades, en el marco de un taller encaminado a la elaboración de unas cartillas, tropezaron con el inconveniente de que no había traducción en lengua embera para la palabra ‘cultura’. Después de discutir, como lo acostumbran a hacer los Embera, por varias horas, surgió la palabra /kipará/: jagua, para designar cultura”. P. 21

“La unidad que se da en el pensamiento se refleja en las diversas prácticas humanas, incluidas las estéticas, que no son fenómenos aislados sino parte de un proceso constitutivo de la unidad.

“Dabeiba vivió un tiempo acompañando a los primeros indios, y enseñándoles toda clase de oficios y trabajos necesarios para la vida y propios para el esparcimiento.

“Las bellas manos de Dabeiba tejían las primorosas esteras, canastas y chinas (especie de abanico de vena de iraca, que sirve para avivar el fuego, dándole aire). De ella recibieron también la enseñanza de hacer más pulida la cerámica y ella fue quien les dio a conocer los tintes que usan en la pintura del cuerpo.

“De esta manera supieron cómo el árbol de jagua produce un fruto semejante a la semilla del aguacate, y que con cierta preparación que se le hace da un jugo negro que resulta indeleble. Supieron también que el achote daba un jugo rojo, y que el anamú era planta de exquisito olor para ellos (aunque para las demás gentes es intolerable).

“Entre las reglas de belleza dictadas por la diosa, está la de teñir sus dientes con una pequeña planta que los ennegrece como si hubieran sido cubiertos con un esmalte negro fino”. P. 22

La pintura exige una relación directa con el cuerpo, en cuanto a que las formas deben ajustarse al espacio del cuerpo y al modo en que se relacionen dentro del cuerpo. P. 27

Los Embera concibe el color como independiente de las cosas, a las cuales presta características; así, el color tiene distintas connotaciones según la ocasión. Por ejemplo, una culebra es buena o maléfica según su color. El color es un código culturalmente admitido, cerrado. P. 35

Los niños sólo se pintan a partir de los 12 ó 13 años, pero antes de esa edad ya conocen y manejan según las circunstancias los diseños de la pintura. Los objetos pueden dibujarse, bien en su totalidad, bien a través de un elemento característico. P. 109

Mujer del río Uva, con dibujo de mariposa de uso cotidiano

Hay diseños para mujeres: mariposa, caracol, anzuelo, culebra, trapiche. Bajo los labios se dibujan: estrella, palma, estera, círculos, hojas. En el estómago se trazan: culebra, culebra jepá, trapiche, huella de tigre, estrella, cadena, hoja, cruz, pinta de cestería.

Para la actividad del Jaibaná se emplean el embijado y el enjaguado, es decir, la pintura corporal roja y negra, respectivamente, que son usadas por todos los asistentes, aunque la que lleva el Jaibaná tiene sus propias peculiaridades y constituye la parte fundamental para la comunicación con los jai. P. 123

“La pintura de las ayudantes puede ser elaborada por ellas mismas si ya manejan el repertorio de los diseños de Jaibaná, por las mujeres viejas que ya lo tengan, o por las esposas del Jaibaná, pero siempre bajo las indicaciones de éste, pues es él quien determina los motivos a realizar en el cuerpo”. P. 123-124

Para los hombres: en la quijada, mariposa, guadua, trapiche y culebra; en los pómulos, eses y espirales rojas; en el estómago, culebra, trapiche, colao, hoja, cántaro y círculos (estos exclusivos del jaibaná). P. 110

Mujer del río Bojayá. La pintura roja en los pómulos
busca seducir y enamorar

Joven soltero del río Bojayá

“Los motivos usados por las ayudantes del Jaibaná en sus cuerpos: son representaciones de animales, como el tigre (dibujo 1); plantas cuyas hojas (dibujo 2) o espinas (dibujo 3) se representan de manera naturalista; objetos, como envueltos de maíz (dibujo 4) y seres míticos como la jepa (dibujo 5). Entre los objetos tratados de modo sustancialista, tenemos las cadenas (dibujo 6) y las cruces (dibujo 8), que nos remiten a contextos y significaciones dentro del mundo de las esencias.

Dibujo 1: Pintura de huella de tigre

Dibujo 2: Pintura de hoja

Dibujo 3: Pintura de espina

Dibujo 4: Pintura envuelto de maíz

Dibujo 5. Pintura de jepá

Dibujo 6: Pintura de cadena

“El Jaibaná utiliza pintura en el cuerpo con diseños exclusivos, que consisten en círculos concéntricos, los cuales connotan conocimiento (dibujo 9).

“Una vez listo el espacio del tambo y todos los elementos para la curación, se da inicio al canto de /jai/. El Jaibaná, con los bastones y la hoja de palma en la mano, canta para invocar y comunicarse con los /jai/. El enfermo se introduce en la casita de curación, mientras que las mujeres que ayudan al Jaibaná, cantan y bailan alrededor de ella para atraer a los buenos espíritus que a través del Jaibaná curarán a aquél. P. 124

La pintura puede relacionarse con contextos particulares y, también, fuera de ellos; éstos son los casos en los que se emplea para ocultarse de los espíritus o protegerse de las enfermedades. La pintura embera está ligada con su concepción del mundo. P. 134

“Las imágenes de la pintura tienen significados propios que no se pueden segmentar”. Y sus motivos no están relacionados directamente a nivel formal con las representaciones realizadas en ellos. P. 135

“La pintura en general, por encima de las particularidades del uso, situación o persona que la lleve, representa seres (animales, plantas, objetos) cotidianos o míticos. Estas representaciones se realizan con una simetría refleja y bilateral y se dan de tres maneras en ambos casos:

“1º. Representando un rasgo característico del ser en cuestión: en el caso de los animales se puede tomar la huella, tal como se ve en las representaciones de tigre, o el movimiento, como en el caso de la culebra; o una parte del animal, las espinas de pescado, o la concha del caracol; o un rasgo sobresaliente, como las manchas en el caso del ave primavera. Toda representación es de carácter naturalista.

Dibujo 8: Pintura de cruz

Dibujo 9: Pintura de círculos

“Los dibujos sustancialistas expresan la connotación que tiene el animal en la cultura, la cual ha pautado el tipo de diseños que son significativos, como los círculos para representar a la boa o las diagonales simétricas para las mariposas.

“En la representación de las plantas se procede tomando una característica de ellas, como en el caso de las manchas de la guadua que, aunque dibujadas naturalistamente, hacen alusión a la madre de la especie; lo propio sucede con los diseños de hojas.

“Los objetos tampoco se tratan de modo sustancialista; por ejemplo, para representar el fogón se dibujan tres leños.

“2º. Asumiendo la identidad del ser: los animales míticos como la /jepa/ o /aribada/, se representan de modo naturalista con las mismas características descritas en el mito. Mediante la pintura las personas también se pueden convertir en animales reales, como el oso y el pájaro carpintero.

“Las plantas y los objetos no se personifican, pues aunque tengan /jai/, su esencialidad es diferente: en el mito los animales toman actitudes humanas, pero no así las plantas y menos los objetos.

“3º. Por último, el ser se representa completo de manera naturalista en una parte del cuerpo”. P. 153.

“Los animales representados, peces, alcatraces, sapos (dibujo 34), pueden ser reales o míticos, y el dibujo es naturalista. Las plantas, tratadas del mismo modo, se representan a través de las hojas. Entre los objetos de uso cotidiano tenemos los anzuelos y los envueltos de maíz y otros como la cruz o la cadena, con connotaciones míticas, remiten al mundo de las esencias, aunque su representación también es naturalista.

“Se pueden dar y relacionar dos o más formas de representación en un mismo diseño (dibujo 40). Así mismo, en los diseños de la pintura se mezclan objetos, animales y plantas, tanto míticos como cotidianos, pues la relación entre los dos niveles se da continuamente.

“Una representación que no cabe entre las anteriores es la de las espirales o las eses llevadas sobre los pómulos; la etimología de su denominación /yarrédru/: cola de mico, nos remite a un animal, ello aunado al color rojo del diseño connota sexualidad”. P. 166

Dibujo 34: Pintura de alcatraz

Dibujo 40: Pintura de culebra

Las pinturas se elaboran con jagua y bija, negra y roja, respectivamente. La jagua (Genipa americana) es un árbol que existe silvestre o cultivado. En el idioma embera se llama /kipará/; el tinte se extrae del fruto. La bija (Bixa orellana) es un árbol, de flores rojas y olorosas; igualmente, es silvestre o cultivado; el tinte se saca del fruto espinoso y de cáscara gruesa. La jagua puede guardarse por varios días enterrada en un lugar húmedo; la bija se coge en el momento en que se necesita. P. 179

Para preparar la pintura de jagua para una persona es preciso emplear tres o cuatro frutos. Estos “se pelan dejando un pedazo de cogollo para cogerlos. La joven que lo prepara se despoja de todos los adornos (collares, pulseras, etc.) e inicia el proceso; éste consiste en rallar los frutos en un rallo elaborado con una lata de sardinas perforada. La masa obtenida queda lista para exprimirla con un trapo, y el líquido resultante es el tinte de color azul-negro.

“Se utiliza de dos maneras:• Solo, cuando se quiere una tintura de corta duración, fácil de quitar con el agua.• Con fijador, hirviendo el tinte con un carbón, o agregándole ceniza. La ceniza se obtiene de diferentes maneras: una, ahumando una tapa de metal con un mechero; el hollín que queda en la tapa se revuelve con el tinte. La otra resulta de la combustión del balso. Este tipo de tinte se fija más en la piel y puede durar hasta 10 días, sin caer ni siquiera con agua.

“En caso que no haya jagua se disuelve un lápiz negro de cejas en alcohol y se improvisa un pincel con una astilla de palma de chonta, considerando el resultado como del mismo color que la jagua.

“El tinte de la jagua ha sido calificado en la literatura antropológica como morado oscuro o azul, pero la denominación embera es /chipaima/: negro.

“Preparación de la bija o achiote: Una vez obtenidos los frutos del achiote, se abren y se extraen las numerosas semillitas rojas contenidas en ellos. Éstas se dejan varias horas en agua removiéndolas con las manos hasta hacerles soltar el tinte; el agua se deja reposar y al otro día se bota, dejando la tintura que queda en el fondo del recipiente. El líquido barroso resultante se deja secar al sol; convertido en polvillo se revuelve con grasa de oso o de venado, quedando así la bija lista para guardarla en recipientes individuales, los cuales se llevan colgados en los collares.

“Este proceso de preparación ha caído en desuso; una razón para ello, según Pineda Giraldo, es el cuidado que se debe tener en la preparación del tinte, pues quien derrame una sola gota queda abocado a una hemorragia inminente.

“Actualmente se reemplaza la bija por el colorete en la pintura facial y corporal, pero continúa usándose en otras situaciones, como en el caso de la ombligada (a los niños pequeños se les aplican diferentes substancias de animales mezcladas con bija y jagua para que adquieran sus cualidades) para ser un buen pescador, o en curaciones. Pineda Giraldo relata el uso del achiote en dibujos hechos en forma de cruz sobre las hojas de curación en los cantos de /jai/. Severino cuenta cómo la bija mezclada con sangre de ratón de agua se unta en las manos antes de la pesca para que ésta salga provechosa.

“La bija también tiene otras connotaciones; si alguien se sueña a sí mismo embijado, es indicio de que se va a cortar.

“Severino relata cómo antiguamente los Embera se untaban todo el cuerpo de bija y luego sí procedían a elaborar los diseños en jagua.

“Actualmente en el Alto Andágueda se elaboran diseños en colorete que luego se repasan en negro, quedando un halo rojo.

“El color del achiote y del colorete se denominan en embera /chipurru/: rojo, porque aunque el color del achiote sea un naranja rojizo, en la gama cromática que manejan los Embera el achiote y el rojo se asimilan; no hay denominaciones en su lengua para tonos ni para gradaciones de un color.

Instrumentos para aplicación de los tintes

“Los instrumentos para la aplicación de los tintes son elaborados en madera, y se fabrican de acuerdo al tipo de pintura a realizar.

“En el Chocó los pinceles más utilizados tienen forma de tenedores de uno a cuatro dientes. Algunos se guardan para posteriores usos y otros se improvisan, como es el caso de los pinceles de un solo diente (como una fina aguja para elaborar diseños de uso cotidiano), que se denominan /pakuru/: palito, los cuales se desechan una vez usados.

En la bibliografía sobre la zona hay referencias al uso de las pintaderas, las cuales a manera de sellos imprimían en la piel los motivos requeridos. Las mencionan Betania y Severino; Reina Torres habla de placas impresoras. Estas últimas no se ven actualmente entre los Embera del Medio Atrato, ni tampoco hay referencias a ellas”. P. 180-181

Pinceles y pintadera

Proceso de aplicación de los tintes

“Normalmente cada persona delimita los espacios en su cuerpo y realiza los diseños según la ocasión. Dependiendo del tipo de diseño el proceso de pintarse puede durar de una a varias horas por persona. Se aplica en la cara, cuerpo, uñas, dientes y cabello. Para hacerlo no se requiere de un sitio especial: como la mayoría de actividades, se realiza en el tambo.

“Para las celebraciones importantes los motivos son especiales, las mujeres se ayudan unas a otras y de igual manera los hombres. También una mujer ayuda a su esposo y viceversa. Para las fiestas de iniciación de una joven o fiesta de /jemenede/, la mamá o las tías son las encargadas de arreglar y pintar a la joven festejada. Para el caso de los bautizos de niños también es la mamá la que los pinta.

“Algunas veces las ayudantes del Jaibaná se pintan ellas mismas para los cantos; otras veces la mujer que conoce el estilo personal del Jaibaná (generalmente su esposa) se encarga de pintarlas.

“En el caso de un enfermo se le elabora el diseño requerido según la curación y la enfermedad.

“Aunque para cada situación hay diseños específicos, se mantienen los espacios en el cuerpo ya delimitados para su elaboración.

“La aplicación de la tintura se inicia delimitando con una línea negra un espacio en el mentón para los diseños (cualesquiera que éstos sean); después, a cada lado se pinta en negro. En el cuerpo los espacios en blanco son para los diseños; las mujeres se dejan espacios de unos 10 cm en brazos y piernas. El busto y el vientre generalmente se dejan sin pintar de negro. En el hombre se dejan espacios en blanco en la quijada, brazos y piernas. En ocasiones de canto de /jai/ los diseños van en el vientre. Los diseños de la parte anterior del torso se reproducen en la espalda. El resto del cuerpo se rellena con el tinte de la jagua, la cual se unta con las manos.

“Por último, se pintan los labios, y si son solteros, se aplican la pintura en rojo para enamorar (formas en ese y en espiral); posteriormente complementan el atuendo con adornos y joyas.

“Pineda Giraldo hace mención de la ceremonia de iniciación del joven, fiesta que actualmente no se practica, y en la que el joven era pintado por el padrino, pues de hacerlo el padre a éste se le aceleraría el momento de la muerte.

“En cuanto a la aplicación de cada uno de los tintes, actualmente se da la jagua para el cuerpo y la cara y la bija sólo para la cara (pómulos, cejas, labios y quijada en algunas ocasiones). En las menciones que hay del uso de la jagua y de la bija, Reichel habla del uso de ambas en la cara, dejando así la jagua como exclusiva del cuerpo. Pinto, Vasco y, en general, los demás autores, establecen una relación rojo-cara. Severino hace mención de la bija como base de toda la pintura. En el mito de “la india embijada” se testimonia el uso de la bija en todo el cuerpo. Actualmente en el Medio Atrato está relacionado el uso de la bija sólo con la cara, específicamente: pómulos, frente, cejas, labios y algunas veces en la quijada”. P. 182-183

Motivos de los diseños y su relación con las partes del cuerpo

“Entre los diseños de la pintura corporal hay motivos que no se pueden segmentar, que conforman unidades con significados propios y que corresponden a espacios específicos en el cuerpo. Estos los separé por sexo pero no por situaciones de uso. Los motivos masculinos son de antebrazo, brazo, muslo, pierna, quijada y pómulos; los femeninos son los mismos exceptuando el de muslo. Los motivos usados en el tronco (espalda, vientre y pecho) se repiten formando una composición, algunos de los cuales son los mismos que para los restantes espacios.

“Cada motivo tiene su nombre propio, pero cuando se combina con otros la pintura recibe el nombre de uno solo de ellos. Por ejemplo, en el se dan motivos de línea, círculo y mariposa, pero la pintura recibe el nombre de esta última por ser más representativa en la zona”. P. 192

En al ceremonia del /becaito/ es fundamental el uso de la pintura, que sigue las indicaciones del Jaibaná. Éste debe hablar con los /jai/ con anticipación, para saber qué debe hacer y qué pinturas hay que usar. Los dibujos de las ayudantes del Jaibaná atraen a los /jai/ para que incidan en la curación del enfermo. P. 206

Dibujo 104: Pintura de mariposa

Las pinturas de cadenas implican vida y conocimiento; las de espina de pescado se usan en propiciar la pesca. P. 220

La pintura puede remplazar a la palabra, teniendo la misma función creadora.

El Jaibaná se mueve a dos niveles: la vida cotidiana y el mundo de las esencias; el tigre y la /Jepá/ expresan la interrelación de ambos niveles a través de los diseños que los representan. Los diseños circulares expresan el conocimiento que el Jaibaná ve, pues éste es como los círculos que se forman en el agua; al menos así lo expresó el Jaibaná Nanyama Domicó al antropólogo Antonio Cardona. P. 227-228

En la fiesta de iniciación, la joven debe ir pintada con diseños de trapiche en el cuerpo, en negro, y pintura roja en labios y pómulos; la pintura se relaciona con el nivel de embriaguez que debe alcanzar la joven. Se complementa con paruma nueva roja, corona de monedas sobre la cabeza, de la cual cuelgan dos hileras de monedas que le caen sobre el pelo, flores, perfumes y una paruma roja para ocultar el rostro. P. 235

En las zonas de montaña, la pintura es más sencilla y casi exclusiva de las mujeres. Parte de una línea sobre la nariz que establece un plano medio y a lado y lado de ella se distribuyen simétricamente los demás diseños. Las mujeres hacen su diseño en rojo y luego lo repasan en negro; cuando los hombres se pintan, usan los dos colores en forma independiente. P. 268

A veces, la única pintura que llevan tanto hombres como mujeres es la de las cejas pintadas en rojo o acentuadas en negro. P. 274

Usos de la pintura en varios contextos

“La pintura facial y corporal tiene varios usos o funciones en diferentes situaciones de la vida embera. En general la pintura puede ser usada para: “• proteger (de los malos /jai/ y de las enfermedades)• dar fortaleza (a los bebés y a las jóvenes)• ocultarse de los espíritus (luego de un funeral)• asustar a los espíritus (en un canto de /jai/)• curar enfermedades (malestar estomacal, afecciones de la piel)• propiciar estados anímicos positivos (a las jóvenes y viudas)• diferenciar dialectalmente (Embera-río y Embera-montaña)• identificar• embellecerse• expresar estados de ánimo• establecer comunicaciones entre lo cotidiano y las esencias• enamorar• investir ritualmente (canto del Jaibaná)• enamorar a los /jai/” P. 298

Jesús Alfonso Flórez López: “Vida En El Internado De Aguasal. Dialogo con una mujer embera. Impacto sociocultural de la misión católica en el Resguardo Indígena del Alto Andágueda – Chocó”. Departamento de Antropología, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1994. Trabajo de Grado.

“… Después de que me dieron esa comida, me vistieron, no es que viniera desnuda sino que mi papa había mandado a hacer ropa, mi ropa, a las hermanas, como mi papa era uno de esos policías que el padre había organizado, él ya sabía que me iban a traer, me quitaron la ropita que yo traía y me pusieron la otra.

A propósito del vestido, fueron también los misioneros que venían antes de Betancur, como me ha contado mi mamá, los que empezaron a decirle a los embera que se tenían que vestir; pues “así éramos como micos… Lo cierto es que me pusieron ropa hecha por la monjas o que mandaban gentes de fuera” (Epera Wera. Mujer Embera). P. 69

En una carta, otro misionero le mandaba a decir a Betancur: “…espero que haya recibido así mismo unos ‘chiros’ que le había hecho llegar a Pereira, para cubrir las vergüenzas de esos indios y ‘cholos’ de ese internado”. (Carta de Jesús Botero c.m.f. enviada desde Manizales en junio de 1959) – (Minda - Misionero). P. 70

“Los vestidos de antigua para mujeres era la paruma que cubría de la cintura para abajo, los hombres vestían de guayuco, pues a mi tío todavía lo alcance a ver vestido así” (Epera Wera). P. 70

“Dentro de las cosas que nos insistían en el Internado y también a los papás de nosotros en la misa, era que debiamos de dejar nuestras costumbres, que el padre llamaba caprichos, por ejemplo el uso de la paruma, nuestra pintura facial y corporal, pues el padre decía éramos como tigre o gato pintándonos la cara, los collares que hacíamos de chaquira o de frutos del monte, los cabellos largos sobre todo en los hombres, lo mismo que llevar plantas perfumadas de aretes o como la usan los hombres en el collar pero atrás, para enamorar; el padre decía que nosotros no éramos árboles para coger esas hojas… (Betancur Ortiz José Antonio. Crónicas y visitas provinciales. 1953 – 1960. Compilación hecha por Jesús Flórez. Quibdo. 1991. Inédito) la gente se fue avergonzando y fue dejando sobretodo la pintura de la cara. Tampoco podía venir un muchacho sin vestirse pues le decían que parecía como animal. Pero las cosas que mas prohibían era el “epera pedea” (hablar embera)” (Epera Wera. Mujer embera). P. 82

Fotografías fotocopiadas en blanco y negro(de mala calidad y por lo tanto no se pueden escanear) del vestido de niñas emberas en su casa y en el internado. P. 88

“Seguimos hablando nuestra lengua y seguimos usando hoy en día collares de chaquiras abundantes, collares de hojas perfumadas para enamorar, aretes también de hojas perfumadas….” (Epera Wera). P. 144

“Cuando había fiesta las mujeres se pintaban la cara, y aun lo seguimos haciendo aunque no siempre, lo mismo ocurre entre los hombres. Lo que sí impuso en nuestras costumbres fue el uso de la ropa paisa, sobre todo en los hombres, porque nosotras las mujeres seguimos usando la paruma, debajo del vestido paisa” (Epera Wera). P. 146

“Cuando la hija entregaban con el hombre se hacia fiesta primero… cuando el hombre ya comienza a emborracharse bailaba con la mujer, pero el hombre y la mujer bailaban sin vestidos… apenas en guayucos… y ellos cantaban con la mujer. Cuando quedaban borrachos y los demás familiares también bailaban y quedaban contentos… y ellos se ponían corona en la cabeza y se pintaban todo el cuerpo con jagua y tomaban como una semana hasta que se acabara la chicha”. (Testimonio de Manuel Campo). P. 152

J . W. L. Robinson y A. R. Bridgman: “Notas sobre unos chamíes aculturados”. En Revista Colombiana de Antropología, vol. XIV, Bogotá, 1966-1969, pp. 169-175.

Las mujeres usan vestidos de colores brillantes y van descalzas. Para las fotos, se peinaban muy bien el cabello, se ponían aretes corrientes comprados en Restrepo y se pintaban un poco las mejillas con colorete. P. 174

WAUNANA

J . W. L. Robinson y A. R. Bridgman: “Los indios Noanamá del río Taparal”. En Revista Colombiana de Antropología, vol. XIV, Bogotá, 1966-1969, pp. 177-199.

Noanamá con orejera de madera y plata, Lámina I, 2

Emplean sillas de madera pintadas con bija (Bixa orellana) y jagua (Genipa americana L.). La fibras de chocolatillo (color chocolate) y las de batamba (color cervato) se unen a las de batamba teñidas con tintura roja que se obtiene de hervir una planta silvestre, la Arrabidea chica, para la elaboración de la cestería. P. 182

Los hombres usan taparrabo y a veces una camisa; parece ser que ésta señala el poderío de su dueño. Cada uno tiene una pequeña colección de camisas, algunas de las cuales son especiales y se guardan en la misma caja en que guardan los objetos ceremoniales. Pintan sus cuerpos con bija o con jagua y llevan anillos y orejeras (las de los niños son unas flores enfiladas a una ramita). La más conocida es un palito suave en forma de hongo, en cuya cabeza se ha martillado un pedazo de metal; también son comunes unas medialunas metálicas de las cuales cuelgan otras más pequeñas. P. 187-188

Manuel Lucena Salmoral: “Nuevas observaciones sobre los Waunana del Chocó”. En Revista Colombiana de Antropología, vol. XI, Bogotá, 1962, pp. 135–142.

Mientras Ewandama tuvo a su cargo la creación del género humano, Edau hizo al sol y a la luna, que también tiene poderes sobrenaturales. Edau, además, casó al sol y a la luna, pero estos no se llevan muy bien y cuando tienen disgustos, se separan. Es entonces cuando la luna (Edo) se marcha al mar y pasa tres días llorando por la pérdida de su esposo. El sol está también irritado, y si un waunana emprendiera un viaje, le saldrían fuertes quemaduras en la piel. Por ello se cubren todo el cuerpo de jagua antes de comenzar la marcha. La jagua es fabricada raspando primero dicho fruto verde e hirviéndolo fuertemente hasta que se espesa y convierte de color negro. P. 138

Espíritus

Tienen los waunana un gran número de espíritus, que explican casi todo lo extraordinario que les acontece. Sobresalen cuatro, entre los más poderosos, con categoría de almas.

La primera de estas almas es un concepto introducido por aculturación y se identifica con el espíritu inmaterial y eterno de que los misioneros católicos han hablado a los indígenas. Cuando won (el indio) muere, sube junto a Ewandama.

La segunda controla todas las enfermedades superficiales del ser humano y puede ser herida por maleficios de los haibaná, produciendo úlceras, granitos y erupciones.

La tercera controla las enfermedades internas y puede ser herida igualmente por el haibaná. Entonces se originan la diarrea, la fiebre, etc.

La cuarta vive dentro del haibaná y está formada por una hormiga, una mosca, una ardilla, un tatabro (suro) y un pescadillo (guara). Cualquiera de estos seres puede quedar escondido, por maleficio de un haibaná, dentro de una olla, canoa (hat) o totuma y acechar al indio constantemente, hasta que aprovecha un descuido y se introduce en su cuerpo. El hechizado cae entonces gravemente enfermo y debe ir a un haibaná o tonguero (shamán inferior al haibaná que puede ser de ambos sexos y se ocupa de menesteres de curandero), quien tratara primero de averiguar cuál de los animales antes mencionados ha hechizado a su paciente. Para esto bebe el alucinógeno “borrachero” y cae en un sopor en el que se le muestra claramente si era mosca, hormiga, ardilla, tatabro o pescadillo. Hecho el descubrimiento procede a la terapéutica, que efectúa con hierbas y, por último, succiona fuertemente los ojos (ba), la nariz (kïo), los oídos, parte de la cabeza (pher) o región corpórea donde se ha localizado el dolor. Si sale sangre en abundancia se entiende que el espíritu maléfico ha emigrado y que el enfermo queda libre del hechizo.

Menarquia

Si bien es cierto, como el doctor Reichel–Dolmatoff afirma, que la pubertad fisiológica no es objeto de ningún rito, sí en cambio aplica algunos tabúes, para las adolescentes, cuando llega la menarquia, tales como no poder tomar ninguna cosa blanda, a excepción de plátano y barbudo, así como no poder rascarse con la mano, mientras se encuentra acostada, teniendo que efectuar esto con un palito. Mientras dure la menarquia debe dormir sobre un lecho de hojas blancas y, al terminar, emprender un periodo de febril actividad, ya que si no quedará muy lenta para toda la vida. Realiza así con ligereza los oficios caseros, como moler caña, hacer guacha de maíz, pelar guineos y lavar ropa. […] Diremos por último, que los colores de ceremonial para cantar chicha y fiesta son ligeramente más pobres que los empleados para oración y buscar mujer (marido). En el primer caso se reducen al uso de jagua y rojo (El color rojo, al que llaman Phurikitun, lo obtienen generalmente de los lápices de labios, que adquieren en el mercado o por comercio con los “libres”), mientras que en el segundo suele enriquecerse la gama con morado, tintas y vaselinas. P. 139 y ss.

EMBERA Y WAUNANA

Gerardo Reichel-Dolmatoff: “Notas etnográficas sobre los indios del Chocó”. En: Revista Colombiana de Antropología, vol. IX, Bogotá, 1960, pp. 73-158.

Hombres y mujeres llevan el torso desnudo; ellos se cubren con una estrecha tira de tela que pasa entre las piernas y se amarra a la cintura con una cuerda; ellas llevan una falda enrollada alrededor del cuerpo y que va de la cintura a las rodillas. Todas hechas con telas compradas. P. 90

“Hombres y mujeres, sobre todo los primeros, se adornan con cuidado y se preocupan mucho por su apariencia. En cada casa hay provisiones de pinturas vegetales de bija (N: harú) y jagua (N: chiparo) con que todos se pintan la cara y el cuerpo. El torso lo adornan con dibujos geométricos pintados con jagua azul obscura y en las piernas y brazos se pintan múltiples líneas paralelas del mismo color. Al pintar la cara usan la bija en combinación con la jagua. En las mejillas y la nariz se pintan triángulos, cruces o flechas y a veces éstas se adornan con grandes manchas rojas. Entre los Noanamá la pintura corporal con jagua forma a veces motivos muy intrincados pero entre los Emberá predomina la tendencia de pintar grandes zonas del cuerpo de un solo color. Así, por ejemplo, se ven individuos con sólo las piernas pintadas de azul oscuro o con sólo la parte inferior de la cara pintada con jagua. Para ocasiones ceremoniales todos los miembros de la familia, incluyendo los bebés, se adornan con estas pinturas y durante horas hombres y mujeres se pintan mutuamente con gran cuidado. La pintura con jagua se considera no solamente un adorno sino también es un elemento importante en los conceptos de medicina preventiva del grupo pues se cree poder proteger a la persona de enfermedades. Para aplicar la pintura se usan pequeñas astillas de madera, a veces en forma de tenedor.

“Para ocasiones festivas o para viajes y visitas dentro del territorio tribal, los hombres llevan anchas fajas tejidas de cuentas muy pequeñas de porcelana, traídas desde Panamá. Los colores predominantes son rojo, azul, amarillo, blanco y negro. Alrededor de la cintura ellos llevan franjas a modo de cortas faldas, que a veces pesan varias libras, y sobre los hombros y cruzándose sobre pecho y espalda se llevan otras formadas de múltiples sartas de cuentas. Collares y pulseras se manufacturan de estas mismas cuentas, y los hombres hacen también pequeños gorros en forma de casquete abierto en el vértice.

“Todos los hombres llevan perforados los lóbulos de las orejas y se ponen grandes orejeras de madera y plata (N: chirichiri). Estas orejeras consisten de pequeñas varas cilíndricas de madera con un extremo ensanchado en forma de botón con cara convexa. La parte exterior de este cuerpo convexo está cubierta de una delgada lámina de plata que se sostiene en posición por una serie de pequeños dientes recortados que se doblan hacia atrás. La lámina de plata tiene forma de disco cóncavo, adaptándose a la curvatura de la base de madera. Para manufacturar estos objetos los indios se sirven de monedas colombianas de 10 o 20 centavos, martillándolas con piedras o con algún trozo pesado de hierro. Un adorno adicional que se combina con estas orejeras consiste en dos o tres pequeñas láminas de plata en forma de medialuna, interconectadas y articuladas por medio de pequeñas argollas del mismo material. El borde inferior de estas medialunas está provisto de una hilera de ocho o diez perforaciones de las cuales están suspendidas por medio de otras argollitas una serie de diminutas láminas de forma romboidal. La serie de medialunas cuelga de una argolla grande que se ensarta sobre la varita cilíndrica de madera y el adorno viene así a colgar debajo de los grandes botones de plata, cayendo hasta los hombros (Lám. I). Pequeños pendientes similares, también de plata martillada, se usan para los collares y frecuentemente los hombres llevan anchos brazaletes de plata o placas en forma de H suspendidas sobre el pecho, de las cuales cuelgan pendientes de pequeñas láminas. Estos adornos más complejos los compran los indios de plateros negros que se especializan en la manufactura de estos objetos. Monedas enteras de plata se usan a veces en los collares y también se cuelgan hileras verticales de monedas sobre chalecos de paño negro que son muy de moda entre los jóvenes Noanamá de algunos afluentes, como traje de fiesta.

Noanamá, río Docordó, orejeras de plata, Lámina I

“Mientras que los hombres van así adornados y pasan largos ratos arreglando y brillando sus joyas de plata, peinándose o frotándose el cuerpo con hojas aromáticas, las mujeres llevan sólo pocos adornos, excepto la pintura con colores vegetales, un collar y algún brazalete de cuentas multicolores. Los bebés y los niños menores ya llevan un pequeño collar con algunas cuentas o semillas perforadas. Con ocasiones ceremoniales ambos sexos llevan flores en el cabello y los hombres se ponen a veces flores detrás de las orejas cuando van de visita o navegan por los ríos”. P. 90 a 92

Durante los primeros días todo el cuerpo del bebé se pinta con jagua contra espíritus malévolos y enfermedades. P. 112

Los Noamaná practican a las niñas durante su primer mes de nacidas la clitoridectomía, keldáu, sin que se necesite la presencia de un shaman. Los adultos, en especial los hombres, dicen que se busca conservar la fidelidad de las mujeres, pues así reciben poca gratificación del coito. Los hombres insisten en que la hacen las mujeres, y aun la madre de la niña, pero las mujeres aseguran que son los hombres. P. 114-115

Al año, el bebé recibe del shaman una pequeña figura antropomorfa de madera, que representa a un espíritu tutelar, que debe protegerlo hasta que llegue a ser adulto. P. 115.

Embera, río Catrú, pintura con jagua, Lámina V

Durante su adolescencia, los jóvenes “pasan horas peinándose y perfumándose con plantas aromáticas; manufacturan y limpian sus adornos personales y se los ponen casi a diario. Se pintan con mucho esmero, se adornan con flores y aun aprenden a tocar flauta. P. 116

A su primera menstruación, las jóvenes son recluidas en la casa sin trabajar y sólo pueden comer comida sin sal; se bañan solamente antes de amanecer y después de anochecer. Luego se celebra una fiesta para la cual se les corta el cabello. P. 117

Los adultos deben obtener uno o varios espíritus tutelares, hai, que no solamente tienen papel protector sino también “adquisitivas y aun agresivas”. Para hacerlo, se entra en un estado alucinatorio bajo la guía de un shaman con prolongados ayunos, insomnio, aislamiento o el consumo de alucinógenos. El espíritu entra en una figura antropomorfa de madera, en la cual permanece. P. 120

Con el tiempo pueden adquirirse otros espíritus para tener beneficios económicos, suerte en la caza, poder de curar y hasta de hacer daño a sus enemigos personales; uno para cada cosa. P. 121

Noanamás pintados y adornados, río Docordó, Lámina VIII

En su aprendizaje el jaibaná recibe de su maestro dos bastones de madera tallada con figura antropomorfa; en ellos residen sus fuerzas o poderes y en adelante queda identificado con ellos. Si otro jaibaná se apodera de ellos y los rompe, su dueño moriría. P. 123

Muchacho Noanamá, río Docordó, Lámina X

Gerardo Reichel –Dolmatoff: “Contribuciones a la etnografía de los indios del Chocó”. En Revista Colombiana de Antropología, vol. XI, Bogotá, 1962, pp. 169–188.

En lo que se refiere a la vestimenta y adornos corporales observé pocas variaciones de lo descrito en el artículo anterior. Al norte del Cabo Corrientes las mujeres acostumbran llevar collares más pesados y vistosos que en la zona del sur y probablemente eso se deba a la relativa cercanía de Panamá, donde los indios pueden conseguir las diversas cuentas de porcelana o de vidrio que constituyen estos adornos. También las mujeres de ésta región se adornan frecuentemente con grandes orejeras de plata martillada (chirichíre) elemento que más hacia el sur es solamente usado por los hombres. El uso de chalecos negros cubiertos de monedas de plata parece limitarse más bien a los ríos afluentes del Docampadó donde los jóvenes acostumbran esta prenda con ocasión de bailes o visitas. P. 175

En la región del río Saija, los indios allí establecidos afirmaron que los cadáveres se enterraban en una canoa vieja, cerca o debajo de la casa del difunto. Entre los Noanamá, la viuda se corta el cabello inmediatamente después del entierro y permanece por unos dos años con la cabeza así rapada. Entre los embera también existe esta costumbre, pero parece ser mucho menos estricta pues apenas se recortan parte del pelo y lo dejan crecer de nuevo. P. 183

Roberto Pineda Giraldo – Virginia Gutiérrez de Pineda: “Ciclo vital y chamanismo entre los indios chocó”. En Revista Colombiana de Antropología, vol. XXV, Bogotá, 1984-1985, pp. 9-181.

El indio chocó piensa que los hijos se forman únicamente del semen masculino y que la mujer es solamente un receptáculo. P. 29

Waunanas. El padre lleva diadema y
muñequeras de plata, Lámina I, 4

Al terminar el puerperio, la madre desbarata el pequeño cuarto que se le ha preparado dentro de la casa para que duerma, desciende al río y arroja en él los deshechos del cuartico; se baña, se cambia de vestido, tirando el anterior al agua, se pinta el rostro y regresa a la casa. P. 41

Después de atar y cortar el cordón umbilical, la madre o la partera ponen sobre la cisura un poco de jugo de achiote o de jagua, no para evitar que el ombligo se infecte con gérmenes patógenos, sino para cerrarle una posible vía a los espíritus de la enfermedad, que encontrarían abierto el cuerpo y por consiguiente una fácil entrada si alguien —ningún chocó está libre de posibles enemigos— quiere hacerle maleficio y provocar su muerte. Caído el ombligo, colocan sobre él polvo de los huesos de una iguana verde, cuyo esqueleto se seca al sol; su finalidad es conseguir que el niño sea un buen agricultor, que las matas que siembre no se sequen y sus cosechas sean las más abundantes. Esta iguana es el alma o espíritu de las plantas, especialmente de los árboles, y a ella están ligadas otras prácticas de carácter mágico. Cuando el padre posee algunas contras o amuletos de amor, soba o acaricia con ellas el ombligo de su hijo para que tenga éxito con las mujeres; por lo regular a las niñas no se les somete a este tratamiento.

El niño llegará a ser excelente cazador si su padre coloca sobre su estómago las pezuñas de piezas cobradas, una vez que haya cerrado el ombligo; así asegura su futuro, porque aunque el animal sea veloz corredor, como el venado, podrá darle alcance y no errar la puntería. El día del nacimiento o el de reincorporación de la mujer a su vida normal, hacen una abundante comida con una presa que caza o con un animal doméstico como lo acostumbran ahora los catíos, y lo reparten generosamente entre los presentes procurando que todos coman hasta la saciedad, diciendo que lo hacen en nombre del recién nacido; con esta práctica se busca que en su edad adulta el recién nacido muestre su generosidad ofreciendo fiestas hermosas, con abundante chicha, recibiendo a todo el mundo con buenas comidas, etc. Indirectamente, es así mismo una propiciación para que nunca le falte comida y disponga de un poco más de lo necesario para participar a los demás.

Recordemos las abluciones. Cuando la madre da a luz en el monte, se baña con su hijo antes de regresar al bohío, con el fin de purificarse, porque el agua la limpia de la hemorragia del parto y le repara en parte las fuerzas perdidas. Igual acontece con el niño. Cuando el parto tiene lugar en el bohío, como es muy común ahora, el baño inicial va precedido de una exposición de su cuerpecito al humo de astillas de maderas finas que ayudan a cerrar el cuerpo y a endurecerlo, a hacerlo resistente como el tejido de los árboles. Este baño se hace algunas veces con agua tibia, calentada sobre la llama de leños de maderas recias. Terminado el encierro materno, el niño es bañado nuevamente en el río y a su salida se cubre todo su cuerpo —con excepción de la cara— con pintura negra de jagua. Así su cuerpo se cierra, se inmuniza y los espíritus de las enfermedades no podrán reconocerlo y atacarlo, caso de ser enviados por algún jaibaná. Sobre las cejas se le pintan rayas rojas, idénticas a las que la madre llevaba durante el embarazo y protegían del mal de ojo en el seno materno para que lo defiendan del mismo mal. Digamos de paso que los waunanas creen que son los negros los causantes de esta enfermedad, caracterizada por una erupción que cubre todo el cuerpo, y siempre se refieren despectivamente al negro diciendo que es malo, su sangre es mala y su cara es negra como la de algunos demonios. La untura de jagua tiene también como finalidad, según la explicación de otros indios, propiciar en el recién nacido cualidades futuras de buen pescador. Al respecto es bueno aclarar que siempre [que] se pintan o representan espíritus de agua, lo hacen con sustancias negras.

Los hijos de los chamanes no están sujetos a tantos peligros como los de las personas corrientes, porque su padre conmina las enfermedades y puede prevenir a sus niños contra ellas dotándolos de un buen espíritu que viva alerta y repela los ataques de los demonios de la enfermedad que quieran hacer presa en su hijo, enviados por otro chamán.

Otra de las prácticas que se cumplen en el recién nacido halla su réplica en la mitología, una de cuyas relaciones cuenta cóío el rayo era un negro que robaba a los niños muy pequeños, y tal vez influidos por esta leyenda, inmunizan al bebé contra los rayos, previniendo que el niño muera fulminado por uno de ellos o sea raptado por el relámpago. Para el efecto, le ponen sobre los labios un poco de barro blando antes de que tome su primer alimento; o cogen unas pequeñas mariposas blancas muy comunes en los lugares pantanosos, que lo son casi todos los del Chocó, las exprimen vivas, con los dedos y las ponen sobre los labios del niño que aún no ha comido, e inmediatamente después le dan su primer alimento. También se utilizan en forma muy similar lombrices de tierra, muy abundantes en lugares húmedos, o ciertos grillos negros que habitan en los pantanos cerca de los ríos. Más tarde, nuevas prácticas mágicas reforzarán estas que se han realizado en las primeras horas de vida.

A las niñas, por su parte, les dan los ojos del cumbará, pájaro que tiene la particularidad de hacer un nido que parece tejido; esta "contra" dará a sus manos la habilidad de hacer hermosos objetos de cestería. La madre seca los ojos de este pajarito, los muele y disuelve en un poco de su leche y se los hace tomar a la niña, mientras va formulando verbalmente el deseo de tener una hábil cestera. La madre Laura anota también la costumbre que tienen los catíos de friccionar a los recién nacidos con la flor de una hiedra: a los hombres con el objeto de que cuando sean grandes tengan buena pesca con el anzuelo, y a las mujeres, para que sean afortunadas en la recolección del cangrejo y del jumpés, pescado que se cría adherido a las piedras de los ríos. P. 42 a 44

En el caso de un niño catío de unos 10 meses, se le escogió un jaibaná como padrino para su bautizo. Éste lo pintó todo de negro y le hizo una corona con cintas de colores y plumas de pájaros cazados por su padre. En el Baudó y otros sitios del Chocó, se coloca al niño en una caseta de hojas de palma y madera de balso pintada en rojo y negro con figuras de serpientes, tigres, caimanes, cangrejos, y recubre su cuerpo de negro para que se “cierre” y no deje entrar la enfermedad. P. 55

Niño waunana, Lámina II, 1

Niño embera, Lámina II, 3

A los siete u ocho años el niño avanza en independencia, incluso conoce de oídas muchas cosas de la cacería, pero todavía no puede acompañar a su padre en las expediciones. “No tiene las orejas horadadas, no es un hombre”. P. 60

Va a pescar con barbasco, pero todavía no puede usar las contras. Cuando sea adulto podrá pintarse con la pasta de achiote impregnada con los sesos de pájaro biricochó y en su canasta podrá llevar hojas de itubera moidú, para que le den suerte y pesca abundante. P. 61

La primera menstruante reviste una peligrosidad contaminante que se extiende a todo lo que toca o al contacto con su sangre; además implica una debilidad y pérdida de la inmunidad natural. De ahí que se la aísle en una casa de menstruación aparte de la casa de la familia, o en un pequeño cuarto construido dentro de la casa y completamente cerrado, y que se evite mirarla cuando sale a hacer sus necesidades por una escalera que es sólo para ella y transite por un camino hacia el río que únicamente ella usa, por el cual no puede tocar cosa alguna.

Se considera que su cuerpo está “abierto” y por ello las enfermedades pueden entrar con facilidad, y que sus huesos y dientes se han ablandado, por lo cual no puede comer nada duro, ni dejarse tocar por el fuego ni por el calor. P. 71

Se baña en una vasija grande colocada dentro de su encierro en la cual echan piedras de río, que endurecen su cuerpo y le devuelven la resistencia a la enfermedad, y hachas y chatarras, que ayudan a contener la hemorragia. P. 72

Al terminar el encierro, cosa que ocurre gradualmente, mastica maíz y lo escupe en una totuma, se acerca al fogón y se mueve a su alrededor hasta quedar sudorosa (lo que le ayuda a eliminar los restos de contaminación y para que el fuego la reconozca). Luego, la madre le corta el cabello, la baña con la mazamorra de maíz que acaba de masticar. Después, la joven arroja en el río las hojas en que se acostaba en el encierro, la totuma y la escalera por la que bajaba del tambo, y los arroja al río, se zambulle para que el agua termine de limpiarla y le dé nuevas fuerzas. Sale, se deja secar y cubre su cuerpo con jagua, para que los malos espíritus no la reconozcan y le hagan daño.

De regreso, se abraza a árboles de madera dura, para adquirir fuerza, fricciona su cuerpo contra un perro o un mico, para pasarle los restos de contaminación, corre velozmente ante el bohío, para que éste la reconozca. P. 73

Para ir a la fiesta de iniciación hay que ir con ropa nueva o, al menos, en buen estado, y con adornos de plata, chaquira y flores, y con dibujos corporales. P. 75

Para la pintura, los hombres recolectan semillas de jagua, las machacan y las cocinan. Lo mismo pasa con el achiote, pero su preparación es más complicada porque si se derrama una sola gota, ocasionará fuertes hemorragias a quien lo está preparando; por eso muchos prefieren comprarlo. También se consigue lápiz morado de tinta, que se compra a los “libres”.

“La consecución de la pintura preocupa a los hombres y el atavío de la adolescente agudiza las dotes decorativas de la familia. Los hombres cazan pájaros de plumas brillantes, y traen semillas de jagua para la pintura negra; la madre y las hermanas dedican largos ratos a la hechura del collar de la iniciante que debe ser artístico y excepcional, se consultan colores, dibujos y posibles combinaciones. Deben pensar además, en la corona que la niña lucirá ese día y para la cual se dispone del acoplo de plumas; con paciencia van fijando sobre la tela capas sucesivas de plumas, de manera que la segunda cubra el astil de las de la primera hilera, y así hasta el final, siguiendo un diseño que el artista lleva en su imaginación y en el que pone todo su sentido decorativo. Varias cintas de tela, adquiridas en los mercados locales, completan la corona, prolongándola hacia atrás en una cauda y llevando atadas a sus bordes nuevas plumas, apareadas o en forma alterna, para que den un aspecto más vistoso y decorativo, desciendan sobre los hombros y la espalda y cubran en parte los nacientes senos de la iniciante, que lucirá también anillos y orejeras”. P. 76-77

“Al comenzar la tarde, hombres y mujeres iniciados empiezan a pintarse, haciendo gala de su imaginación, frente a los espejos. Las más activas son las mujeres solteras que, además de decorarse más completamente —pues dibujan sus senos y brazos—, agregan las coronas de flores amarillas que lucirán en su cabeza, para que se reconozcan que van en busca de marido. Entre los hombres jóvenes y solteros, la decoración es más laboriosa: quién pinta todo el cuerpo negro, dejando el resto sin pintura alguna; quién rodea el torso de anillos de colores; éste traza figuras de animales sobre el pecho, y geométricas en el rostro; aquél pequeños círculos, mientras otro cubre de líneas ondulantes torso, cara y espalda. Luego viene la postura de las orejeras, de los collares que quienes van a enamorar cruzan sobre el pecho, de los cinturones y el guayuco nuevo, las diademas y las pulseras de plata.

“En el bohío de la iniciante, los hombres, terminado el arreglo de la casa, se dirigen al río para tomar un baño, pintarse y decorarse; uno o más de ellos, toman una canoa y se alejan, haciendo sonar ruidosamente el tambor, en señal de que la fiesta va a comenzar. La madre o la mujer que tiene bajo su cuidado a la joven festejada (una tía, prima o cuñada) baña por última vez a la iniciante con agua hervida para cerrar su cuerpo, y pintando su cuerpo y su cara con los motivos decorativos que tiene en mente y con los cuales está segura de ponerla hermosa, porque todas las miradas van a fijarse en ella y su belleza y atavío serán el tema obligado de los comentarios posteriores; y este eco atraerá pretendientes ideales.

La muchacha extrema su dieta en un rígido ayuno que la ayudar a pasar la prueba de virginidad, se pone en manos de su madre que le enrojece los labios con un moderno lápiz labial, prende collares de su garganta con atados de vainilla, cortezas y ramas olorosas para que el cuerpo se “cierre”, y contras que tienen la virtud de atraerle el amor de los hombres, le coloca la corona de plumas, y le pinta de negro dientes y uñas. P. 78-79

Vimos niños aún muy pequeños del Atrato y del Baudó que tenían horadadas las orejas y hasta llevaban orejeras en ellas. P. 882

“La horadación de las orejas es indispensable para que el muchacho pueda ser iniciado. Algunas veces, el lóbulo se agujerea apenas unas pocas semanas antes de realizar la fiesta, y en los orificios se colocan unas varillas delgadas de madera para evitar que se cierren; luego, se van sustituyendo, de tiempo en tiempo, por otras de diámetro cada vez mayor para que los agujeros aumenten también su diámetro y, permitan el paso de los cilindros de madera de las orejeras enchapadas en plata. Otras veces, los agujeros lobulares se abren desde muy tierna edad y acostumbran a los niños a llevar pequeñas argollas de metal, de manera que cuando llegan a la época de iniciación no tienen que preocuparse al respecto”. P. 83

Para esta fiesta, es el padrino quien pinta al muchacho; si lo hiciera el padre aceleraría su muerte. Los dibujos representan pieles de animales (tigres, peces, aves, lagartos, etc.). P. 84

Los indios del Baudó prefieren el color rojo para sus pinturas, mientras los del Atrato prefieren el negro. P. 88

Waunana con adornos de plata

Embera del Baudó

El joven que va a enamorar usa corona de flores amarillas en la cabeza, pintura corporal y facial, orejeras de plata con pendientes de lo mismo y de chaquiras, collares de cuentas de vidrio cruzados sobre el pecho, cinturón también de cuentas de vidrio y, por último, dientes y uñas pintados con jagua. Las jóvenes se pintan los labios y el rostro, también los senos, los brazos y las piernas, y una corona de flores amarillas en la cabeza, orejeras y se pintan las uñas con esmaltes comerciales o con jagua. P. 90-91

“Una mujer no debe exponerse a mirar el espejo de un jaibaná porque enceguece; sufre de los ojos el que mira a una mujer primer-menstruante; las llagas pueden adquirirse por el contacto directo o indirecto con los viudos, parturientas y primer-menstruantes antes de las ceremonias de purificación; éstos, a su vez, se cubren de ellas, si no cumplen algunas de las prescripciones mágicas anexas a su estado; y las llagas también invaden el cuerpo de las víctimas del mal de ojo, provocado por la mirada de los negros sobre las personas, especialmente los niños.

“El incumplimiento de algunos preceptos mágicos trasciende sobre la salud de los parientes y no sobre el individuo que los ejecuta: el chocó que se sienta con las piernas cruzadas y no estiradas, hace morir a su madre, el que se calienta después del baño, en el fogón y no al sol, provocará igual resultado; este es el temor que inhibe al chocó para bañarse en la tarde todo el cuerpo, aunque la prohibición no se extiende a que lave sólo la cabeza o el resto del cuerpo, según su deseo.

“Los augurios de muerte se transmiten comúnmente a través de los parientes: no es por la sensación física del frío que el indio se inquieta cuando su piel se pone "arrozuda" después del baño: es porque indica el deceso de un pariente colateral cercano; si se siente comezón persistente en la planta de los pies, el indio vuelve su pensamiento hacia la posibilidad de muerte de sus tíos varones […] Un indio que pierde un objeto suyo y no lo recupera pronto, es porque va a sufrir la muerte de su padre o de su madre […] No es tan sólo el sentido de frustración lo que siente el indio chocó cuando al sacar el anzuelo encuentra en él una raya; unido a este sentimiento hay otro dominante: la angustia del mal augurio de la muerte de la mujer o la madre, anuncio que tiene tanta fuerza que el indio suspende de inmediato la pesca y regresa al hogar. Entre los cazadores es muy generalizada la creencia de que los venados nunca se hallan en manadas, sino a lo sumo en parejas, razón por la cual si encuentran un rebaño de estos animales, lo que podría proporcionarles una gran satisfacción, produce desconcierto y ansiedad, y se preguntan inmediatamente cuál puede ser el pariente viejo cuya muerte está siendo anunciada con hecho tan extraordinario.

“La frecuencia de las lluvias en el hábitat chocoano hace del arco iris un fenómeno muy común. Sin embargo, cuando simultáneamente se presentan varios, el chocó trata de localizar la región hacia la cual se halla colocado el mayor, en la creencia de que en ella va a morir un jaibaná fino, y espera la noticia dentro de breve tiempo. Cuando un indio en cacería llega a dar muerte a un animal flaco o enfermo, siente terror porque cree que en él había encontrado habitación el espíritu envidioso de una persona muerta, que puede pasar a ocupar el cuerpo del cazador y provocar su defunción. Si el indio no mató el animal sino que simplemente lo halló en su camino, el miedo es mayor porque el augurio es más explícito: quien tuvo tal hallazgo va a enfermar y morir en un plazo muy corto.

“Por los sueños también puede saberse cuándo una persona va a morir, bien porque ella lo sueña directamente o por intermedio de otra. Otras veces la ficción no es directa, significa algo diferente. Así, si una persona sueña que está encendiendo una hoguera, atizándola o soplando para hacer levantar la llama, va a enfermar de fiebres; cuando en sueños un chocó se ve pintado de achiote, o se está pintando o preparando este color, al otro día evita utilizar armas cortantes o las maneja con temor, porque se va a producir una herida; cuando en sueños se siente fatigado, llevando una pesada carga, va a tener fuertes dolores de cintura y a sufrir enfermedades renales.

“Generalmente, los gritos o cantos de los animales tienen valor agorero, en especial cuando ocurren a horas desacostumbradas o el grito típico o el canto tienen una modificación. Por eso, cuando la gallina canta como un gallo, anuncia la muerte de la dueña de la casa, y si es el gallo el que canta como una gallina, está anunciando la muerte del jefe de familia; cuando al comenzar la noche, los perros ladran alborotadamente y aúllan como lobos, están pregonando el fallecimiento del padre; si el diostedé canta en la noche en los árboles inmediatos a una vivienda, el temor sobrecoge a sus habitantes porque es anuncio de que van a morir todos dentro de poco tiempo. En algunos lugares, el canto de la paloma de monte y entre los catíos el del guaco, augura muerte o enfermedad cuando el que lo oye está embargado por este pensamiento; también este pájaro puede anunciar larga vida, o recuperación de la salud si este deseo está presente en la mente del indio en el momento de escuchar el canto; si este animal canta en las cercanías de una vivienda, sus moradores se previenen cuando van por la selva, porque está anunciando mordedura de serpiente.

“Los gritos y actividades de los mamíferos de la selva que rodea la vivienda mantienen alerta al indio chocó; generalmente, se sienten durante la noche, y a no ser que se produzcan en forma desusada no inquietan; pero percibidos durante el día, despiertan ansiedad en los que los oyen y tratan de interpretarlos. El ladrido del perrito de monte, por ejemplo, en las primeras horas de la mañana, pone en alerta a las madres porque augura la muerte de un niño pequeño.

“Las aves de corral que los indígenas poseen, se ven muy perseguidas por los diferentes carnívoros nocturnos que viven en las inmediaciones de la vivienda, pero cuando varias noches seguidas el tigre gallinero, el zorro o la chucha hacen destrozos en las gallinas, el dueño de la casa va a morir pronto.

“Las bandadas de aves marinas no son de buen augurio; cuando ascienden por los ríos, pasan a lo largo de las ciénagas costeras o atraviesan las bajas cordilleras del litoral, el indio las mira pasar preocupadamente, porque estos animales son los que traen las epidemias que a veces azotan al chocó: la garza de mar porta las gripas, el mal de estómago en los niños, las bronquitis; los patos, llevan el sarampión y la viruela por dondequiera que van”. P. 105 a 108

Adornos y pintura son manifestación de alegría. P. 110

Cuando alguien muere, una de sus parientes se encarga de arreglar el cuerpo: asperja agua hervida fría sobre el difunto y a su alrededor, pasa varias veces por encima del cuerpo “para quitar el miedo”, lo baña con agua hervida, le pinta la cara y el cuerpo, le pone sus mejores galas y, en algunos sitios, le meten en los carrillos el dinero efectivo que poseía. Los parientes se cubren el cuerpo completamente con jagua, quedando completamente negros para que el espíritu del muerto no pueda identificarlos para hacerles daño. P. 111 a 113

El viudo o viuda recortan su cabello; ella debe hacerlo por lo menos en 5 ocasiones. P. 117

Cuando un jaibaná va a hacer la fiesta para culminar el aprendizaje de un discípulo, va a bañarse en el río por la tarde y pinta todo su cuerpo y su cara con dibujos rojos y negros, se pone paruma nueva y adorna su cabeza con corona de chaquiras, su cuello con collares de las mismas cuentas y las orejas con zarcillos de plata; del cuello o de la corona cuelgan su espejo y las representaciones de los jais. P. 133

A la ceremonia que hace el jaibaná para honrar a sus jais acuden los asistentes “con los “dientes ennegrecidos con el zumo de una rubiácea, como lo han hecho las muchachas oficiantes quienes, además, pintan sus uñas de negro”. El jaibaná se pinta, rostro y cuerpo, de rojo y negro, con delicadas figuras geométricas; lo mismo hacen los demás participantes; a veces, incluso el enfermo. P. 148, 154

KUNA

Leonor Herrera y Marianne Cardale de Schrimpff: “Mitología kuna: los kalu, según Alfonso Días Granados”. En Revista Colombiana de Antropología, vol. XVII, Bogotá, 1974, pp. 201-247.

La fiesta (onmakket) de asu makket inna es la de perforar la nariz de las jóvenes, para que luego se pongan un anillo de oro. P. 205

Según Nordenskiöld, se dice que Dios construyó una casa en ocho capas (que significa el cuerpo humano) y en medio puso una mesa (que significa la vulva femenina) de diferentes colores y con sus patas ramificadas; sobre ella puso una tela blanca (o sea la piel de la vulva), y encima otra tela blanca más delgada y, sobre ella, puso los platos (que significa que Dios se acostó con su esposa). P. 210

Jorge Morales Gómez: “Notas etnográficas sobre la tecnología de los indios cuna”. En Revista Colombiana de Antropología, vol. XIX, Bogotá, 1975, pp. 79-102.

Los hombres llevan collares de dientes de animales que muchas veces han cazado ellos mismos. Los collares de las mujeres son de semillas de árbol, huesos de pescado o monedas; y tiene prohibidos los de dientes de animales porque ellas están excluidas de la cacería. En los brazos y tobillos, las mujeres llevan brazaletes de chaquiras y que “les han dado resultados circulatorios nocivos”. También llevan nariguera de oro desde los 3 ó 4 años de edad. La nariz es perforada por individuo a las niñas de 2 años; mientras tanto, no llevan nada o simplemente una cuerda que atraviesa la perforación. P. 93-94

Hasta unos 20 ó 25 años, los hombres llevaban orejeras de plata o de oro, pero las han dejado por “vergüenza hacia los blancos”, que se burlan de ellos y los tratan de mujeres. Igual ha sucedido con las coronas de plumas que usaban para las fiestas. Ambos sexos se pintan la cara con achiote o con colorete comprado. El negro con que se adornan la nariz viene de la jagua. Una persona puede pintarse a sí misma o puede ser pintada por otra del mismo sexo. Esta pintura es general en las fiestas de pubertad de las mujeres, en los matrimonios y en los congresos comunales. P. 94
 
 
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