Luis Guillermo Vasco   Luis Guillermo Vasco
 
Guambianos y sus luchas

CUANDO EL PATRIMONIO HABLA PARA DAR VIDA

En 1980, los guambianos dieron comienzo una nueva etapa de su ya secular confrontación contra sus enemigos. A mediados de julio, miles de guambianos se reunieron en su Primera Gran Asamblea, para proclamar ante el país: “somos un pueblo”. Para reforzar lo dicho, presentaron a todos los asistentes, tanto guambianos como otros indígenas, campesinos, obreros, estudiantes, intelectuales y, en general, solidarios llegados de todos los rincones de Colombia, la bandera del pueblo guambiano, soñada 1 días antes por uno de los luchadores.

Desde ese momento, las sombras de cada atardecer y las primeras luces de cada aurora hallaron a los guambianos atareados en la lucha por recuperar su territorio, usurpado por terratenientes desde hacía más de un siglo.

A medida que los terratenientes invasores huían de Las Mercedes, Sierra Morena, La Clara... (como los usurpadores habían nombrado sus haciendas), ante el empuje de los luchadores que recuperaban, y las tierras de las antiguas haciendas volvían a estar con los guambianos, estos reflexionaban sobre cómo volver a tener su vida toda completa, para poder “atardecer bien bonito, amanecer bien bonito”, para poder tener autonomía. Sólo para encontrar que la palabra de los mayores había caído en silencio y el camino propio se había perdido.

Para tratar de encontrarlo, el Cabildo creó en 1982 un Comité de Historia, con la tarea de recuperar la palabra y, con ella, la tradición de ser guambianos, las raíces, como ellos las llaman. Para poder basarse en ellas y dar vida.

Después de cuatro años de trabajo, lograron que hablara de nuevo un principio esencial: que la vida propia nace y se desenrolla a partir de la vida doméstica, en el hogar. Y lo dijeron así, de dos maneras: “de la cocina sale el manejo de un pueblo”, “el derecho nace de las cocinas”. Y pudieron pensar, siguiendo a los antiguanos, que su territorio es una gran casa que alberga una gran familia.

En su camino, los miembros del Comité de Historia hablaron con muchos mayores, excavaron para sacar a luz las huellas de los taitas guambianos, recogieron los materiales antiguos que quedaban en las casas, a veces en uso, a veces recluidos en los tumbados. Y pensaron qué hacer con todo eso.
A finales de 1986, después de mucho hablar y discutir, dieron con una propuesta y, de acuerdo con el Cabildo, decidieron agrupar y mostrar todo de una manera que hablara al pueblo. Para conseguirlo, crearon el Museo-Casa de la Cultura Guambiana, ubicándolo provisionalmente en espacios de la antigua hacienda Las Mercedes, rebautizada Santiago 2 después de su recuperación, en honor de uno de los luchadores, fusilado tiempos adelante.

Para que todas esas cosas dieran vida, para que hablaran a la gente, las organizaron en lugares que correspondieran a los tres espacios fundamentales de la casa guambiana: la cocina, la pieza y el pishiya.

Como hablan los mayores, la cocina es el centro; allí, alrededor del fuego, se inicia todo; desde allí comienza a desenrollarse un territorio, empieza a desenvolverse el hilo de la vida de cada guambiano. Desde la cocina, en donde se crían con sus padres, los hijos, cuando crecen, pasan a la pieza y en ella se da la multiplicación a través del matrimonio.

Los tres lugares de la casa están ligados por múltiples movimientos, por recorridos que van de uno a otro en las distintas actividades de la vida, y también por elementos arquitectónicos específicos.

Como núcleo para la producción y reproducción de la vida y la cultura guambianas, la casa tiene un papel de primera importancia en los trabajos relacionados con el matrimonio, una parte de los cuales es base de la organización del Museo-Casa de la Cultura, de la manera como los visitantes deben caminarlo, de lo que éste les dice. De este modo, el Museo-Casa de la Cultura Guambiana es un organismo.

Un año después de su creación, y para responder a otras necesidades, los miembros del Comité de Historia elaboraron el guión que aparece a continuación, en el cual se puso por escrito aquello que ya existía en la realidad: la Casa-Museo de la Cultura Guambiana.

Así, las cosas de los antiguos dejaron de estar silencio y cobraron vida para hablar a los de hoy, para dar vida guambiana. Como dicen las palabras pintadas a la entrada del museo: “Pase a calentar a la cocina” 3.

GUIÓN PARA EL MUSEO-CASA DE LA CULTURA GUAMBIANA

¿DE DÓNDE VENIMOS?

Antiguamente, antes de Colón, los guambianos teníamos todo completo para vivir: nuestro territorio, nuestra autoridad, nuestra economía, nuestra organización, nuestras costumbres y, sobre todo, nuestro pensamiento; todo propio.

Cuando vinieron los blancos, se produjeron grandes cambios, y se producen aún, y estos cambios fueron dejando al pueblo guambiano como vacío; pero no es vacío, es en silencio.

El invasor cortó un árbol, nuestro árbol, y dejó sólo un tronco. Y los guambianos nos preguntamos cómo era el resto.

En 1980 comenzamos a recuperar lo nuestro: nuestro Cabildo y nuestras tierras. Y la pregunta de cómo era el resto del árbol se volvió importante, pues ahora queremos recuperarlo todo, nuestra vida completa.

Queremos saber cómo son la raíz y las ramas para hablarlo al Cabildo, al pueblo, a los niños. Es necesario seguir las huellas de los antepasados.

La arqueología debe excavar de ese tronco para abajo y buscar la raíz. E hicimos arqueología; la estamos haciendo. Y hemos encontrado algunas cosas. Hemos sabido algo. Y hemos obtenido algunas pistas.

Para seguir estas pistas, para interpretar lo que vamos encontrando, vimos la necesidad de hablar con los mayores, porque en sus cabezas está el conocimiento de la historia guambiana y en ellas se conserva nuestro propio pensamiento. E hicimos estudios de tradición oral.

También encontramos que las gentes de la comunidad tienen guardados materiales de épocas pasadas: arqueológicos, de guacas y excavaciones, y etnográficos, que usaron los mayores y que algunos usan todavía. Y la gente quiso donar estas huellas al Cabildo.

Así, para conservar los resultados de nuestro trabajo y para que ellos se dirijan a la comunidad y le hablen, salió la idea de este museo.

¿PARA DÓNDE VAMOS?

Pero no queremos un museo como los de los blancos en las ciudades: museos mudos que sólo sirven para mostrar los trabajos de las tribus, porque en manos de los blancos las cosas del indio no pueden hablar, están silencio.

En cambio, en nuestras propias manos, estos objetos hablan porque no están separados de su pueblo y de su historia. A la vista, parecen mudos; pero al discutir, hablan mucho; una sola cosita tiene muchas razones para hablar.

Queremos conocer el pasado, pero no sólo para conocerlo, sino para con él trazar el camino hacia adelante.

En los antiguos, y desde los cacicazgos, ha habido una palabra, una palabra muy clave: “atardecer bien bonito, amanecer bien bonito”. Esa era la palabra. Ella indicaba, para todos, el manejo, la unidad, la comunidad.

En la cuarta generación, se terminó el que aconsejaran los papás a sus hijos. La palabra que habíamos hablado se volvió silencio.

Con la quinta generación, las cosas nuestras se van acabando, nuestro pensamiento se va terminando. Y en la sexta generación es aún peor. Algunos han dado ocho generaciones y en ellas todo se ha acabado. Se acabó la unidad de su pueblo.

Por eso, este museo tiene que hablar, tiene que levantar ese silencio, tiene que dirigirse al Gobernador, al cuerpo del Cabildo guambiano, a su pueblo y a sus niños, tiene que transmitir a la gente lo que va a ser para mañana y llevar a todas las veredas la palabra de los anteriores.

Con él, queremos enseñar que la cerámica y todas las huellas que se encuentran en nuestro territorio son de nosotros mismos y no de otros distintos, que los Pishau son nuestros antepasados y no gentes extrañas. Y que, por ello, nosotros somos nacidos de aquí mismo, de estas tierras y de estas aguas; y que no hemos sido traídos de otros lugares, ni somos venideros de otros mundos. Que aquí es nuestra casa.

También queremos mostrar que el pueblo guambiano ha corrido por un camino muy largo; y que en esos tiempos se pasó por usar esos fogones, esas camas, esas ollas, esas cosas que están en las raíces.

Y queremos que el museo sea la base para recuperar una educación propia. Los anteriores pudieron resistir todos los atropellos porque tenían una educación propia; esta es la base de la comunidad.

Porque nosotros pensamos por un derecho; queremos crear un país de leyes con base en nuestra creencia; pero no es para crear leyes entre guambianos, sino para que nos reconozcan los derechos. Para allá va nuestro trabajo.

Para enseñar a nuestros hijos para hacer una organización, para mantener una multiplicación.

La educación propia arrancaba de la casa, de la familia, y allí mismo se ampliaba a lo global. De la cocina, nakchak, con la familia reunida al pie del fogón, sale el manejo de un pueblo. Y de allí viene cogiendo otro hilo: el respeto del amor. Pasa a la nueva vida y a la multiplicación, entrando en la pieza o sala, wallikato, y en el pishiya.

Este museo es una casa para de allí dar vida al Cabildo y al pueblo.

¿CÓMO QUEREMOS CAMINAR?

En los cacicazgos era un global toda esta tierra, era un territorio, era la casa de los namuy misak, de nuestra gente.

La casa es la familia misma; da vida y da el manejo, y da la multiplicación hasta que alcance un territorio. Por eso, la casa es como un título o un territorio. De allí sale toda la unidad de su pueblo.

Por eso queremos que el museo sea una casa que dé vida con su cocina, nakchak, su pieza, wallikato, y su pishiya (pieza pequeña y separada de la casa, en donde se guardan las cosas valiosas).

Nak es la candela, pero es de cocinar muchas cosas y no sólo la comida. Y chak es el lugar del fuego, es el trabajo del organismo, es la función de cómo vivir.

El wallikato es el lugar que contiene muchas cosas en el sentido global de la comunidad.

El pishiya es para guardar las cosas valiosas que no se pueden perder y hay que conservar; es, también, para ver el manejo de los novios y de allí recibir el consejo.

Este museo no es sólo para mostrar. Al ver los objetos allí, colocados en su lugar, perecen mudos. Para que hablen, tenemos que encontrar sus palabras con los mayores de la comunidad, tenemos que investigar nuestro pasado. Y, cuando recuperemos las palabras, estas cosas dejarán de estar silencio y hablarán. Así se podrá dar una enseñanza.

Nakchak, la cocina
En la cocina está el fuego, la candela, que es como una madre porque nos da los alimentos y nos da el calor.

Ella es nido de jóvenes que viven con sus padres antes de conseguir mujer.

De ella sale el manejo de un pueblo. De ella se coge el hilo del respeto del amor. Por eso decimos que el derecho nuestro sale de las cocinas.

Allí, alrededor del fuego, sentados en sus bancos de madera, los mayores hablan y en su voz caminan la sabiduría y el conocimiento de los anteriores. En su consejo, los hijos aprenden el manejo, aprenden el trato; allí se hacen guambianos.

De este modo, para poner una comparación, una olla de cocinar para la casa tiene un montón de cosas guardadas, tantas que uno hasta se cansaría de hablar con ella.

Así, una yerna, cuando llega el suegro, tiene que servirle a él primero, luego a la suegra, y al esposo y al cuñado, y así a los demás. Pero no como pueda: no debe regar al suelo, ni tirar los trastes, ni servir muy lleno, ni regar en el mismo plato. Debe servir bien mezclados todos los productos, que no sea agua sola, ni muy poca agua, ni a unos mucho y a otros poco. Es el consejo del respeto y de la igualdad; es el consejo que viene a las mujeres.

O la olla grande para la minga nos habla de qué medida servir a cada uno para que alcance por igual a todos los participantes. Y de la mujer que sabe repartir porque tuvo el sueño y su mano está curada. En sólo dos veredas quedan ahora mujeres que sean capaces de repartir la comida en minga, una en cada una. Si ellas muriesen, ¿a quién se va a pedir favor de que venga a sacar comida?

Y el consejo que llega al hombre: cómo amar a su papá, a su mamá, a sus hermanos. O, cómo recibir la comida a las mujeres sin decir: “dius pay unkuá”. Los de hoy reciben sin decir nada y se van.

Allí, sentados los niños en sus banquitos, alrededor del fuego, en el nakchak, las cosas darán nueva voz a las palabras de los antiguanos; y cesará el silencio.

Wallikato, la pieza
La pieza es el sitio del matrimonio conyugal, del matrimonio propio venido de los caciques y que era el más completo. Porque ya se formaron el hombre y la mujer de 16 a 18 años en el matrimonio.

Los jóvenes tenían sus cultivos propios, tenían ánimo de matrimonio y pasaban al Wallikato. Salieron de la cocina para la pieza.

Van a la iglesia y regresan al pishiya. Y a las 8 ó 9 de la noche van al Wallikato; y allí hay quien recibe. Tienden alfombra en la puerta y el papá y la mamá del novio dan la bendición y dicen que esta es su casa, le entrego su casa. Las flautas y el tambor tocan el recibimiento y pasan a la mesa, con el padrino a la cabeza. Los novios se sientan juntos con los padrinos para que se manejen bien hasta el último día.

Es allí donde van a vivir, donde se va a dar una multiplicación. Allí se guardan las herramientas de trabajo y es donde se guardan el maíz amarillo para la sopa, el maíz capio para la chicha, y el trigo. Y también el agua.

El Wallikato es la entrada y la salida de la cocina; siempre están juntos y aquella no tiene una salida aparte.

Encierra muchas cosas de la vida de la familia, pero también de la comunidad.

Pishiya o llaviya
Aparte del resto de la casa, un poco retirado, estaba el llaviya. Era una pieza más pequeña, bien cerrada, para que no entraran el polvo ni las ratas. En ella se guardaban las cosas más valiosas que se querían preservar: ropas nuevas, hachas, todos los elementos de cuero que se pueden comer las ratas. Allí están protegidos y, en caso de un incendio de la casa, estas cosas de valor se quedan.

Al Pishiya llegaban los novios al regreso de la iglesia y allí los recibían sus padres y padrinos, en ese lugar en donde nadie ve.

Recibían y les ofrecían la comida: el café y el guiso. Daban al novio y debía compartir con su mujer: comer un poquito y pasar a ella. Daban a ella y debía hacer lo mismo. Así se ve su manejo, si van a compartir su vida. Y luego pasaban todos al wallikato.

Y ya a las 5 ó 6 de la mañana, los padrinos indican de volver al Pishiya. Los recién casados se quitan sus ropas de matrimonio y se colocan los vestidos del diario, pero todo nuevo, así como eran nuevos el plato, la taza, las cucharas de la comida.

Esto tiene un sentido: que empieza una nueva vida, la del matrimonio; y para esa nueva vida entran los padrinos a dar el consejo. Primero, hablan poquito los padrinos. Luego, y mucho más largo pues son gentes de experiencia, los padrinos de los padrinos.

En la juventud se está solo, pero ahora hay una obligación del manejo, de traer lo necesario para la casa, de amar el esposo a su mujer y esta a él.

Y, por ahí a las 11, los padrinos terminan los consejos diciendo al hombre que la mamá propia es la primera madre; la segunda madre es la esposa. Y le dicen: esta va a ser su mamá hasta la muerte.

Sirven otra vez la comida y, por ahí a la 1, los padrinos dicen que quedan en su casa y que entren a la cocina.

Aquí, en el Pishiya, se van a guardar, además, los objetos de arqueología, cosas muy valiosas que hablan de las raíces y que tenemos que preservar. Allí se verá que los guambianos somos nacidos de aquí y que los pishau son nuestros propios antepasados.

Este museo es así. Porque para educar todo eso no hace falta leer, escribir, cantar o rezar, sino ver al pueblo, ser reconocidos como guambianos y luchar por la unidad.

NAKCHAK:

Lista de objetos (ver dibujo de sala 1)

1. Totumas (2)
2. Tazas de barro para adultos (3)
3. Cayana de barro para tostar coca
4. Tazas de barro medianas para niños (3)
5. Cuenco de barro
6. Cuchara de madera para servir sopa
7. Taza para el ají
8. Jigra de fique para guardar huesos
9. Taza para el guiso
10. Totuma pequeña
11. Vaso pequeño
12. Hamaca para bebé
13. Calabazo para llevar agua una persona
14. Horquetas (2)
15. Jigra con calabazo para llevar almuerzo una persona
16. Calabazo para fuertiar chicha
17. Cuchara de madera
18. Mates para llevar chicha una persona (2)
19. Jigra con calabazo para llevar agua varias personas
20. Jigra para guardar cucharas
21. Repisa de madera
22. Madre de la semilla del trigo
23. Olla de barro mediana para cocinar la familia
24. Olla de barro para guardar “carne”
25. Horquetas de madera (2)
26. Quingos de piedra para sostener las ollas (3)
27. Estantería de madera para la loza
28. Olla de barro “de sobra”
29. Corral de madera para niños
30. Bancos de madera (varios)
31. Olla de barro grande para cocinar para la minga
32. Olla de barro para calentar chicha
33. Olla de barro para hervir remedios
34. Calabazo quebrado para quemar cuando llueve
35. Tizón para llevar candela al trabajadero
36. Sombrero viejo para soplar el fuego
37. Plato de madera
38. Cacho de ovejo para zahumar
39. Piedra para colocar cosas
40. Taza de madera para comer
41. Jigra con huesos
42. Olla de barro para la chicha
43. Leña para el fogón
44. Puchicanga para la lana
45. Huso para hilar lana
46. Madre de la semilla de maíz
47. Batidor de chonta para la comida

WALLIKATO:



Lista de objetos (ver dibujo de sala 2)

1. Horquetas de madera (3)
2. Jigra de fique con lana de oveja
3. Jigras tejidas en fique (2)
4. Balanza de madera
5. Palo de hacer trenza de sombrero
6. Trenza de hoja de caña para sombrero
7. Ardilla disecada
8. Concha de armadillo
9. Cerbatana
10. Flautas macho y hembra (2)
11. Tambor
12. Cama de cañas de maíz
13. Jigras con coca y mambero (2)
14. Maíz amarillo para sopa
15. Maíz capio para chicha
16. Sombrero pandereta
17. Telares pequeños para chumbe (3)
18. Arnero para trigo
19. Espigas de trigo
20. Bolsa de ovejo
21. Pala de madera
22. Mejicano
23. Cuero de ovejo
24. Ruana vieja
25. Trampa para perros
26. Olla de barro mediana para el agua
27. Olla de barro grande para el agua
28. Olla de barro para traer el agua
29. Taza de sacar el agua
30. Totuma para el agua
31. Piedra grande con mano de moler el maíz
32. Piedra pequeña con mano de moler el maíz
33. Batea de madera para recoger el maíz
34. Puchicanga para la lana
35. Huso para hilar la lana
36. Calabazos para remedios (4)

PISHIYA:

Lista de objetos (ver dibujo de sala 3)

1. Sombreros pandereta (2)
2. Ruana de hombre
3. Rebozo
4. Collar de chaquiras antiguas
5. Crucero de plata
6. Paño masculino
7. Anaco
8. Vara de autoridad de los antiguos
9. Juete de cuero
10. Olla mediana con asas
11. Olla subglobular mediana con cuello
12. Cuenco tosco
13. Rodillo de estampar o pintadera de barro
14. Olla mediana para remedio
15. Olla pequeña para remedio
16. Mortero
17. Pitos ornitomorfos en barro (2)
18. Volantes de huso (varios)
19. Fragmentos de cerámica con decoración (varios)
20. Hachas, buriles y otros líticos (varios)
21. Pesas de piedra
22. “Plomada”
23. Hachas y otros líticos (varios)
24. Olla globular grande con el borde roto
25. Olla de barro para guardar la ropa nueva 26.
Vitrina para material arqueológico

Inédito. Escrito en 1996 para la Revista Arqueología Nº 12, que no se publicó
CUANDO EL PATRIMONIO HABLA PARA DAR VIDA.pdf


 

 
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